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Mi marido no quiere tener más hijos, ¿hago bien en separarme?

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Gelsomino del Guercio - publicado el 18/02/15

Podría haber nulidad matrimonial, pero es importante permanecer unidos en beneficio de los hijos que se han tenido

Una lectora nuestra cuenta la situación que está viviendo en familia: nos ha pedido si es posible divorciarse y pedir la nulidad por una “promesa” a la que ha faltado la pareja.

“Buenas tardes, soy mamá de un niño de dos años, que llegó después de 11 años de matrimonio. Mi esposo no quiere tener más hijos, declaro que tanto en el noviazgo como en los 11 años de espera siempre me dijo que sería bueno tener dos. Para mí, ha faltado a su promesa hecha frente a Dios el día de nuestra boda. Nuestra relación por este motivo y otros se está deteriorando. Según ustedes ¿el solo hecho de no querer tener más hijos es un buen motivo para pedir la separación? Mi idea de familia según su querer ya no tiene sentido. Muchas gracias”.

Sobre el tema del posible divorcio, Aleteia escuchó a don Héctor Franceschi, ordinario de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

“Primero que nada – dice el profesor – diría que el solo hecho de no querer tener más hijos no justifica la separación, si entendemos la separación conyugal de la que habla la Iglesia, que concierne tanto al adulterio del otro cónyuge como a una situación que ponga en peligro la integridad física o espiritual del cónyuge o los hijos, o si el cónyuge hace muy difícil la vida conyugal (cfr. cánones 1152 y 1153 del Código de Derecho Canónico).

Si se llegara a esa situación, se podría pedir la separación mientras perdurara tal situación (no se debe confundir, sin embargo, la separación con el divorcio civil y, mucho menos, con la nulidad matrimonial)”.

Entender mejor la actitud del marido

Franceschi invita a nuestra lectora a “hacer todo lo posible para salvar el matrimonio, pensando también en el bien del hijo que ya tienen, que necesita un padre y una madre”.

Por eso, respondiendo seriamente subraya: “intente entender el por qué del rechazo de su esposo. Pida ayuda en la parroquia o en un buen consultorio familiar. Intente una terapia de pareja. Sé que el momento es difícil, pero si logra salvar esa unión verá que al final le agradecerá al Señor”.


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El camino de la nulidad matrimonial

Si a pesar de todo su marido no quisiera abandonar su posición “y si descubriera que desde el principio tenía una clara y determinada voluntad de tener sólo un hijo, sin importarle lo que usted pensara o quisiera, y no lograran cambiar la situación, se podría formular una posible nulidad matrimonial por diversos motivos, pero para dar una respuesta más asertiva necesitaría más datos”.

Por “exclusión de la prole”

Hipotéticamente, la causa de la nulidad “podría ser la exclusión de la prole si en el momento de la boda el marido se hubiera reservado totalmente la decisión respecto a cuándo tener un hijo y sólo uno, sin considerar que él sabía que usted hablaba de al menos dos”.

La “traición” moral del marido

Otra hipótesis sería “el consenso condicionado por parte de usted, si se casó con la voluntad determinada de tener al menos dos hijos y ahora, al descubrir que la voluntad del marido era tener sólo uno, se ha sentido traicionada y considera que el matrimonio no está en pie”.

“Como he dicho, sin embargo, estas son sólo hipótesis que deberían ser valoradas por expertos después de un cuidadoso diálogo con usted”, añade.

La consulta con el párroco

En conclusión, según el experto de derecho canónico matrimonial, “antes que nada haga hasta lo imposible por entender las razones de su marido y hágale cambiar de idea, porque en ese claro cierre a la prole hay algo que no está bien y que podría conducir casi seguramente al alejamiento y al fracaso, porque un amor que se cierra a la dimensión fecunda es un amor egoísta y no ayuda ni siquiera a la unión entre los cónyuges”.

Si los intentos fallan, “entonces podría dirigirse al párroco para pedir consejo sobre la vía a seguir”.

Los consultores en los tribunales eclesiásticos

Además, debe decirse que en los tribunales eclesiásticos “hay personas que tienen la tarea de aconsejar y ayudar a las personas que se encuentran en situaciones como la suya”.

“Diríjase al tribunal – exhorta Franceschi – para profundizar sobre la problemática y ver si, en el caso concreto, más que un matrimonio que no funciona o que ha fracasado, nos encontramos frente a un matrimonio nulo, es decir, que no ha sido nunca un verdadero matrimonio”.

Y concluye: “No me queda más que decirle que rezo por usted y espero que encuentre la mejor solución, tanto para usted como para el pequeño”.

Acto “unitivo y procreador”

Barbara Baffetti, filósofa y pedagoga, miembro de la Comunidad del Centro Familiar Casa de la Ternura de Perugia y conductora de Grupos de Palabra, en apoyo a los hijos de padres separados, lanza un serio llamamiento a la mujer:

“Comprendo su frustración respecto a lo que le parece una traición en relación al proyecto matrimonial compartido desde el principio con su marido”, dice.

“El matrimonio les da a los esposos la posibilidad de participar en la voluntad creadora del Padre, a través del acto conyugal en que se entrelazan los dos aspectos, unitivo y procreador -continúa-. El matrimonio, precisamente en virtud de ello, nace y se funda en una fecundidad de la pareja que es antes que nada comunión entre los cónyuges”.

Rescatar el valor de la parentalidad

La parentalidad de los esposos, subraya la experta de Pastoral Familiar, “comienza a partir de ahí y quizá la de ustedes se esté perdiendo por toda una serie de motivos sobre los que es importante reflexionar”.

Intenten volver a poner en comunión, deseos y esperanzas, miedos y dificultades, también su parentalidad -aconseja-. Sepa que, por experiencia directa en nuestro centro, que acompaña a las parejas en dificultad, la crisis no nunca es un fracaso de cual hay que prescindir, sino que si se enfrenta oportunamente, es un momento precioso para volver el matrimonio fecundo, más allá del tema biológico”.

“Pienso que esta es una responsabilidad a la que usted y su marido están llamados, como esposos y padres”, añade.

Divorcio no, sino camino de apoyo para la pareja

De hecho, observa Baffetti, “está también el niño que hay que contemplar. Lo han acogido como un don y ahora están llamados a custodiar con una paternidad y una maternidad verdaderamente responsables.

Como conductora de “Grupos de Palabra” para hijos de padres separados, conozco la perturbación emocional de estos niños y su dificultad en percibirse aún protegidos por una familia; veo la dificultad en salvaguardar la parentalidad ahí donde se interrumpió la esponsalidad, con las consecuencias negativas que puede imaginar”.

“Por eso -concluye-, en nombre de su hijo, pero también de un proyecto al cual Dios es aún fiel, la invito a emprender un camino de apoyo de pareja y le deseo que la ternura de Dios la lleve a redescubrir la belleza de su matrimonio”.

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