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El Papa Francisco presidió la misa celebrada con los nuevos cardenales del Colegio Cardenalicio. En su homilía destacó la compasión de Jesús: “Ese padecer con que lo acercaba a cada persona que sufre. Jesús, se da completamente, se involucra en el dolor y la necesidad de la gente…”.
La compasión de Jesus ante la marginación y su voluntad de integración fue el tema principal de su homilía a los nuevos cardenales, explicando lo que debieron sentir los leprosos en aquella época: “Imaginad cuánto sufrimiento y cuánta vergüenza debía sentir un leproso: físicamente, socialmente, psicológicamente y espiritualmente. No es sólo víctima de una enfermedad, sino que también se siente culpable, castigado por sus pecados”.
Durante su intervención el Papa Francisco explicó que “Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios” y mostró cómo no deroga la ley de Moises, sino que la lleva a su plenitud.
“La lógica del amor que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios, Nuestro Salvador, «que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tm 2,4). «Misericordia quiero y no sacrifico» (Mt 12,7; Os6,6)”, afirmó el Obispo de Roma.
Para el Papa Francisco: “Jesús no tiene miedo de este tipo de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan incluso de una curación, que se escandalizan de cualquier apertura, a cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales o espirituales, a cualquier caricia o ternura que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista. Él ha querido integrar a los marginados, salvar a los que están fuera del campamento (cf. Jn10)”.
Con la presencia de los nuevos cardenales, se planteó dos lógicas de pensamiento y fe: “el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos”. “Hoy también nos encontramos en la encrucijada de estas dos lógicas: a veces, la de los doctores de la ley, o sea, alejarse del peligro apartándose de la persona contagiada, y la lógica de Dios que, con su misericordia, abraza y acoge reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación y la exclusión en anuncio”, explicó el Papa.
Ante esta encrucijada, el obispo de Roma destacó cuál es el camino de la Iglesia: el de la misericordia y de la integración: “El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero; el camino de la Iglesia es precisamente el de salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos en las “periferias” de la existencia; es el de adoptar integralmente la lógica de Dios; el de seguir al Maestro que dice: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan» (Lc 5,31-32)”.
A los cardenales se dirigió especialmente, mostrándole que no sólo tienen que acoger e integrar a aquellos que llaman a la puerta, “sino ir a buscar, sin prejuicios y sin miedos, a los lejanos, manifestándoles gratuitamente aquello que también nosotros hemos recibido gratuitamente”.
“Os exhorto a servir a la Iglesia, en modo tal que los cristianos – edificados por nuestro testimonio – no tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que nada tiene de auténticamente eclesial".
"Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso – de cuerpo o de alma -, que está discriminado. No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado”, finalizó el Papa Francisco.