Una mirada al monasterio ortodoxo de Voronet, en Rumania.
Quizá el Monasterio de la pequeña villa rumana de Voronet sea el más conocido –y el más hermoso- de los llamados “monasterios pintados” de Ucrania, Rumania y Moldavia.
Sin embargo, no siempre fue así. Durante la era del totalitarismo comunista, tanto Voronet como los demás monasterios del área permanecieron casi en el anonimato, mantenidos tan sólo por las dedicadas manos de monjas y monjes ortodoxos locales, quienes ahora reciben a los visitantes que llegan a admirar los exquisitos frescos de llamada “Capilla Sixtina del Este”, el gran Monasterio de Voronet que tardó apenas tres meses y tres semanas en construirse, en 1488.
El monasterio está cubierto, interna y externamente, de frescos que ilustran no sólo escenas bíblicas y referencias iconográficas de temas religiosos, sino que además incluyen retratos de los filósofos griegos Platón y Aristóteles como parte de la tradición teológica cristiana.
Pero el gran atractivo de Voronet, aquello que lo separa de la pintura tradicional bizantina y sus fondos dorados neutros tras los personajes representados, es un misterioso color azul, omnipresente en el monasterio. Los frescos de Voronet son conocidos por este intenso pigmento azul de fondo, el “Azul de Voronet”, cuya composición sigue siendo un misterio hoy día, a más de 500 años de la fundación del monasterio, excepto para los monjes que, religiosamente, mantienen vivos los colores del edificio.