Uno de los pueblos disputados por la guerrilla y paramilitares, y que sufrió mucho la guerra entre estos dos grupos ilegales fue Florencia, corregimiento ubicado en el municipio de Samaná, al nororiente de Caldas que es uno de los 32 departamentos de Colombia que cuenta con una población de aproximadamente 984.115 habitantes.
Para llegar a Florencia hay que recorrer 4 horas en trocha, está ubicado entre montañas y por su geografía y distancia fue perfecto albergue de aquellos grupos armados que marcaron la historia de Colombia con páginas de terror.
Los pobladores de este corregimiento narran historias desgarradoras de aquellos años, y muchos han testigos de masacres realizados por los grupos paramilitares a campesinos inocentes simplemente por usar botas de caucho.
Las botas de caucho conocidas como botas pantaneras durante muchos años en Florencia fue sinónimo de muerte. El motivo fue que desde sus inicios el uniforme de los guerrilleros ha sido calzar botas pantaneras y vestir con traje “militar”, similar al del Ejército colombiano.
El distintivo entre un militar de las Fuerzas Armadas Colombiana y un miembro del Ejército del Pueblo – FARC es la bota de caucho. Sin embargo, los paramilitares con un afán de mostrar su poder y sembrar más terror en la población del que ya había simplemente por la presencia y guerra entre esos dos grupos, se dedicaron a acabar con cualquier campesino que se osaba a calzar esas botas que eran propicias para el trabajo en el campo porque eran tildados de guerrilleros.
Han pasado años desde esos tiempos de tormento, violencia, inseguridad. Hoy en Florencia se respira un clima de tranquilidad y a pesar de las heridas y los dolores, los niños de este corregimiento han empezado un trabajo de reconciliación a través de la pintura promoviendo la paz a través del arte.
Al respecto comenta el profesor, Jairo Alonso Manrique: “Inicialmente llegamos a Florencia como con la idea de pintar sobre cualquier objeto, pero cuando llegamos al significado de las botas se originó una bomba de conceptos: de la guerra, de la Región, de las experiencias vividas.”
Creando cultura
Este proyecto hace parte del Programa Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro que desde hace unos años viene promoviendo en los distintos corregimientos la posibilidad de construir y desarrollar la paz en su entorno.
“Botas por la paz” consiste en un proceso artístico que si bien es cierto busca potencializar las capacidades artísticas de los niños tiene sobre todo la finalidad de “re-significar esta prenda que en un momento de la historia fue símbolo de la guerra, pero que también ha contribuido al desarrollo y a la paz, cuando es puesta en los pies nobles del campesino que a diario da lo mejor de sí, para la construcción de un país más humanizado.” Es por ello que el lienzo que usan los niños son las botas de caucho.
Lo que se busca con este programa es transformar vidas, superar conflictos, aprender a valorarse, crecer en autoestima, prevenir la violencia; en pocas palabras, crear cultura. La historia ha enseñado que solucionar los problemas de manera superficial no es suficiente, se necesita contribuir a que la cultura sea más humana y justa, trabajando en cada corazón y promoviendo valores como el perdón y la reconciliación.
Miguel Angel Hernández, uno de los niños que participa en este programa explica su obra de arte: “representa la vida de un niño desde que está con la madre, creciendo, estudiando, lo raptan para la guerra, el mismo mata por cuenta de él, luego se va recuperando y vuelve donde la familia”.
Ponte las botas por la paz
La experiencia que vienen teniendo los niños no sólo les está permitiendo comprender su historia y tener una aproximación reconciliadora sino, que les han permitido a los adultos comprender la necesidad del perdón. Una madre de familia compartió que esto es una forma de construir paz ya que los niños van ayudando a que todos experimenten el perdón con todas aquellas personas que han cometido tantos errores.
“A través del arte, de las botas, los niños entienden que podemos crear un futuro diferente para estos pueblos, para Florencia, para Colombia inclusive”, termina diciendo el profesor.
La invitación ahora es ponernos las botas por la paz aceptando que se trata de una responsabilidad que compete a todos. Todos y cada uno es capaz, más aún cuando el querer la paz viene desde adentro, desde el corazón.