Cuaresma práctica: Hacer de tu vida una oración
Oración, penitencia y limosna, son los tres pilares que permiten prepararse para vivir la Semana Santa y la Pascua. ¿Por qué? Porque conllevan las indicaciones de Cristo para seguirle: negarse a uno mismo y tomar la propia cruz.
Este peregrinar detrás de Cristo no se realiza de forma solitaria, sino junto a otros hermanos y al mismo Cristo. Él habla a través de las Sagradas Escrituras y es posible contestarle mediante la oración.
¿Qué tener en cuenta para orar?
Si la fe flaquea, la oración perece. ¿Quién hay que ore si no cree? Por esto, el bienaventurado Apóstol, exhortando a orar, decía: “Cualquiera que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Rm 10, 13). Y para mostrar que la fe es la fuente de la oración y que no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua, añadió: “¿Cómo van a invocar a Aquel en quien no creyeron?” (Rm 10, 14) Creamos, pues, para poder orar. Y para que no decaiga la fe mediante la cual oramos, oremos. De la fe fluye la oración; y la oración que fluye suplica firmeza para la misma fe (San Agustín, Sermón 115, 1)
San Pablo, tal como señala san Agustín, se hace algunas preguntas sobre la oración “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Rm 10, 14).
Es posible que desconozcamos a Dios. Que Él haya pasado a ser un ser lejano e incómodo. No nos es útil para la vida moderna, ya que no se puede convertir en herramienta de nuestros deseos. Entonces, ¿por qué orar a un ser que parece que no interviene en nuestra vida?
La fe nos permite saber que Dios existe, es un Dios cercano que nos ama de forma infinita. La esperanza nos permite sentir que la mano de Dios no nos abandona, aunque nosotros lo olvidemos. La caridad, nos permite amar a Dios y a nuestros hermanos porque tenemos esperanza y fe.
Si nuestra vida está sostenida en las tres virtudes teologales ¿por qué no oramos constantemente a Dios? “Estad siempre alegres, orad sin cesar” (1 Te: 5, 16).
Cada acción que realicemos es oración a Dios si ponemos nuestra voluntad en que sea virtuosa.
Cada palabra que decir, es orar a Dios, siempre que esté llena de amor.
Cada pensamiento que tengamos, es una oración a Dios, siempre que provenga de la fe que nos asiste.
Cada sentimiento es una oración a Dios, siempre que esté lleno de esperanza.
Por eso San Pablo anima a estar siempre alegres. ¿Cómo no lo vamos a estar si oramos con cada latido del corazón?
¿Cómo orar en Cuaresma? Haciendo que Dios se manifieste a través de nosotros en todo momento. Buscando un momento tranquilo para dar gracias a Dios y poner nuestra voluntad en sus manos.