La tendencia es más vivible en países desarrollados, asegura el P. Ángel LorenteDurante las últimas décadas, en diversas partes del mundo se ha registrado una disminución en los índices de natalidad; y es que en la actualidad la mayoría de las parejas optan por tener sólo uno o dos hijos, otras por no procrear y unas más por suplir erróneamente esa necesidad natural adoptando mascotas. Pero, ¿cuáles son las causas de este fenómeno demográfico, y cuáles las consecuencias más visibles?
En entrevista, el P. Ángel Luis Lorente, doctor en Teología Moral con especialidad en Matrimonio y Familia, habló sobre este fenómeno. Al respecto, señaló que esta tendencia se registra de manera más clara en los llamados países desarrollados, en los que se han llegado a dar indicadores de crecimiento demográfico en un nivel cero o incluso de retroceso.
Esto ha encendido los semáforos rojos, pues ya se está percibiendo que eso va a crear una desestabilización desde el sistema mismo, en cuanto al mantenimiento de las estructuras básicas de salud y de pensiones, situación que representa necesariamente un desequilibrio económico de estos países.
Se habla incluso, dijo, de una reconquista de Europa por el vientre, llevada a cabo por culturas como la islámica; es decir, debido a que los matrimonios europeos no tienen hijos, familias de emigrantes, originarias principalmente de África, que profesan religiones diferentes a la Católica, podrían llegar a corto o mediano plazo a ser una mayoría, lo cual originaría un cambio social importante, incluso en el aspecto cultural.
“Para la Iglesia Católica este fenómeno significa un reto de evangelización; de hecho, los últimos Papas, desde Juan Pablo II, ya han hablado de una reevangelización de Europa”, dijo.
Externó que en lo que respecta a México, este fenómeno de desacelere en los índices de natalidad es mucho menor que en los países de Europa, ya que aquí aún se registra un crecimiento demográfico significativo, a pesar del retroceso que se ha dado, pues hace unas generaciones hablábamos de familias hasta con una docena de hijos; hoy en día tienen dos, tres o cuatro hijos cuando mucho.
En cuanto a las razones que inhiben el deseo de los matrimonios de tener hijos, señaló que normalmente se tiende a pensar que lo determinante es el factor económico; sin embargo, el problema tiene que ver fundamentalmente con una crisis en la escala de valores, lo que establece un cambio de prioridades.
“Lo prioritario hoy es terminar una carrera; después buscar un trabajo que asegure buenos ingresos; posteriormente tener cubiertas algunas necesidades que se consideran básicas, como el tener una casa o un vehículo; luego cuestiones como el poder disfrutar de las vacaciones, del tiempo libre, de tener alguna dispersión —objetivos que si bien representan derechos, no tendrían por qué inhibir el deseo de procrear—, y finalmente, ya en un quinto o sexto lugar, vendrían justamente los hijos”, comentó.
El también especialista en bioética señaló que en la esencia misma del ser humano hay un trinomio que es incuestionable: amor, sexualidad y procreación; un triángulo que no se puede quebrar por ninguno de sus ángulos. Sin embargo, dijo, en la actualidad vemos que la sociedad no solo permite, sino que propone esa ruptura, que en el fondo va a quebrantar la esencia misma del ser humano.
“Hoy podemos hablar de una sexualidad sin amor, de una sexualidad sin procreación, en la que intervienen todos esos métodos abortistas y de anticoncepción; de una procreación sin amor, a través de los nuevos métodos de fecundación artificial, y por último podemos decir que se ha dejado de considerar el amor como donación de uno mismo”.
“La sociedad de hoy más bien nos está educando en el egoísmo; es decir, se nos instruye para saber qué utilidad podemos sacar de las cosas. Hemos invertido la lógica natural de usar las cosas y amar a las personas; hemos aprendido a amar las cosas y usar a las personas”, aseguró.
En cuanto a la opción que toman algunos matrimonios de adoptar mascotas en lugar de procrear, comentó que esta medida atiende básicamente al deseo de suplantar la presencia del hijo ausente; es decir, viene a ser como una reminiscencia, obviamente errónea, de la misma naturaleza que se abre camino. El hombre, dijo, ha sido creado a imagen de Dios; si Dios es amor, el hombre es amor; y debido a que está creado por amor y para amar, requiere de esa reciprocidad afectiva.
Así, agregó, cuando en la familia falta el destinatario del amor, en este caso los hijos, obviamente buscamos un sucedáneo, como puede ser esta mascota, trátese un perro, un gato o un caballo, con la cual intentamos satisfacer esa necesidad de proyectarnos. Aseguró que un animal no llenará nunca ese vacío, pues no puede ofrecer un amor recíproco; es decir, cuando se da amor a una persona, se recibe amor de ella, pero un animal no puede retribuir con amor, sino con simples manifestaciones de afecto que resultan insuficientes para llenar esa soledad en la que uno mismo esta inmerso.
Finalmente, como mensaje a los jóvenes que desean iniciar una vida matrimonial, pidió a las parejas no tener miedo a los hijos, sino ver en ellos una bendición y una respuesta esa llamada de Dios a crecer y multiplicarse.
Artículo originalmente publicado por SIAME