Este viernes se da un capítulo más del deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Ambos países, reunidos en buena parte por la mediación del Papa Francisco y del gobierno de Canadá, retoman hoy en Washington, una negociación histórica destinada a allanar el camino para la reapertura de embajadas en ambos países, cerradas hace medio siglo.
Se trata de un diálogo espinoso, difícil, al que ambas partes acuden con expectativas muy diferentes. Demasiados agravios se han cruzado en cinco décadas de enemistad, mentiras y verdades ocultas, con la sombra de Fidel Castro Ruz, el asesinato de John F. Kennedy, la crisis de los misiles, la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII, la exportación de la revolución cubana al resto de la región, la migración cubana a Miami, los balseros, los “marielitos”, los gusanos y el embargo comercial que se ha mantenido por 50 años y que ha sumido al pueblo cubano en la pobreza.
Sin que nada de esto quede atrás, Washington recibe a la delegación cubana para una nueva ronda que se celebrará a puerta cerrada en el Departamento de Estado y que tiene como objetivo “acordar una hoja de ruta para el establecimiento de las sedes diplomáticas” en ambos países.
Antes hay que resolver –según piensan algunos analistas—muchas cuestiones. Desde el punto de vista estadounidense está la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo o los temas marítimos y de seguridad nacional.
Los gobiernos que encabezan Barack Obama y Raúl Castro también tendrán que enfrentar temas sobre los que, por ejemplo, los cubanos no quieren ni oír hablar: tal es el caso de los presos políticos, los presos de conciencia, la violación al derecho a la libertad religiosa, las “damas de blanco”, el patrocinio cubano de procesos revolucionarios de corte marxista y una larga lista de “agravios” que llegan –incluso– al hecho que Cuba ha dado cobijo, históricamente, a fugitivos de la ley de Estados Unidos, que han llegado ahí pagando jugosas recompensas al gobierno.
Verdades a medias, intereses soterrados, hipocresías y deseos de dominación, lo cierto es que Washington y La Habana no lo tienen fácil.
Por eso, Obama ha puesto quizá a su mejor pieza para la negociación: Roberta Jacobson, secretaria de Estado Adjunta para el Hemisferio Occidental, una diplomática con enorme conocimiento de América Latina. Mientras que por la parte cubana la delegación está representada por otra mujer, Josefina Vidal, jefa del Departamento de Estados Unidos de la Cancillería de Cuba. También es una hábil negociadora que ya sirvió a su país en Washington.
Un factor de discordia es la permanencia de Cuba en la lista del Departamento de Estado sobre países que promueven el terrorismo, y la necesidad o no de eliminar al país de ese listado antes de reabrir las embajadas.
En La Habana, el alto funcionario de la Cancillería cubana, Gustavo Machín, adelantó a la prensa que “sería un contrasentido” restablecer relaciones diplomáticas y que la isla permanezca en esa lista, en la que el país fue incluido en 1982.
Todas estas cuestiones, y muchas más que permanecen en una agenda oculta para ambos países, formarán el corpus de las discusiones que hoy encuentran una luz de esperanza en normalizar las relaciones, primero diplomáticas y después humanitarias. Y el mediador del acercamiento es el líder mundial más reconocido en términos morales de todos los líderes que pudieron haber acercado lo que parecía imposible: el Papa Francisco.
Hoy celebramos a...