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​No renuncies a tu verdad para encajar (ni lo pidas a otros)

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 23/01/15

No hay nada peor que una sociedad que busca que todos sean iguales, o que todos estén controlados

El otro día vi la película llamada Divergentes. En ella se presenta un mundo futuro de ficción. Para mantener la paz han constituido cinco facciones. Cada una con un rasgo fundamental. Son las siguientes:

Osadía. A ella van los osados, los que tienen un alma valiente. Quieren proteger a los demás y dar su vida luchando por ellos. Son defensores, imponen el orden.

Otra facción se llama concordia. Son positivos y alegres. Cultivan la tierra y viven en paz. No hacen daño a nadie.

Otros pertenecen a la facción de abnegación. Ellos están dispuestos a dar la vida por los demás. Son solidarios, no piensan en sí mismos. Huyen de la vanidad. Son servidores sociales y por eso detentan el poder.

Los que viven en erudición buscan la verdad, investigan y estudian. Tienen el poder que da el conocimiento de las cosas.

Los que imparten la justicia pertenecen a la facción de la verdad. Dicen siempre la verdad, lo que piensan. Incluso aunque uno no quiera oírla.

Son cinco facciones que permanecen en paz respetando la originalidad de los otros. La pertenencia a una u otra facción viene dada por cómo es cada uno.

Para ello hay una prueba que muestra cómo somos en nuestro interior. Aunque la prueba nunca es definitiva y, al final, uno decide libremente dónde quiere ir. Lo que sucede es que, como pasa con los test de personalidad, no es tan fácil encasillar a las personas en un solo temperamento o grupo.

Uno no tiene normalmente sólo un rasgo que lo determina. Eso sí, algunos rasgos suelen destacar por encima del resto. Pero hay algunas personas que tienen a la vez varios rasgos muy marcados, rasgos que destacan con fuerza.

Por eso en la vida no basta con hacer un test para saber cómo somos. Es necesario ahondar más, saber cómo somos en realidad, profundizar en nuestra historia, descubrir lo más original que tenemos.

En la película los divergentes son aquellos que no encajan en una sola facción. Lo que es una riqueza de la persona, se ve aquí como un peligro. Son personas complicadas, fuera del sistema, que desestabilizan el orden porque no encajan, porque no se las puede encasillar tan fácilmente.

El planteamiento parece un poco simple, pero tiene intuiciones verdaderas. Se trata de una paz basada en un equilibrio que no existe. Un intento por controlar a los diferentes, reduciéndolos, eliminándolos, apartándolos. Una paz que no funciona.

La verdad es que, en nuestro camino, queremos saber bien cómo somos. Queremos pertenecer a algún sitio, a alguna realidad, no vivir abandonados, sin hogar. Nos gusta saber cuáles son nuestras fuerzas, lo que nos hace felices, lo que nos ayuda a crecer, dónde seremos más útiles. Y también queremos descubrir en qué nos diferenciamos de los otros.

Queremos ser fieles a nosotros mismos, a nuestra verdad, a lo más original que hay en el corazón. Eso sí, como casi nunca somos cien por ciento de una sola manera, corremos el peligro de no encajar en un solo sitio.

Como en la película, queremos ser justos y veraces, osados y amables, abnegados y serviciales, a un mismo tiempo. La intuición que desarrolla la película me gusta. A veces queremos encasillar a las personas en una única facción. Nos gusta decirles a los demás cómo son. Así los controlamos y sabemos cómo van a reaccionar siempre.

Lo hacemos mucho con las personas a las que amamos. Como queriendo que no se salgan del esquema fijado. Que no rompan el molde en el que las hemos colocado. Que no desestabilicen el sistema siendo demasiado originales.

A veces lo hacemos también con nosotros mismos y nos limitamos. Creemos que no podemos crecer en ciertos aspectos. Y
tapamos otros rasgos de nuestra alma que gritan por salir. Y todo para encajar. Para no desentonar. Todos, en el fondo, tenemos algo de divergentes. De rebeldes. De luchadores. No queremos que nos limiten, que nos impongan una forma de ver la vida negando nuestra originalidad.

Todo esto es muy cierto. Pero la pregunta que subyace tiene que ver con la pertenencia. Queremos pertenecer a un grupo. Y a veces podemos ceder a lo que somos en lo más hondo para ser aceptados en un lugar.

La tensión entre ser fieles a lo que somos de verdad y adaptarnos a lo que una comunidad o un grupo espera de nosotros, siempre va a existir. Los que nos quieren suelen esperar de nosotros ciertas actitudes. Algunas son importantes y tendremos que cultivarlas. Pero otras puede que no.

Lo importante es no renunciar a nuestra verdad, a lo más auténtico que hay en el alma. Porque siempre volverá a gritar desde lo más profundo de nuestro ser. No cedamos a nuestra intuición más verdadera.

Podemos pertenecer a un grupo, encontrar un hogar, pero sin dejar de ser nosotros mismos, sin renunciar a nuestra verdad. No hay nada peor que una sociedad que busca que todos sean iguales, o que todos estén controlados, piensen lo mismo, se adapten a un sistema. 

Tags:
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