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Elige ser feliz

Happy mother and daughter with paint on faces – es

© Angela Luchianiuc/SHUTTERSTOCK

Carlos Padilla Esteban - publicado el 13/03/15

No queremos vivir esperando a que cambien las circunstancias para ser felices

¿Qué nos hace felices cada día? ¿Cuáles son los motivos que tenemos para sonreír? Decía Raúl del Pozo: «La felicidad para Gary Cooper era tener trabajo durante el día y sueño durante la noche. La felicidad parece que está basada en la falta de envidia y la renuncia a la vanidad, al ansia de poder y a la revancha».

La felicidad se construye a veces sobre cosas sencillas. Sobre una vida en la que haya paz. Todos queremos ser felices. Pero a veces pretendemos lograrlo a costa de otros. Deseamos ser felices de la forma equivocada.

María Luisa Erhardt comenta que a veces buscamos la felicidad en el matrimonio de forma inmadura: «Hay un anhelo por encontrar la felicidad junto a la otra persona, esperando que el tú solucione mis carencias, y no nos damos cuenta de que este planteamiento de felicidad es inmaduro, superficial, epidérmico, no hay un compromiso maduro y real con el tú».

Muchas veces queremos ser felices. No nos oponemos a que el otro también lo sea, claro. Pero lo importante es serlo nosotros. Y cuando no lo somos, cuando el otro se convierte en obstáculo para mi felicidad, cuando el amar a otro puede enturbiar mi camino feliz, entonces decidimos dar prioridad a mi felicidad, no a la de los otros.

No hay entonces un amor maduro. No sabemos amar bien. No hay una sana búsqueda de la felicidad.

¿En qué consiste la verdadera felicidad? ¿Consiste en realizar todos mis sueños? ¿En lograr todas las metas que me propongo? ¿La felicidad la construyo yo o me viene dada por los azares de la vida?

Creo que es necesario ahondar, conocernos más, descubrir nuestras fuerzas y debilidades. Saber lo que me hace feliz, encontrar la forma de amar con madurez, sabiamente. Descubrir cómo es ese corazón nuestro tan herido, a veces tan confuso, inquieto, soñador, buscador de verdades.

La felicidad pasa por tener el corazón algo ordenado y claras nuestras prioridades. Saber lo que queremos y lo que no queremos. Pasa por poner mi vida en manos de Aquel que le da sentido a mis sueños.

En un seminario le preguntaron a una mujer casada: « ¿Te hace feliz tu esposo? Ella respondió: -No, no me hace feliz. ¡Yo soy feliz! El que yo sea feliz o no, no depende de él, sino de mí. Yo soy la única persona de quien depende mi felicidad. Yo determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida. Si mi felicidad dependiera de alguna persona, cosa o circunstancia, yo tendría serios problemas. Todo lo que existe en esta vida cambia continuamente. En mi vida he aprendido algo: Decido ser feliz».

Pretender que los otros me hagan feliz suele terminar en frustración. Le exijo al otro lo que no puede darme muchas veces. Queremos que los demás colmen nuestros deseos y den satisfacción a nuestras necesidades.

Colgamos de su cuello expectativas que se ven frustradas con el tiempo. Pretendemos que su vida se amolde a mis sueños. Exigimos que nos amen como nosotros queremos, de la forma que nos gusta, a nuestra manera.

La felicidad no puede depender de tenerlo todo bien ordenado a nuestro alrededor. Ser feliz es posible en medio de circunstancias adversas. En esos momentos elijo ser feliz. Decido que lo que me rodea no va a quitarme la paz.

Es verdad que para lograrlo no basta con un ejercicio de voluntad. Es necesario confiar en alguien que le dé sentido a toda nuestra vida. No queremos vivir esperando a que cambien las circunstancias para ser felices. La cruz y el dolor forman parte del camino.

Elegimos vivirlo con la confianza de los niños que se abrazan a su padre en el dolor. Miramos a Cristo, confiamos.

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