¿Es lícito recurrir a la huelga de hambre? ¿Los mártires no se quitan de alguna manera la vida al negarse a renunciar a la fe haciendo una simple ficción?
La doctrina de la fe y el sentido común nos hacen ver que no es acertado ni correcto poner la vida en grave peligro sin una grave necesidad. Por ejemplo, afrontar una incierta intervención médica ante la alternativa de una muerte cierta o luchar para detener injustos agresores que causan el mal a los inocentes.
No existe una doctrina magisterial católica sobre la huelga de hambre. Yo creo que no hay pronunciamiento directo, dada la relativa novedad del fenómeno, sobre todo en su dimensión mediática.
La huelga de hambre, si no es un montaje o un simple ayuno, implica que el huelguista está dispuesto a llegar a las últimas consecuencias, es decir, a morir de hambre si no se atienden sus reivindicaciones, y resulta evidente que esta muerte se la provoca el huelguista él mismo, porque nadie le obliga a dejar de comer y, en este sentido, se asimila al suicidio. Suicidio lento y que hay que evitar aunque sea contra la volundad del huelguista.
Además, esta muerte sólo daría una gran alegría a los tiranos. Aunque las intenciones del huelguista sean las mejores del mundo, no darán por bueno algo que es radicalmente desordenado. El fin no puede justificar los medios. Evidentemente se debe proceder a alimentar al huelguista cuando peligra su vida. Probablemente, en su momento, se alegrará.
El Catecismo de la Iglesia católica enseña que "cada uno es responsable de su vida ante Dios, que se la ha dado. Él sigue siendo su Amo soberano. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y hacerla fructificar. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar su vida. Es gravemente contrario al amor justo de uno mismo".
Y, como hemos dicho muchas veces, a menudo es un acto que no se lleva a cabo con libertad y responsabilidad plenas.
Es totalmente inapropiado asimilar huelga de hambre y martirio. Los mártires cristianos son fieles a Dios hasta la muerte, pero no se provocan ellos mismos dicha muerte. La sufren, la soportan de manos de los perseguidores por fidelidad a su fe, pero no la buscan. Y, evidentemente, si pueden huir de la muerte deben hacerlo, pero no al precio de vender la conciencia.
Hacer una broma fingiendo que se renuncia a la fe es incompatible con la más elemental dignidad de la conciencia. Un auténtico ridículo ante Dios y uno mismo.