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¿Es bueno hacer ficción en el cine con el Holocausto?

Schindler’s list – movie – es

© Universal Pictures and Amblin Entertainment

Miriam Díez Bosch - publicado el 13/02/15

Por un lado ayuda a no olvidar; por otro, existe el riesgo de banalizar la tragedia

¿Se puede hacer ficción en el cine con el Holocausto? Se lo hemos preguntado a la doctora Rosa-Àuria Munté Ramos, experta en el Holocausto en el cine y profesora de la Facultad de Comunicación Blanquerna (FCB) de la Universidad Ramon Llull en Barcelona.

En un momento de antisemitismo presente, hacer ficción sobre el Holocausto es pertinente y útil para no silenciar la problemática. Así lo defiende esta especialista que define la función de la ficción como  “plantear unas situaciones excepcionales que son profundamente inspiradoras”.

¿Es lícito hacer ficción de una realidad como el Holocausto?

La pregunta sobre si se puede o no hacer ficción del Holocausto es muy pertinente, pero puede sorprender a día de hoy, puesto que hay un dato más que evidente: se hace ficción del Holocausto, y mucha por cierto. Es más, en nuestro presente, en plena posmodernidad, resulta asombroso aceptar la idea que haya algún solo aspecto humano del que no se pueda hacer ficción.

No obstante, la idea que el Holocausto no se puede representar por medio de la ficción no surge de la nada. Theodor Adorno fue el primer intelectual en plantear el problema ético y estético de la representación del Holocausto en su conocido dictum de 1949, “tras Auschwitz, escribir un poema es bárbaro”.

Esta constatación se formuló de un modo claro y contundente en 1977, cuando el superviviente Elie Wiesel expresó su temor a la representación de ficción del Holocausto cuando negaba que se pudiera utilizar como inspiración para escribir un libro de ficción.

Wiesel rehusaba la imaginación para ponerse en el lugar de la víctima y que los lugares del genocidio como Treblinka, Belzec, o Babi Yar pudiesen convertirse en temas literarios, otorgándole una dimensión estética a la crueldad del exterminio. Además, le parecía especialmente grave si la ficción era escrita por parte de alguien que no lo había vivido. Defendía que es imposible imaginar qué fue el Holocausto por parte de los que no lo habían padecido, con el objetivo de representarlo haciendo uso de la ficción.

O sea, el silencio.

Sí: estos argumentos tienen una peligrosa contrapartida: sumirse en el silencio y por lo tanto relegar el recuerdo del Holocausto a la catacumba del olvido. Es en esa época que surgen libros o películas “problemáticas” que son criticadas por parte de supervivientes o intelectuales, pero la realidad es que estas representaciones no frenan, al contrario, con el paso de la invisibilidad y casi desconocimiento social del Holocausto desde el final de la guerra hasta mediados de los 60 a la visualización  aparecen más y más obras.

Es entonces cuando se constata una realidad: no se pueden poner puertas al campo, y la academia no frena las múltiples representaciones cuando el Holocausto se populariza, o se globaliza a través de Hollywood.

Es sobre todo a partir del 2000 que surgen representaciones más provocadoras e interesantes y se produce un efecto que a mi entender es el más interesante: la constatación que es justamente a través de la ficción que el Holocausto se puede representar de un modo más inspirador y provocador, y puede llevar a una reflexión y a un estado de comprensión del genocidio de un modo muy profundo aunque substancialmente distinto a la historia o el puro testimoniaje del superviviente.

¿Qué películas del Holocausto son más influyentes o remarcables?

Hay muchas, pero siguiendo lo que estaba contando, yo considero que hay dos obras que han tenido una enorme influencia en todo este proceso: la primera fue una miniserie, el Holocausto, que apareció en 1978 en la cadena de televisión estadounidense NBCEsta fue la primera vez que el Holocausto llegaba de manera masiva a la opinión pública, con un impacto social enorme, puesto que la serie fue vista por más de 120 millones de estadounidenses, y en 1980 se calculaba que la serie había sido vista por más de 222 millones de personas en 50 países distintos.

A pesar del interés del público por un tema hasta entonces poco conocido, la serie motivó duras críticas lamentando la trivialización y la proximidad de género con los emotivos seriales televisivos. Wiesel, consideró la miniserie un insulto contra todos aquellos que perecieron y que sobrevivieron, y manifestaba su temor a que el recuerdo de lo auténtico quedase trivializado por el recuerdo de su representación en los mass media. Temía que la ficción sustituyese a la historia y a que se privilegiase el recuerdo de la miniserie al horror del auténtico Holocausto.

La otra película fue La lista de Schindler del director de Hollywood Steven Spielberg en 1993, que se convirtió en el disparo de salida de la globalización del Holocausto. A la que se le suma poco después La vida es bella de Roberto Benigni. Las películas de Hollywood, uno de los agentes más consolidados de la globalización cultural, son vistas por millones de personas en todo el mundo

A partir de entonces la industria cultural giró la vista hacia el Holocausto como tema para la cultura de masas en la televisión, el cómic, los libros, el cine, o internet. La globalización del Holocausto comporta, por lo tanto, un considerable aumento de producción y difusión de producciones culturales para un consumo global.

Ahora bien, se desatan de nuevo los temores y las críticas de los que habían sido los “guardianes de la memoria” del Holocausto. La globalización del Holocausto, comporta la inmersión del Holocausto como tema para nuevas producciones de la cultura de masas dentro de los canales de la denominada industria cultural.

A partir del 2000 surgen un alud de películas sobre el Holocausto: Amén, El pianista, Malditos bastardos, por citar algunas. Finalmente, no hay que olvidar los documentales más destacados. Shoah, de Claude Lanzmann, que es una obra maestra, excepcional; Noche y niebla de Alain Resnais, que han influido de un modo significativo también a la comprensión y la iconografía fílmica del Holocausto.

¿Qué películas son más fieles y qué películas han distorsionado la historia?

La ficción del Holocausto, a mi modo de entender, ha de transmitir la Verdad (con mayúsculas) de lo sucedido, independientemente de si los hechos narrados recrean algo que realmente sucedió. La ficción debe contar la esencia de la vida y la muerte en los campos nazis, aunque no relaten de modo fidedigno la verdad histórica.

Por ejemplo, de las películas mencionadas, La vida es bella es claramente una fábula. Un niño no podría haber sobrevivido en Auschwitz como lo hizo el pequeño Giosuè, pero esa “falta de verdad” no es relevante porque la ficción de la película crea una atmosfera que permite comprender y sentir aspectos esenciales en el Holocausto. La película retrata de un modo magistral y fidedigno la absurdidad kafkiana de la vida dentro del campo. Y el final es terrible y doloroso con el grito triunfante –“hemos ganado”- del pequeño Giosuè.

En cambio, a la Lista de Schindler se le criticó que a pesar de ser una película que reprodujo con gran fidelidad los decorados reproduciendo calles enteras del gueto de Varsovia a través de las imágenes de archivo, no fue fidedigna en espíritu a la Verdad. El happy ending final es esencialmente una distorsión de la realidad. Hollywood requiere de finales felices, pero el Holocausto no los tiene.

La salvación de los judíos de Schindler es un final feliz, pero en esencia es la excepción de la norma, y esa ha sido una de las críticas más consensuadas contra la película. Así pues, a mi modo de entender, la fidelidad o distorsión de la película no se debe juzgar desde criterios historicistas sino desde la ficción.

La aproximación al Holocausto desde la ficción no pretende ni debe pretender ser una representación fidedigna. Si hace reclamos de verdad histórica, lo hace de manera más indirecta, posiblemente informativa. La función de la ficción es plantear unas situaciones excepcionales que son profundamente inspiradoras y a veces desconcertando con respecto a la comprensión o “lectura” de los acontecimientos, la experiencia y el recuerdo.

¿La literatura judía se puede entender sin la clave de la Shoa?

La Shoá es una realidad omniabarcante en la cultura judía. No se puede ser heredero inmune a tal realidad. Por lo que la Shoá es una influencia total, tanto por su presencia, como por los silencios o las ausencias en la literatura actual.

Un ejemplo de la afectación en la literatura judías es que casi desapareció el yiddish, de seis millones de hablantes en 7 países a pocos miles. Por lo tanto, la desaparición de toda una lengua es la representación de la desaparición de una cultura, una sensibilidad, un modo de pertenecer al mundo. Pero yo, que no soy judía, entiendo que el Holocausto es un elemento transversal en la cultura occidental. Nos cuestiona éticamente, como humanos, y por lo tanto, se refleja en varios aspectos de nuestra cultura, también en la literatura.

El antisemitismo no ha desaparecido. ¿Hay algún antídoto? 

No olvidar, recordar pero desde la comprensión empática del otro y el cine puede ayudar en esto.

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