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¿Algo te abruma? Mídelo en la balanza de Dios

Mirando el mar

© Esparta Palma / Flickr / CC

Mar

Carlos Padilla Esteban - publicado el 09/03/15

Las cosas de este mundo valen lo que valen para Dios, no tanto lo que valen para mí

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A veces creo que mi corazón se parece más a un mercado lleno de gente y de ruidos que a la casa de mi Padre. Siento muchas cosas. A veces confusas. No dejo espacio para que entre Dios y lo limpie todo. ¿Qué palomas y bueyes hay en mi corazón? ¿Cuáles son mis monedas?

Hace falta la conversión total del corazón. Dejar que Jesús reine en mí. El corazón es el templo de Dios vivo. Sabemos que Él es nuestro Dios pero muchas veces nos olvidamos de esa libertad a la que nos invita a vivir.

Nos llenamos de ídolos, de tesoros guardados con cuidado, de dependencias que nos hacen esclavos. Dejamos a Dios en un segundo plano y nos apegamos a la vida que nos da tantas satisfacciones.

Pero nos olvidamos de lo importante, de lo que nos hace felices en lo más profundo. Dios nos liberó de nuestra esclavitud. Ya hemos sido salvados. Nos sacó de Egipto. Nos llevó al desierto. Pero seguimos siendo esclavos.

Decía el Padre José Kentenich al hablar de la libertad: « ¡Cuánto bien hace al alma alzar vuelo hacia Dios, y desde allí arriba, contemplar en profundidad lo que está abajo! ¡Todo es transitorio! Las obras de mis manos, mañana o después, serán destruidas.

¿Cuál debe ser mi respuesta? ¿Rebelarme contra Dios? ¿Discutir? ¡No! Dios quiere despertar en mí un anhelo, un ardiente deseo del cielo: ¡Cómo nos desilusionamos de todas las cosas que no son Dios! Por eso, ¡no ceder a los deseos del mundo! Pero pesar las cosas en la balanza de Dios: sólo darles el valor que Dios les da.

Entonces seré un hombre libre, feliz, estaré con Dios, con una mirada de libertad. Entonces estaremos firmemente anclados en Dios, lo veremos, y miraremos al mundo como el mundo es»[1]

Creo que la Cuaresma es un tiempo de gracias para crecer en libertad interior. Vivimos con nuestro yo por delante. Queremos nuestra felicidad, nuestra plenitud, aunque sea a costa de los demás, eso no nos importa tanto.

Nos preocupamos de estar bien, con paz interior, sin interferencias, sin que nos molesten. El yo en primer plano. Todo ha de girar en torno a nosotros para ser felices.

Conozco personas que si no están en el centro no sacan todo lo bueno que llevan en su interior. El yo por delante. Nos importa más nuestro lugar que lo que vamos a hacer.

No queremos pasar desapercibidos. Nos gusta más figurar, ser tomados en cuenta, opinar, ser valorados. El corazón se envenena cuando no logra lo que desea. Cuando no hay satisfacción de todos los deseos.

Es por eso que en este tiempo nos retiramos al desierto para ser más libres. Libres de nuestros apetitos y deseos. Libres de nuestros miedos e inseguridades.

Libres de nuestra vida sometida a veces a lo que los demás esperan y desean. Libres de nuestro yo enfermo que quiere hacer su santa voluntad. Queremos ser libres de tantos apegos que nos atan a la tierra y nos hacen valorar más lo que tenemos que la eternidad que soñamos.

Medir las cosas en la balanza de Dios es un cambio en la forma de mirar la vida. Me parece una imagen muy clara. Nuestra balanza no es como la de Dios. Las cosas de este mundo valen lo que valen para Dios, no tanto lo que valen para mí.

Como decía Fco. Xavier Nguyen Van Thuan: «A veces un programa bien desarrollado debe dejarse sin terminar; algunas actividades iniciadas con mucho entusiasmo quedan obstaculizadas; misiones de alto nivel se degradan hasta ser actividades menores. Quizá estés turbado o desanimado. Pero ¿me ha llamado a seguirlo a Él o a esta iniciativa o a aquella persona? Deja que el Señor actúe. Él resolverá todo y mejor»[2]

La libertad de los hijos de Dios que siguen a Dios, no tanto sus obras. Esa libertad anhelada que vivió Jesús. Él nos enseña a vivir. Seguimos a Jesús por los caminos de nuestro desierto.

Le seguimos a Él, no tanto nuestros proyectos. Esos planes que a veces son míos y no de Dios. Esos planes en los que yo figuro y Él está en un segundo plano. Me gustaría ser más libre. 

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