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Sacerdotes imperfectos: mejor ayudar que criticar

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CREATISTA

Henry Vargas Holguín - publicado el 03/02/15

Si alguien tiene alguna queja que se dirija al obispo respectivo para que reciba ayuda, pero no es correcto ir hablando mal de él

Es muy difícil tener contento a todo el mundo. Como se dice comúnmente nadie es monedita de oro para ser bien aceptado por todos.

Hay quien critica al sacerdote por sus homilías; hay quien lo critica por sus exigencias siendo él el primero en ser coherente, hay quien lo critica por su manera de hacer su trabajo pastoral o de gestionar la parroquia. Definitivamente todo sacerdote es signo de contradicción.

Con respecto a las homilías, el problema para un sacerdote es que a una misma misa va gente de todas las edades, de todas las condiciones socioeconómicas, de todos los niveles de formación. ¿Cómo adecuar el mensaje a gusto de todos?

Indiferentemente de cómo predique el sacerdote, siempre habrá descontento en sus fieles: unos porque la homilía es corta, otros porque es larga, otros porque es profunda, otros porque es aterrizada, otros porque es fiel a la doctrina, otros porque es espiritual, en fin, etc..

¿Cuál es la solución? ¿Dividir la parroquia por grupos, para que haya una misa para niños, otra para jóvenes, otra para adultos? Esto no es lógico, pues indiferentemente de los grupos que se hagan, siempre habrá fieles de otras edades.

¿Dividir los fieles por grupos, para que haya una misa para gente culta, otra para gente menos culta, otra para gente pobre, otra para gente acomodada? Esto tampoco tiene razón de ser bajo ningún punto de vista.

Críticas comunes

1.- Si el sacerdote es apuesto se equivocó de vocación; debería haberse casado. O es que es misógino. Si es feo, pobrecillo, por eso se hizo sacerdote, no encontró con quien casarse.

2.- Si se compra algo, quiere estar a la moda, tira ‘nuestro’ dinero o no vive la virtud de la pobreza. Si no se compra nada, qué humildad más falsa, no se valora.

3.- Si el sacerdote anda vestido de civil es un mundano, le da vergüenza mostrarse como tal. Pero si lleva el traje clerical es un conservador tradicionalista, que establece barreras con sus fieles.

4.- Si es serio y no saluda es un amargado, está aburrido con nosotros. Si sonríe y saluda tiene un ego muy grande y quiere ser el centro de la atención.

5. Si predica más de cinco minutos, cómo aburre, se va por las ramas. Si su homilía es breve es corto de intelecto, no prepara o infantiliza a los fieles.

6.- Si habla con voz fuerte, lo hace para llamar la atención. Si lo hace en tono natural no adecúa su voz a las circunstancias, no se le escucha y no sabe hablar.

7.- Si predica temas banales, no le importa la salvación de la gente. Si predica y exige la conversión, es un regañón y hace las cosas de mala gana.

8.-  Si no trata a la gente con cariño, qué apático y qué frio. Y si trata a la gente con amabilidad y cariño, va con malas intenciones o tendrá algún interés.

9.-  Si usa las redes sociales no tiene nada que hacer descuidando a sus fieles. Si no las usa es un retrógrado, atrasado y olvida que también se puede evangelizar por este medio.

10.- Si hace algún arreglo en la casa sacerdotal o en la iglesia, malgasta el dinero en vez de darla  a los pobres. Si no hace ninguna obra lo tiene todo abandonado, es un irresponsable.

11.- Si se deja el cabello largo, es un inconforme o un revolucionario. Si lo tiene corto o muy corto: es un bicho raro.

12.- Si bautiza y casa a todo el mundo sin exigir documentos es un facilista y menosprecia los sacramentos. Y si los exige e insiste en la preparación previa pone un montón de dificultades a la gente.

13.- Si se queda en la casa parroquial, no visita a las familias. Si hace visitas, aunque sean pocas, no se encuentra nunca en la parroquia.

14.- Si renueva la parroquia, ¿qué bicho le picó? No respeta lo que manda la Iglesia. No está en sintonía con la Iglesia. Y si mantiene todo igual la parroquia está estancada o retrocede o se empobrece.

15.- Si tiene consejo parroquial y tiene en cuenta la opinión de sus miembros se deja manejar, no tiene criterio. Si no escucha la opinión de la gente es un déspota, un tirano; es soberbio y cree que él lo sabe todo.

16.- Si en sus conversaciones toca problemas sociales, ya se está metiendo en política o habla de lo que no le importa. Si habla de cosas espirituales qué aburrido  que es.

17.- Si anda solo, no comparte con nadie; está descontento con nosotros o es un amargado. Si lo ven conversando con hombres, ¿de qué hablará? ¿Hablará de mujeres? Si conversa con unas mujeres, ¿de qué hablará? ¿Estará buscando colgar la sotana?

18.-  Si tiene alguien que le asista o le sirva en casa, es un señor. Si no tiene a nadie él se lo buscó, que se defienda solo que para eso renunció a tanto lujo al ser ordenado.

19. Si en su ministerio hace énfasis en la pastoral infantil puede que sea abusador. Si no se preocupa, no piensa en el futuro de la Iglesia.

20.- Si es joven: no tiene experiencia. ¿Quién lo va escuchar? Si es viejo: debería pedir su jubilación ¡y largarse ya!

Indiferentemente de la críticas fundadas o infundadas vale la pena recordar que los sacerdotes, a pesar de la manera de ser y de su historia personal, quieren encarnar el modelo de sacerdocio que propone el sumo y eterno Sacerdote, Jesús, al servicio de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los que más sufren (Cfr. Gaudium et Spes, n°1); y pretenden ejercer un liderazgo al estilo de Jesús, que no vino a condenar sino a servir.

Es una lástima que en la sociedad, y no sólo contra los sacerdotes, abunden las críticas negativas y sobre todo que se generalice, que sobresalga lo negativo.

Antes de criticar sea a quien sea, la gente debe recordar lo que dijo Jesús: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Juan 8,7). Las críticas negativas crecen exponencialmente al contrario de las buenas.

Basta con echar un vistazo a la historia de la Iglesia. Los clérigos y/o sacerdotes siempre han sufrido muchos ataques desde siempre y así será hasta el final, sólo que en estos tiempos hay que agregarle un ingrediente: la creciente apostasía (abandono público de la fe), que hacen más encarnizados los ataques contra la Iglesia y sus ministros.

La gente debe ser consciente de que los sacerdotes no tienen el camino fácil, que llevan sobre sus hombros, indiferentemente de su forma de ser, una carga pesada, una cruz que es la salvación propia y la del Pueblo de Dios.

El trabajo es mucho y son tan pocos y con tan poca buena fama… Son el objeto de la mirada de todo el mundo pero para críticas, pues hoy es más popular ser cualquier cosa menos sacerdotes.

La gente debe reconocer que ellos hacen las cosas lo mejor posible o por lo menos hacen las cosas que no muchos hacen o quieren hacer. Les piden educar hijos, hijos que renuncian a tener.

Les piden arreglar matrimonios cuando ellos, en muchos casos, no saben ni lo que es recibir un alimento caliente en casa. Les piden solucionar problemas ajenos cuando humanamente a veces no pueden con los suyos.

Ahora, otra cosa, la palabra de un sacerdote se pone en entredicho y se le cree más al showman de la televisión de turno.

El error fundamental de quien critica a los sacerdotes o lo que provoca esta actitud de crítica es que se mira la parte humana y no se va más allá, no hay una firme convicción de lo que el sacerdote representa y de lo que es: un humilde dispensador de las gracias de Dios, en medio de su debilidad que es la misma de todo ser humano.

Es fácil criticar y más fácil todavía es seguir la ola de ataques.

En los sacerdotes hay virtudes y defectos, como en cualquiera de los seres humanos,  con la gran diferencia de que ellos han atendido generosamente a un llamado superior respondiendo a una vocación especial que exige renuncias, una lucha interior seria y años de preparación.

Son personas preparadas y a veces muy preparadas. Si el sacerdocio lo comparamos con cualquier otra profesión, yo creo que muy pocas de éstas requieren la preparación que exige ser sacerdote.

Ellos –los sacerdotes- no se forman de la noche a la mañana. De la gran mayoría de los sacerdotes que he conocido y conozco, por no decir de todos, tengo personalmente una impresión positiva, como debe ser, aun viendo cosas que no deberían pasar pero que, por fortuna, son pocas e intrascendentales.

Como todo en esta vida hay que poner en la balanza nuestras acciones y después las de los demás. Hay que ser misericordiosos con los sacerdotes pues ellos lo son con los fieles.

Recordemos siempre que los sacerdotes son seres humanos escogidos por Dios para ser nuestros pastores. Por tanto cuidémonos de lanzar ataques a los sacerdotes con o sin sentido.

Pero si queremos hacer algo para ayudarlos, oremos por ellos y colaboremos con su ministerio.

Si un fiel objetivamente no está contento con su párroco o con algún sacerdote en concreto, si alguien tiene alguna queja que se dirija al obispo respectivo para que reciba ayuda, pero no es correcto ir hablando mal de él.

Yo no me canso de decir que en lugar de criticarlos, necesitamos orar por ellos, porque ellos son los que están más en riesgo de caer en la debilidad. Oremos por su salvación y por su santificación.

Denle gracias a Dios que a través de sus sacerdotes, sean o no sean del gusto de cada quien; Dios da vida en los sacramentos que ellos administran.

¿Por qué eres duro con tu sacerdote? ¿Cómo quieres que sea tu sacerdote? ¿Crees que si es como tú quieres hará mejor las cosas? Recuerda querido(a) hermano(a) que el sacerdote es del mismo barro que tú, un vivo ejemplo de virtudes y defectos.

Pídele a Dios que el sacerdote que tienes más cerca no sea como a ti te agrade, sino como lo necesita Él y la Iglesia. Y a propósito, ¿sabías tú que le aprovecha más una oración que una crítica?¿Oras por tu párroco o por el sacerdote que no es tu agrado?

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