Afirmó que “es casi como si [los cristianos y otras minorías] no fueran personas y no tuvieran el más mínimo derecho”.
Indicios de mejora o deterioro de la libertad religiosa
Tras la independencia de Sudán del Sur el panorama de la libertad religiosa en Sudán es sombrío.
Tras varios años de moderación (desde la firma del acuerdo de paz en 2005 hasta la independencia del sur en 2011), el Gobierno está retornando a las políticas de “intolerancia de baja intensidad” contra las personas que profesan credos que no sean el islam.
Esto significa que no se utiliza mano de hierro, ni una postura violenta contra las minorías religiosas, pero lentamente se van poniendo trabas a sus actividades a través de distintos medios administrativos y coactivos.
La secesión de Sudán del Sur ha desencadenado un sentimiento anticristiano en los líderes sudaneses, especialmente entre los islamistas.
Además de denunciar constantemente a los “infieles”, echan la culpa a los cristianos de fomentar el voto a favor de la independencia de Sudán del Sur. Esta tensión ha conducido a la suspensión de las libertades civiles de los grupos minoritarios.
En septiembre de 2013 se produjeron en las calles de las ciudades más importantes manifestaciones y revueltas generalizadas que fueron aplastadas despiadadamente por los cuerpos de seguridad.
Acusadas de apoyar a las potencias de Occidente, las minorías religiosas han sufrido la tiranía tanto del Gobierno como de las fuerzas de seguridad. La tendencia actual apunta hacia dificultades cada vez mayores en la vida diaria para muchas minorías religiosas; se enfrentan a un recrudecimiento del acoso, la opresión y, en ocasiones, la persecución explícita.
Grandes grupos de sursudaneses que esperan ser repatriados a su nuevo país sufren condiciones humanitarias extremas y la indiferencia del Gobierno ante su situación, hecho que no se puede considerar exclusivamente una cuestión de odio religioso.
Las desavenencias en el seno del Gobierno de Omar Al Bashir, así como la imputación del presidente por crímenes de guerra por parte del Tribunal Penal Internacional, pueden explicar la creciente intolerancia gubernamental contra grupos considerados como una amenaza para el régimen. Con toda probabilidad en el futuro próximo continuarán, o incluso se intensificarán, el desprecio de la sociedad y la discriminación religiosa.
Inestabilidad
Sudán sufre una gran inestabilidad por motivos económicos, sociales y políticos. La supervivencia del presidente Omar Al Bashir y de su régimen está rodeada por una gran incertidumbre, ya que su autoridad parece descansar exclusivamente en la represión ejercida por los cuerpos de seguridad y la policía más que en alguna forma de apoyo popular.
Tras un periodo muy breve de mayor apertura a los sursudaneses (mayoritariamente cristianos) entre 2005 y 2011, las minorías se encuentran bajo una presión cada vez mayor ahora que el Gobierno de Omar Al Bashir no ha conseguido ganar el apoyo en su oferta de un Sudán unido.
Tradicionalmente, los sudaneses eran muy tolerantes con las minorías religiosas. La llegada del régimen de Omar Al Bashir en 1989 supuso un cambio radical en las actitudes del Gobierno.
En los años posteriores, los cuerpos de seguridad empezaron a utilizar con total impunidad la tortura y las ejecuciones extrajudiciales. El Gobierno de Sudán era mucho más tolerante con los grupos religiosos, que no eran socialmente activos ni manifestaban celo misionero.
El régimen pretendió que los grupos de las Iglesias se dedicasen a sus actividades eclesiales y, por este motivo, mostraron una mayor tolerancia hacia comunidades como los ortodoxos y los coptos, que hacia los católicos o los anglicanos.
El régimen entendía la libertad religiosa exclusivamente en términos litúrgicos y espirituales y miraba con hostilidad a los grupos confesionales que promueven la educación, se dedican a las obras de beneficencia, de desarrollo social y de sensibilización cívica.
Anteriormente, el Gobierno de Sudán no dudaba en utilizar incluso una fuerza mortífera contra sus adversarios. La decisión gubernamental de bloquear a los organismos extranjeros que ofrecen ayuda humanitaria a las regiones más amenazadas como Kordofán del Sur, los montes de Nuba y el Nilo Azul demuestra hasta qué punto el régimen está dispuesto, incluso ahora, a hacer sufrir a su pueblo con tal de alcanzar sus objetivos.
Para el futuro, parece que el régimen no dudará en servirse de una brutal represión.