Invitación del arzobispo de Medellín para esta Cuaresma: “Es hora de trabajar unidos para tener una patria en paz"
Es una gracia que cada año, durante la Cuaresma, Dios nos llame, de un modo especial, a la conversión. La conversión no es algo que incomoda y agobia, sino la posibilidad que tenemos de renovarnos, de transformar la vida, de relanzar nuestro proyecto personal y social.
Es un proceso de creación en la verdad y el bien, que realiza en nosotros el amor de Dios cuando permitimos que entre y construya nuestro ser. Por tanto, en nombre de Dios, dirijo a todos una apremiante invitación a la conversión.
Invito a los sacerdotes, incluyéndome yo mismo, a la conversión. Él quiere que no llevemos una vida mediocre o doble, que seamos conscientes del don tan grande que hemos recibido y de la necesidad que la gente tiene de nuestro testimonio y de nuestro servicio. No estamos para disfrutar nuestro ministerio sino para entregar la vida por los demás.
Invito a las parroquias a la conversión. Necesitamos comunidades vivas, fraternas y misioneras en las que los religiosos y los laicos, en torno a los párrocos, vivan la comunión y la participación. Parroquias que sean centros permanentes de evangelización y de oración, comunidades que vivan e irradian el amor, particularmente entre los más necesitados.
Invito a las familias a la conversión. Que el Espíritu Santo les permita mirar con ojos nuevos la belleza del hogar, su contribución fundamental en la sociedad y su misión irremplazable para formar personas equilibradas y felices.Opónganse a la anticultura del egoísmo y de la muerte y sean testigos del Evangelio de la vida.
Invito a quienes están vinculados a bandas y grupos criminales a la conversión. Hasta cuándo vamos a continuar destruyéndonos unos a otros con la violencia y la extorsión. Déjense sanar y transformar por el Señor; ábranle el corazón y encontrarán la vida. Lo que están viviendo no es vida. La sociedad los acoge, pero sin armas y sin crímenes.
Invito a los políticos, los jueces, los policías y todos los servidores públicos a la conversión. La sociedad les pide que sean honestos y que se comprometan en serio con el bien común. Su oficio tan noble e importante no puede estar contaminado con la mentira, la corrupción y las obras del mal. Es hora de trabajar unidos para tener una patria en paz.
Invito a los empresarios y dirigentes sociales a la conversión. No se encierren en los intereses mezquinos del egoísmo y la codicia. Hay más alegría en dar que en acumular. Estén atentos a no caer en la tentación de la indiferencia que nos hace insensibles frente al sufrimiento de los demás. Cambien su corazón por un corazón como el de Dios.
Invito a los jóvenes a la conversión. Den el paso a un compromiso valiente con los grandes ideales que los hacen personas dignas y constructores de un mundo justo. Apártense de la superficialidad, de las drogas y de la violencia como de enemigos siniestros. El mundo necesita que tengan la alegría y la esperanza de vivir.
Invito a todas las personas de buena voluntad a la conversión. Cuando Dios entra en la propia vida, caen muchas cosas que nos destruyen y comienzan dinamismos nuevos que nos llevan a la libertad, a la armoniosa relación con los demás y a la alegría.
No hay necesidad de cargar siempre con odios, envidias, remordimientos y frustraciones. Volvamos a Dios y comencemos una vida nueva.
Por monseñor Ricardo Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín