Crece la venta de estos tableros debido a una película de terror financiada parcialmente por la empresa de juguetes que los comercializaEl juego de la ouija tiene un lado inmoral; y en este sentido, el padre Román del Real asegura que tanto entre los judíos del Antiguo Testamento como en el cristianismo se considera ofensa a Dios el invocar a los muertos, ya que es un signo de desconfianza, de falta de fe en la voluntad de Dios.
Ha llegado a México una película de terror basada en el juego de la ouija; se trata de la historia ficticia de unos jóvenes que juegan con dicho tablero adivinatorio hasta despertar a varios demonios que intentarán acabar con ellos.
La película –que ha sido bien recibida entre los jóvenes y adolescentes– en realidad es un negocio redondo, pues si bien uno podría pensar que la trama, como tantas otras historias de terror, tiene un valor educativo al enseñar que jugar con lo oculto es peligroso, es todo lo contrario, pues la producción fue financiada parcialmente por la empresa norteamericana de juguetes que produce y comercializa estos tableros, cuya venta se ha incrementado en los países en los que se ha presentado la cinta.
De esta manera, la película, en lugar de enseñar al joven a ser prudente, seduce con la idea de jugar con fuego y sobrevivir a él, poniendo en peligro su salud emocional, como lo han constatado innumerables sacerdotes en todo el mundo.
Historia y funcionamiento de la ouija
En entrevista para Desde la fe, el padre Sergio Román del Real, especialista en piedad popular, asegura que en el siglo XIX se pusieron de moda los llamados espiritistas y las sociedades de estudio de lo sobrenatural. Fue en este contexto que surgió la ouija, cuyo nombre al parecer proviene de dos palabras, “oui” y “ja”, que significan “sí” en francés y alemán respectivamente; es decir, que es un sí reiterativo.
La describe así: “Se trata de un tablero que lleva inscrito el abecedario, los números y un “sí” y un “no”, sobre el cual se desliza una tablilla en forma de flecha o de manita ―originalmente era una copa― que se va deteniendo en las grafías para ir deletreando la supuesta respuesta del espíritu invocado”.
El sacerdote explica que por médium se entiende a una persona que puede comunicarse con los muertos o con los demonios; es el medio para conocer respuestas que se ignoran. Así, en la ouija el médium es la persona que maneja la tablilla sobre el tablero, colocando su mano suavemente sobre ella y dejándola correr “libremente” a inspiración del espíritu en turno.
Sobre cómo se mueve, precisa el padre Román del Real que “puede ser que el médium mueva la tablilla según su voluntad consciente, y entonces el juego es solamente una broma, un engaño para la víctima inocente.
Pero también puede ocurrir que la tablilla realmente se mueva “sin la voluntad consciente” del médium, y en ese caso tenemos lo que los psicólogos llaman un engaño inconsciente.
La tablilla de la ouija se convierte así en una “pantalla” que expresa el inconsciente del médium y que da una respuesta que jamás daría el consciente. De esta manera, la ouija se convierte en algo así como un teléfono con línea directa al subconsciente.
¿Es posible la comunicación con los muertos?
¿Entonces no es un teléfono al “más allá”?, ¿no pueden los muertos comunicarse con nosotros? Estos cuestionamientos han inquietado siempre a la humanidad por esa necesidad de penetrar en lo oculto, lo que ha hecho que abunden personas que inventan métodos para hablar con los muertos. Los que lo hacen se llaman “nigromantes”.
Es cierto que hay una serie de fenómenos extraños que tradicionalmente se atribuían a los espíritus de los muertos y que los científicos serios explican hoy como fenómenos parapsicológicos o paranormales. ‘Son
obra de espíritus encarnados; no desencarnados’, así lo explicaba González Quevedo, jesuita parapsicólogo de reconocido prestigio.
Sin embargo, –dice el padre Sergio G. Román– la Iglesia católica acepta el que seres del “más allá” se puedan comunicar con los vivos, como en el caso de los ángeles, mensajeros de Dios, que anuncian algo a los mortales, o en el caso de las apariciones de Jesús, la Virgen o los Santos.
“Pero creer que podemos turbar el descanso de los muertos es ir en contra de la doctrina cristiana sobre el destino final de los difuntos. La parábola que nos contó Jesús sobre Epulón, el hombre rico que desde el infierno solicitaba que enviaran al pobre Lázaro a avisar a sus hermanos que había un castigo, nos hace ver que los muertos no tienen a qué regresar, si ya tenemos a Moisés y a los profetas”.
No obstante, el juego de la ouija tiene un lado inmoral. Dice el P. Román del Real: “Sí, jugar a la ouija constituye un pecado; pero además representa un peligro en cuanto al desequilibrio emocional, muchas veces grave, de los que con ella juegan. De manera que la ouija es una puerta, pero no al “Más allá”, sino a la pérdida de la cordura”.
Por Vladimir Alcántara
Artículo originalmente publicado por SIAME