Ni héroes ni villanos: Clint Eastwood borda otra de sus películas sobre dilemas morales
Como sucede a menudo en la filmografía del veterano Clint Eastwood, El Francotirador plantea un dilema moral. En este caso forjado por el impacto de la guerra en un experto tirador de las fuerzas especiales del ejército estadounidense. Los Navy Seal son el grupo a través del cual la narración presenta de forma realista la situación de combate en el Irak ocupado tras 2003.
La acción bélica es un medio para desarrollar el conflicto emocional a escala humana. El otro es visto con crudeza pero sin el maniqueísmo habitual del género. El radicalismo, como forma de terror contemporáneo y la barbarie de la guerra aparecen sin subrayados artificiales y con gran veracidad.
Los francotiradores ejercen un rol importante. Unas veces con carácter ofensivo, causando bajas selectivas o indiscriminadas con el consiguiente efecto desmoralizador. Recuérdese el asedio de Sarajevo. En otras ocasiones, los tiradores apostados en emplazamientos elevados ocultos protegen a sus camaradas de emboscadas y atentados. Algo cotidiano durante la violentísima insurgencia iraquí.
El desempeño de esta función requiere, no sólo destreza técnica y puntería, sino variadas habilidades físicas y psicológicas. Entre ellas resistencia, agudeza visual, orientación espacio temporal, concentración, auto control emocional, disciplina, capacidad para tomar decisiones de forma autónoma… Por ello los mejores tiradores son muy valorados en el propio ejército y se convierten a su vez en objetivo prioritario de las fuerzas enemigas.
La situación de combate, en particular en forma de guerrilla y contraterrorismo, expone a todos los soldados a un elevado nivel de estrés. Algo que se multiplica para este francotirador sobre el que recae la responsabilidad de salvaguardar las vidas de sus compañeros. Este estrés postraumático se acrecienta cuando los combatientes se encuentran en casa. El recuerdo de los horrores y la inadaptación son fuente de problemas psicológicos y familiares muy graves.
En el protagonista, inspirado en un caso real, hay una legitimación religiosa y patriótica de su comportamiento como un modo de servicio. Una moralidad texana neta y comprometida que no excluye una dolorosa catarsis.
La película no es desesperanzada, como se ha dicho, sino realista. La conmoción causada en EE. UU. por el 11S tuvo un fuerte impacto en la opinión pública y cambió radicalmente la percepción de su acción exterior. Los veteranos han ejercido un rol contradictorio en esta sociedad, basculando entre el perfil heroico y el desarraigo. Una desafección que el protagonista trata de superar a través de la camaradería y la solidaridad con sus compañeros de armas, hermandad que cristaliza a escala humana la dimensión épica de la guerra. Un auténtico purgatorio en vida.