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LIBERTAD RELIGIOSA EN Pakistan: La blasfemia como instrumento de persecución

Pakistani schoolgirl Malala Yousafzai – es

AFP

A picture taken on February 18, 2014 shows Pakistani schoolgirl Malala Yousafzai, who survived being shot in the head by the Taliban, leaving after attending a press conference at the Zaatri refugee camp, near the Jordanian border with Syria. The chairman of the Norwegian Nobel Committee, Thorbjorn Jagland, announced that Malala Yousafzai has been awarded the Nobel Peace Prize 2014 at the Nobel Institute in Oslo on October 10, 2014. AFP PHOTO/STR

Ayuda a la Iglesia Necesitada - publicado el 20/01/15

El informe sobre libertad religiosa de Ayuda a la Iglesia Necesitada, país por país

El 16 de marzo de 2013, el Gobierno, dirigido por el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), terminó la legislatura y se celebraron elecciones en el país, el primer traspaso del poder “democrático” tras décadas de dictaduras y golpes de Estado. 

En algunos casos, las amenazas se cumplieron; cinco candidatos fueron asesinados y se perpetraron varios atentados con bomba. A pesar de todo, se celebraron las elecciones y el pueblo acudió a las urnas el 11 de mayo de 2013, reeligiendo al Parlamento y a cuatro asambleas provinciales: Khyber Pakhtunkhwa, Panyab, Sindh y Baluchistán. 

La votación dio la victoria a Nawaz Sharif y su Liga Musulmana de Pakistán – Nawaz, o Liga Islámica. Empezó así su tercer mandato como primer ministro, tras haber sido expulsado por un golpe de Estado en 1999 y haber pasado varios años exiliado en Arabia Saudí.

Aunque se le considera cercano a los fundamentalistas islámicos, Sharif ha nombrado a un cristiano, Kamran Michael, como ministro de Puertos y Navegación.

Al comentar este nombramiento, Michael lo califica de “un claro mensaje para las minorías de que la Liga Islámica pretende defender y garantizar los mismos derechos para todos”. Sin embargo, en la práctica, el país sigue siendo testigo de numerosos ataques contra las minorías, especialmente contra los cristianos.

Se producen ataques de los talibanes, agresiones contra los musulmanes chiíes, y una actitud de discriminación general contra todos los grupos étnicos minoritarios. 

El clima de “apoyo renovado” al fundamentalismo islámico ya había sido anunciado en una encuesta realizada por el British Council en relación con las elecciones políticas que se iban a celebrar. De una muestra de 5000 jóvenes pakistaníes entre 11 y 29 años, la mayor parte de ellos declaraba que creía que la sharía, la ley islámica, era “un sistema legal y de gobierno mejor que la democracia”, y la mitad de los entrevistados afirmaban que “el modelo democrático no ha beneficiado a nuestro país”. Al mismo tiempo, el 70 % de los que acudieron a las urnas manifestaron su confianza en el Ejército. 

Población, demografía religiosa y legislación 

Según el artículo 2 de la Constitución, el Islam es la religión de Estado. El principal grupo étnico es el panyabí (52,6 %), seguido del pastún (13,2 %), el sindhi (11,7 %) y otros. El idioma oficial es el urdu, aunque solo lo habla el 8 % de la población. El idioma más extendido es el panyabí (48 %), después el saraiki (10 %), el pasto (8 %) y otros.

El inglés es la lingua franca de la élite pakistaní y de la mayoría de los ministros; se considera el segundo idioma oficial (aunque solo lo habla el 8 % de la población). De los 2,9 millones de refugiados procedentes de Afganistán, que viven en el país, solo se han registrado 1,9 millones. El millón restante carece de documentación. Los desplazados en el interior son, fundamentalmente, la consecuencia del conflicto que se produjo en 2009 en la región tribal administrada por la Federación y en la provincia de Khyber-Paktunkwa.

El sistema legal se basa en el derecho consuetudinario británico, pero la sharía tiene una gran influencia y se aplica con libertad en algunos distritos. La Constitución garantiza plena libertad religiosa, tal y como aparece establecido en los artículos 20, 21 y 22 del preámbulo. 

Sin embargo, en general, la estructura constitucional, legal y política de Pakistán no trata a las minorías religiosas como miembros iguales. Por citar algunos ejemplos de artículos concretos de la Constitución, el islam es la religión de Estado (artículo 2); el jefe de Estado tiene que ser musulmán (artículo 41.2); el primer ministro tiene que ser musulmán (artículo 91.3); el tribunal federal de la sharía tiene potestad para declarar inválida cualquier ley en caso de ser contraria al Islam, y para sugerir enmiendas (artículo 203E) . 

Igualmente, las llamadas leyes de blasfemia del código penal pakistaní (artículos 295B, 295C, 298A, 298B, 298C) limitan, en la práctica, la libertad de religión y expresión. Profanar el Corán o insultar al profeta son delitos que se castigan con penas de cárcel o, incluso, con la muerte. 

En la vida diaria, sin embargo, estas leyes se utilizan con frecuencia como instrumento de persecución contra las minorías religiosas. A pesar de las llamadas realizadas a lo largo de muchos años para que se deroguen estas leyes, ningún partido político, ni Gobierno se ha atrevido a tocarlas. Quienes han propuesto enmiendas (como el gobernador de Panyab, Salman Taseer y el ministro para las Minorías, Shahbaz Bhatti, católico) han sido asesinados. 

En 2012, se han registrado 12 casos de cristianos que han sido víctimas de las leyes de blasfemia. La legislación gubernamental dispone la existencia de un ministerio para los asuntos religiosos (el Ministerio de Asuntos Religiosos y Armonía Interreligiosa, por su nombre completo) que tiene la tarea de garantizar la libertad religiosa. Sin embargo, su propio lema proclama esta aleya del Corán: “El islam es la única religión que Alá acepta”. 

Según un informe elaborado por la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal católica de Pakistán, los cristianos constituyen la minoría religiosa más agredida por los fundamentalistas a lo largo de 2012, año en el que han muerto 25 personas a manos de extremistas islámicos. 

Rimsha Masih y otras acusaciones de blasfemia 

Uno de los casos tristemente más famosos, que se produjo en 2012, fue el de Rimsha Masih, una niña cristiana de 14 años con dificultades de aprendizaje. En agosto, un imán, Jalid Jadun Chishti la acusó de haber quemado unas páginas que contenían textos del Corán. 

Otras tres personas dijeron haber sido testigos de los hechos y la niña fue encarcelada en una prisión de máxima seguridad tras haber sobrevivido (ella y su familia) a un intento de linchamiento por parte de una multitud de fundamentalistas musulmanes. 

Dada su corta edad y su falta de capacidad intelectual, confirmada por médicos especialistas, fue puesta en libertad bajo fianza por un tribunal local. Posteriormente, los tres “testigos” confesaron haberla acusado presionados por el imán, que tenía la secreta intención de expulsar a los cristianos del pueblo y tomar posesión de sus casas. 

Gracias a la campaña llevada a cabo por Mons. Rufin Anthony, obispo de Islamabad, en colaboración con Paul Bhatti, el entonces consejero especial para la armonía nacional, y una serie de personalidades musulmanas, el Tribunal Superior desestimó, finalmente, los cargos de blasfemia contra Rimsha, el 20 de noviembre de 2012. 

El caso fue definitivamente cerrado el 16 de enero de 2013, cuando el Tribunal Supremo rechazó el recurso del imán y confirmó la exculpación de la niña cristiana de todos los cargos que se le habían imputado. No obstante, Rimsha y su familia recibían constantes amenazas de muerte y se vieron obligados a irse a vivir a un lugar secreto.

A pesar de que, por lo general, son las minorías religiosas las que constituyen el objetivo de las llamadas “leyes negras”, también hay víctimas musulmanas. El 22 de diciembre de 2012, una multitud formada por más de 200 personas dio una paliza brutal y quemó vivo a un hombre. El incidente se produjo en la localidad de Seeta en la provincia de Sindh. 

Según el testimonio de un imán de la zona, el hombre iba de viaje y pidió hospitalidad en la mezquita para pasar la noche. A la mañana siguiente, se encontraron páginas del Corán quemadas y acusaron al viajero de ser el autor del delito. Un grupo de personas lo condujeron a la comisaría del pueblo, donde lo acusaron de blasfemia. La noticia se difundió rápidamente y una turba de 200 personas se dirigió a la comisaría, de la que sacaron a la víctima para matarle. 

La blasfemia sigue desencadenando violencia con graves consecuencias, como se vio en mayo de 2014, cuando tres personas entraron en una tienda de Lahore y acusaron al dueño de exhibir un símbolo despectivo contra los ahmadíes. 

Pidieron al dueño de la tienda que lo retirase, pero se negó. En la acalorada discusión que se inició, el comerciante acusó a Jalil Ahmed, uno de los tres clientes, de blasfemia. Condujeron a Ahmed a la comisaría para interrogarle. Mientras estaba allí, un niño de 15 años entró en la comisaría y mató a Ahmed de un disparo. El joven fue inmediatamente arrestado por la policía.

Presiones para convertirse al islam 

Se producen frecuentes ejemplos de cristianos y de miembros de otros credos minoritarios a los que se intimida, y en ocasiones asesina, por negarse a convertirse al islam. 

Uno de estos casos es el de un cristiano de 22 años, padre de dos hijos, de nombre Harun, al que mataron en su lugar de trabajo de Lahore, el 18 de abril de 2014. La muerte de Harun se produjo dos días después de que le dieran un trabajo como limpiador de un banco y murió abatido por los disparos de un vigilante del banco llamado Umer Faruq.

Se dice que el vigilante mató al joven, después de que este rechazara por segunda vez la invitación de Faruq de convertirse en musulmán. En la primera ocasión, el guardia le había prometido que si, se convertía, tendría una vida de lujo y se casaría con una mujer musulmana rica. 

Según las informaciones recibidas, después de disparar a Harun, Umer Faruq declaró que Harun estaba deprimido y había intentado suicidarse. El Pakistan Christian Post informó de que “Faruq se burlaba de la fe de Harun todos los días”. El padre de Harun, Halder Masih, afirmó que su hijo no presentaba el menor síntoma de depresión. 

El caso de Malala 

Malala Yousafzai, una niña musulmana, se hizo famosa en 2009 gracias a su blog en el que escribía de forma anónima, a través de la edición en urdu de la BBC. En su diario online, hablaba de su vida en Pakistán bajo el gobierno talibán y las agresiones a las niñas, que iban al colegio, para impedirles educarse.

A la edad de 15 años, Malala fue víctima de un atentado talibán. Sucedió el 9 de octubre de 2012, cuando se encontraba en el autobús escolar en Swat Valley, en Khyber Pakhtunkhwa, al norte de Pakistán. Recibió dos disparos en la cabeza y el cuello, pero gracias a la rápida intervención de los médicos y a que fue trasladada a un hospital del Reino Unido, Malala se recuperó sin secuelas. 

Los Gobiernos más importantes del mundo y los líderes políticos de Islamabad condenaron sin reservas el atentado. Sin embargo, el portavoz talibán, Ehsanullah Ehsab, defendió el ataque, diciendo que se trataba de un castigo a una niña que está “en contra de los talibanes” y que fomenta una “forma de vida laica”. 

Consideraba, que el activismo en defensa del derecho de la mujer a la educación es una “obscenidad”. En octubre de 2013, Malala recibió el Premio Sájarov a la Libertad de Pensamiento del Parlamento Europeo14. 

Saqueo e incendio del barrio cristiano de Lahore 

El 9 de marzo de 2013, una multitud enfurecida atacó el barrio cristiano conocido como Colonia José de Lahore. Quemaron y destruyeron unas 160 viviendas, 18 pequeños negocios y dos iglesias, una católica y otra adventista del Séptimo Día. 

El ataque fue provocado por una acusación de blasfemia contra uno de sus residentes, Sawan Masih, a causa de un suceso que se había producido un día antes. El joven cristiano, de 26 años, había tenido una disputa con un peluquero musulmán; Imran Shadid, dueño del establecimiento, que se había negado a atenderle. Poco después, el peluquero acudió a la comisaría cercana con un grupo de musulmanes, donde presentó una denuncia formal de blasfemia contra Masih, afirmando que había llegado borracho y había insultado al profeta Mahoma.

La policía arrestó a Masih, pero la indignación de la comunidad musulmana no se aplacó y al día siguiente atacaron la Colonia José. A la vez que se producía este incidente, un grupo de vándalos golpeaba en otra zona de Lahore, provocando daños en el monumento a Shahbaz Bhatti, ministro para las Minorías asesinado en 2011. 

Lo pintarrajearon con un espray y arrancaron la inscripción; las flores y velas que había a su lado también desaparecieron. Miembros de la Alianza de Minorías de Todo Pakistán (All Pakistan Minorities Alliance) repararon el monumento el 15 de marzo de 2011. 

Ataques en Peshawar 

El 22 de septiembre de 2013, dos terroristas suicidas se explotaron en el exterior de la iglesia protestante de Todos los Santos en Peshawar, la capital de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, al norte de Pakistán. 

Murieron más de 140 fieles y otros 161 resultaron heridos. La explosión se produjo justo cuando los fieles estaban saliendo de la iglesia, después de haber participado en el servicio dominical. De hecho, había unas 700 personas en la zona en ese momento. 

Los autores pertenecían al grupo extremista Jundallah, tristemente famoso en el pasado por sus ataques contra la minoría chií. El ataque recibió una condena unánime de los líderes cristianos y musulmanes, que lo calificaron de “cobardía”, así como del Gobierno, en particular por el significado histórico de la iglesia. Construida en 1883, la iglesia está en línea recta con La Meca y se construyó como símbolo de la promoción de la paz, la armonía y la convivencia pacífica entre la mayoría musulmana y la minoría cristiana. 

Un nuevo atentado con bomba, justo una semana después, dirigido en esta ocasión contra el mercado de la zona, cerca de la iglesia de Todos los Santos, mantiene el elevado nivel de tensión en esta ciudad pakistaní. Un coche bomba explotó a la hora de mayor afluencia matando a 33 personas e hiriendo a otras 70. En el momento de producirse la explosión, en la iglesia se celebraba un servicio en memoria de las víctimas del ataque anterior. 

Violencia contra los musulmanes chiíes 

El año 2012 fue terrible para la minoría musulmana chií, que sufrió un total de 400 asesinatos en una oleada de ataques extremistas, 25 de ellos solo en la provincia de Baluchistán, en la que hay una fuerte presencia de hazaras, (los hazaras son un grupo étnico musulmán chií originario de Afganistán). 

La violencia contra ellos tampoco cesó en 2013. A lo largo de enero y febrero, grupos talibanes y suníes extremistas perpetraron una serie de atentados mortales, especialmente en Quetta, capital de la provincia de Baluchistán. En uno de ellos, el 16 de febrero, en el mercado del barrio hazara de la ciudad; unas 89 personas murieron y otras 200 resultaron heridas. Un mes antes, una explosión en un salón de billar había dejado 81 muertos y 120 heridos. 

El 21 de enero de 2014, unas 22 personas fueron asesinadas y 32 heridas cuando una bomba impactó contra un autobús, que llevaba peregrinos chiíes del distrito de Mastung, en la provincia de Baluchistán. El secretario de Interior de la provincia, Asadur Rehman Gilani, declaró que los investigadores creen que se utilizaron uno 80 kg de explosivos. El grupo guerrillero Lashkar-i- Jhangvi, prohibido, reivindicó el atentado. El suceso se produjo tres semanas después de que otro vehículo cargado de explosivos alcanzara a un autobús de pasajeros, que llevaba peregrinos chiíes de la zona de Hazar Ganji de Quetta, en el que murió una persona y otras 34 resultaron heridas. 

Los talibanes y la campaña de vacunación de la polio 

En septiembre de 2012, presionados por algunos grupos talibanes de las zonas tribales de Waziristán del Norte y Waziristán del Sur, el Gobierno pakistaní suspendió la distribución de vacunas contra la polio. 

Los extremistas han bloqueado este programa de salud, para protestar contra los ataques estadounidenses con drones. Además defienden que la vacunación es una tapadera para la esterilización de los niños musulmanes. La campaña habría ayudado a cerca de un millón de niños de las zonas tribales administradas por la Federación. Unos meses después, en diciembre de 2012, algunos fundamentalistas atacaron a trabajadores voluntarios que iban de casa en casa ofreciendo la vacuna. 

Pakistán es uno de los tres únicos países del mundo en los que la polio sigue siendo endémica. En 2011, se produjeron 198 casos, la cifra más alta de todo el mundo. Gracias a los programas de salud de Naciones Unidas, en 2012 el número de casos había bajado a 58. En los primeros meses de 2013 ya se habían detectado 27 casos nuevos. 

No solo los musulmanes chiíes, sino también los ahmadíes, constituyen objetivos de los fundamentalistas islámicos.
Según el informe citado, publicado por la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal católica de Pakistán, al menos 24 miembros de la comunidad han muerto a manos de los extremistas en 2012. 

Todo esto conduce a la conclusión inevitable de que la situación de la libertad religiosa en Pakistán ha empeorado durante el período que se estudia en este informe. 

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