La caridad empieza por casa
La homosexualidad no es ni una virtud ni un logro. La orientación homosexual es una circunstancia de la persona difícil de explicar. No sabemos por qué algunas personas tienen estas tendencias homosexuales, pero sí sabemos que siempre hubo, hay y habrá personas con estas tendencias.
En cada persona las causas son diferentes. No hay unanimidad, pues, entre los expertos sobre la causa. ¿Será una compleja fusión de factores hormonales, cromosómicos o genéticos, químicos, biológicos, ambientales, carencias en el periodo temprano del desarrollo psicosexual? ¿Alguno de estos factores será más preponderante e influirá en los demás?
No existe ningún consenso científico sobre los orígenes de la atracción por el mismo sexo. Para algunos no se nace con la tendencia homosexual y para otros sí.
Tampoco hay evidencia alguna de que esos sentimientos, si no son deseados, sean irreversibles.
Hay que ser conscientes de que hasta el momento en que, voluntaria o forzosamente, sale a la luz la tendencia homosexual de alguien, es probable que dicha persona haya tenido un itinerario difícil, largo y solitario. Itinerario que después continúa, en unos casos en medio de afrentas y desprecios, en otros casos en medio de vergüenzas y culpas que lo hacen aún más doloroso. Y se dobla el sufrimiento de la persona.
Por tanto –comenzando por la familia- hay que ser con estas personas muy amables y comprensivos.
Los padres de familia deben recordar o tener presente que los hijos con estas tendencias homosexuales suelen desear más que nada en este mundo el cariño y la aceptación de sus padres, cualesquiera que sean las circunstancias.
El hijo debe tener, independientemente de sus tendencias y actos, siempre un lugar en el corazón de sus padres y estos, al plantearse esta cuestión -y siempre- deben buscar su bien, junto al del conjunto de la familia.
¿Que venga a casa de sus padres con su pareja, le beneficiará, en su integridad? ¿Podría perjudicar esto al resto de la familia?, pueden preguntarse los padres.
Por tanto si un(a) hijo(a) quiere ir a casa con su pareja homosexual, pues en principio se le debe acoger, aunque habría que tener en cuenta factores como su edad, la «solidez» de la relación con esa pareja, la posible presencia de otros hermanos pequeños en casa a los que podría afectar ver a su hermano en casa con un novio de su mismo sexo,…
La caridad empieza por casa. Y para entender qué es la caridad hay que leer el capítulo 13 de la primera carta del Apóstol san Pablo a los corintios («si no tengo amor, no soy nada…»).
Todas las personas, por el solo hecho de serlo, gozan de una dignidad: la dignidad humana. Las personas con tendencias homosexuales son personas tan dignas como las que no lo son. Comprensión, ayuda, acogida y caridad hay que tenerlas con todas las personas indiferentemente de su tendencia sexual.
Acoger a las personas con estas tendencias tiene que ser lo más obvio para las familias cristianas y en consecuencia para la Iglesia.
Para los padres de una persona con tendencia homosexual el consejo es: aceptarle y amarle tal como es. Hacerlo lo mejor que se pueda y ponerla en manos de Dios.
Tenemos que estar lejos de una actitud de rechazo o de discriminación. La inclinación homosexual, “objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”, dice el Catecismo de la Iglesia católica (2358).
Ahora hay que decir que la acogida de las personas con tendencias homosexuales no implica una valoración positiva de dichas tendencias.