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Gaudí y el papa Francisco, ¡cuánto en común!

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Redacción de Aleteia - publicado el 23/02/15

El genial arquitecto quiso que la Sagrada Familia fuese llamada “la catedral de los pobres”

Reflexionando sobre el programa del papa Francisco me ha venido a la memoria un cierto paralelismo entre la exhortación apostólica Evangelii gaudium y el gran arquitecto Antoni Gaudí i Cornet (1852-1926), el genial creador de la basílica barcelonesa de la Sagrada Familia.

Diría que su vida y su obra encarnan muchos contenidos del documento programático de Francisco.

El gozo de la fe, objetivo de Gaudí

A veces las etimologías ofrecen pistas de compresión muy sugestivas. En mi caso, me ha invitado a reflexionar la proximidad del término del documento del Papa y el apellido de nuestro arquitecto: gaudium y Gaudí.

Producen gozo y alegría aquellas cosas “quae visa placent” (que, una vez vistas, agradan).

Gaudí fue un cristiano muy consciente y ejemplar –hasta el punto de que tiene incoado ya en Roma el proceso de beatificación- y quería que sus obras arquitectónicas fueran expresión de la fe y produjeran el gozo de la fe en quienes las contemplarán.


Antonio Gaudí

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La Sagrada Familia es un estallido de gozo, de alegría de la fe. Aporta su técnica depurada, rodeada de luz y acompañada siempre del color, para producir este sentimiento en el observador de su obra.

Hay una anécdota muy significativa a este respecto. De las doce columnas dedicadas a los Apóstoles del Señor, sólo superadas en altura por las torres dedicadas a Cristo, a la Virgen María y a los cuatro evangelistas, Gaudí sólo alcanzó a ver una de ellas.

Una vez se quitaron los andamios, apareció el intenso colorido de los símbolos episcopales que coronan las torres de los apóstoles.

Gaudí, entonces, preguntó a un hombre del barrio en que nacía el templo, qué impresión le producía la torre.

El hombre, que iba a las oficinas de la obra, para arreglar y poner en hora los relojes, fue muy escueto y expresivo.

“-Fa goig!” –dijo en catalán. Expresión que equivale a un “¡Da gusto verla!”.

Y Gaudí explicó a sus colaboradores que le había complacido mucho esta primera reacción de un hombre del mismo barrio de la Sagrada Familia, que entonces era un barrio periférico de Barcelona.

El papa Francisco –como el santo de Asís- quiere que descubramos y vivamos la alegría de la fe. En su exhortación apostólica nos invita a una etapa evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio y de la evangelización (EG 1).

La “catedral de los pobres”

El Papa ha dicho y repetido desde el primer momento de su ministerio como Obispo de Roma que desea ardientemente “una Iglesia pobre y para los pobres”, una Iglesia samaritana, madre tierna y misericordiosa, “porque Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia” (EG 3).

Y el capítulo cuarto de Evangelii gaudium está dedicado a “la dimensión social de la evangelización”, y especialmente a la “inclusión social de los pobres”.

Gaudí veía que muchos pobres acudían a pedir limosna junto al templo que nacía y dijo que “los pobres siempre han de ser acogidos en la Iglesia”.

Quiso que aquella obra que construía fuese llamada “la catedral de los pobres”, porque surgía en un barrio totalmente periférico, de esas periferias a la que nos invita a ir Francisco.

Algún pintor catalán dejó constancia, en una pintura titulada “la catedral de los pobres”, de esa profunda sintonía de la obra de la Sagrada Familia con los pobres.

Además, Gaudí cuidaba mucho la relación personal con sus obreros; los visitaba en sus casas, si estaban enfermos les aconsejaba que no hicieran excesos –sobre todo en la bebida- y cuidaba de que nada les faltara, dejando –si era preciso- incluso su ayuda monetaria, a pesar de que él –en aquellos años- vivía muy pobremente a pie de obra, como un constructor medieval de catedrales, junto a sus obreros y tan austeramente como ellos o quizás aún más que ellos.

Para los hijos de los obreros y de los vecinos del lugar construyó unas escuelas junto al templo. Con su habitual genialidad, imitó arquitectónicamente las estructuras del corazón humano y aludió a los nombres de las tres personas de la Sagrada Familia: Jesús, María y José.

Una bella manera de decir que el amor y la familia son los hechos que han de inspirar la labor de toda escuela.


SAN JOSE MANYANET

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Esta preocupación social de Gaudí, la reconoció el Papa emérito, al término de la ceremonia de la solemne dedicación al decir: “Gaudí, diseñó y financió con sus propios ahorros la creación de una escuela para los hijos de los albañiles y para las familias más humildes del barrio, entonces un suburbio marginado de Barcelona. Hacía así realidad la convicción que expresaba con estas palabras: ‘Los pobres siempre han de encontrar acogida en el templo, que es la caridad cristiana’”.

La obra evangelizadora del templo de la Sagrada Familia, con este espíritu, tenía una dimensión social. Así, como dice el papa Francisco, “no se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora” (EG 176).

En la última etapa de su vida, Gaudí vivió muy pobremente, renunciando a proyectos tentadores para dedicarse exclusivamente al templo de la Sagrada Familia.

La muerte le llegó al ser atropellado por un tranvía en el momento en que, como hacía cada día, terminada su jornada de trabajo, se dirigía a la iglesia de la Congregación de San Felipe Neri, junto a la catedral barcelonesa, para quedarse un largo tiempo en plegaria de adoración ante el Santísimo Sacramento expuesto, en la devoción llamada de las “Cuarenta Horas”.

Vestía pobremente y no fue reconocido. Internado en el Hospital de la Santa Cruz –o de los pobres-, como él deseaba, sus últimas palabras, tras recibir los sacramentos, fueron: “Déu meu, Déu meu” (“¡Dios mío, Dios mío!”).

Llevar el Evangelio a todo el pueblo

El capítulo quinto de la exhortación del papa Francisco está dedicado a los “evangelizadores con espíritu” y presenta unas motivaciones para un renovado espíritu misionero.

El Papa desea pastores con olor de oveja, no meros funcionarios. Nos habla del “encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva”, del gusto espiritual de ser pueblo, de la acción misteriosa del Resucitado y de su Espíritu y de la fuerza misionera de la plegaria, y en concreto de la plegaria de intercesión.

En este punto, el paralelismo con Gaudí me parece altamente sugestivo y muy inspirador.  Gaudí, sobre todo en su madurez, aspiraba a convertir todas sus obras en una expresión pública y misionera de la fe cristiana.

Culminaba todas sus obras con la cruz y en su famoso edificio llamado “La Pedrera” quiso colocar una imagen de la Santísima Virgen, la “llena de gracia” -el edificio estaba en la frontera de la antigua Villa de Gracia-, lo que provocó un conflicto con sus clientes, los dueños del famoso edificio.

En la Sagrada Familia sacó los retablos fuera del templo, llevado de su afán evangelizador. Son las tres fachadas –del Nacimiento, de la Pasión y de la Gloria- que es una síntesis en piedra de la vida del Señor y de la vida cristiana y podían evangelizar a cuantos transitaban por allí.

Son mundialmente conocidas las siluetas de la torres, con las inscripciones latinas del Sanctus, Sanctus, Sanctus. Inscripciones no al interior, sino claramente en el exterior.

Quería él que, al ascender como una cinta helicoidal por las torres, las pudieron leer todos los transeúntes, creyentes y no creyentes, y al leerlas, levantaran los ojos hacia el cielo y alabar a Dios.

Gaudí, como el Papa, valoraba la dimensión evangelizadora de la liturgia, que conocía y celebraba. No en vano leía constantemente l’Année Liturgique, de Dom Guéranger, abad de Solesmes.

Lo realizó al trasladar el coro de los canónigos de la catedral de Mallorca a la zona del presbiterio y culminó en el templo de la Sagrada Familia, que proyectó en sus últimos detalles para dar espacio y visibilidad de la celebración a toda la asamblea de los fieles.

En este sentido, fue un adelantado de las intuiciones del Concilio Vaticano II sobre la liturgia. “La liturgia lo tiene todo previsto”, decía Gaudí llevado de su gran admiración por el culto cristiano, desde los símbolos y ritos hasta el canto.

Una de las fotos más venerables que se conservan de él es la de su participación en la procesión del Corpus Christi, tan solemne y de tanta tradición en Barcelona, a las puertas de la catedral, con sus cabellos blancos, su mirada recogida en adoración y llevando un gran cirio en sus manos.

Antonio Gaudi in procession Corpus Christi – es
Public Domain

Francisco y el franciscanismo de Gaudí

En su conversación con los periodistas, de retorno de su viaje a Corea del Sur, el Papa habló de la preparación de una encíclica sobre los problemas de la ecología.




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Ya el día 19 de marzo de 2013, en la homilía de la misa de inicio de su pontificado, hablando de san José, que fue custodio de Jesús y de María, Francisco subrayó la necesidad de custodiar también el medio ambiente, la creación que Dios ha puesto en manos de los hombres.

La Sagrada Familia es también el Canto de las Criaturas del gran santo de Asís en el lenguaje de la arquitectura.

No creo que exista en el mundo otro templo con tanta presencia, en alabanza del Creador, de la flora y la fauna terrenales.

La basílica de la Sagrada Familia no es sólo un bosque, es también un gran vergel de flores y frutos del mundo mediterráneo, bañados por su luz, la “luz ideal”, en opinión de nuestro arquitecto. Gaudí es genial en la creación de formas geométricas regladas.

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Tanto es así que, en una de sus frases geniales, llegó a decir que “la recta es la línea de los hombres, pero la curva es la línea de Dios”. Gaudí posee un profundo espíritu franciscano y su arte es eminentemente franciscano porque se inspira en la naturaleza.

Llegó a decir: “Este árbol que hay frente a mi obrador, éste es mi maestro”. Su arquitectura se basa en la observación de la naturaleza en tanto que obra de Dios, como quería san Francisco de Asís. Amó tanto la naturaleza y sus formas que fue ecologista cuando nadie hablaba de esta disciplina.

Gaudí y la importancia de un abrir un proceso

Una sintonía especial de Gaudí con el papa Francisco radica especialmente en la familia. El tema está en la agenda prioritaria del Papa, que ha convocado y celebrado el Sínodo extraordinario de 2014 y el ordinario de 2015 con el tema de los retos de la familia en el contexto de la evangelización.

Gaudí fue un defensor de la familia, cuidó de su familia con gran dedicación -a pesar de la mole de trabajo profesional que se imponía-, en especial de su padre y de su sobrina Rosa Egea, una joven de precaria salud.

Cuando llegaba a su casa en el parque Güell, donde residía con su padre y su sobrina, lo primero que preguntaba era: “Què ha fet la nena?” (“¿Qué ha hecho la niña?”).

Hay un texto de Evangelii gaudium que me parece que ilustra muy bien la personalidad y la obra de Gaudí. Habla el papa Francisco de “un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio” (EG 222-225).

Este principio, como nos dice el Papa, permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por los resultados inmediatos: “Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad (…). Dar prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en anillas de una cadena en constante crecimiento. Sin caminos de retorno” (EG 223).




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Cuando le comentaban que las obras de la Sagrada Familia duraban mucho, Gaudí respondía que “mi cliente no tiene prisa”.

Se trata de saber iniciar procesos y no de intentar ocupar espacios de poder, con la ilusión de obtener unos resultados inmediatos.

Gaudí nunca quiso ocupar espacios de poder; amó profundamente y vivió la pobreza, tanto en su persona y en su obra culminante, la Sagrada Familia, cuya ejecución estuvo parada mucho tiempo en vida de Gaudí por la falta de recursos monetarios.

Pero supo iniciar un proceso. Un proceso cuyas pautas son muy fecundas y diversas, tanto en el ámbito arquitectónico, como en el cultural, en el religioso y el evangelizador por los millones de personas que visitan la basílica.

La culminación del proceso iniciado por él esperamos que tenga una especial visibilidad con la terminación de la basílica de la Sagrada Familia, prevista para el año 2026, año en que se celebrará el centenario de su muerte.

Para realzar la visibilidad espiritual del “proceso gaudiniano” tenemos una confianza: que, si la Iglesia así lo decide, logremos ver su beatificación, con lo que sería el primer arquitecto de la historia en subir a los altares. Esta es nuestra esperanza.

Por Lluís Martínez Sistach, cardenal arzobispo de Barcelona
Artículo publicado el 13 de febrero de 2015 en L’Osservatore Romano

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