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¿Qué hacer cuando un mendigo pide en la puerta de la Iglesia?

Beggar outside St. Peter’s in Rome – es

David Tuffley

Alvaro Real - publicado el 16/01/15

La caridad mal ofrecida puede llegar a producir más pobreza y explotación

En la diócesis de Bilbao se ha distribuido una nota en la que se pedía a los feligreses el no fomentar la mendicidad dando limosna a las personas que están en las puertas de nuestros templos. ¿Qué hacer cuando un pobre nos pide limosna? ¿Qué hacer cuando uno se encuentra todos los días y a la puerta de la Iglesia con el mismo mendigo? ¿Se debe dar limosna a todos los “pobres” que nos encontramos por la calle?

Según explica el comunicado de esta diócesis española, la Iglesia tiene otras formas de resolver situaciones de pobreza y, por lo tanto, se pueden canalizar las aportaciones económicas de manera más efectiva. Recuerdan que Caritas ha expresado en numerosas ocasiones que la mendicidad no es una solución: “desconocemos el problema, no ayudamos a resolverlo y creamos personas dependientes”.

Este tema, además, se vuelve un grave problema cuando además se producen episodios desagradables y violentos. Según explica la Unidad Pastoral de Autonomía-Indautxu: “Hace unas semanas se tuvo que suspender la misa de las 9 en el Carmen por la presencia de una persona que gritaba en voz alta en mitad de la misa” “Extorsionan a personas que querían entrar o salir de la iglesia”, se han sustraído bolsos etc”, afirman.

La mendicidad como negocio

Muchas mafias utilizan la mendicidad como un negocio. Son muchos los niños o discapacitados que piden limosna en lugares públicos, obligados por delincuentes que han hecho de la extorsión o la “pillería” un estilo de vida.

En Cali, en Colombia, por ejemplo, hay 3.500 personas dedicadas al rebusque mediante la mendicidad o las ventas callejeras en semáforos. En Madrid, en España, en la Puerta del Sol se acumulan los minusválidos, los ciegos o las madres que, con un bebé en brazos piden a los viandantes. Se trata de redes de delincuencia organizada que trafican con estos ciudadanos y les obligan, en una espiral de marginación a pedir dinero y ser esclavos de la mendicidad.

En Guatemala, el pasado mes de septiembre se rescataba a 55 menores obligados a la mendicidad. Menores de entre 3 y 17 años de edad que eran obligados a trabajar hasta 16 horas diarias y posteriormente eran recluidos y hacinados.

Son grupos delincuentes que, aprovechando de la caridad cristiana, han creado un próspero negocio que convierte a los mendigos en esclavos y que hace que la caridad deba ser estructurada.

La mendicidad nueva explotación

“No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional”. Así denunciaba el Papa Francisco la utilización de niños y adultos para negocios basados en la mendicidad.

Y es que para el Papa Francisco, los pobres, los mendigos no piden limosna sino dignidad: “Mientras se habla de nuevos derechos, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. Nos pide dignidad, no limosna”, explicaba a la FAO.

Pero quizá el mayor mensaje del Papa Francisco sobre la limosna y la mendicidad fue el que realizó en una de sus misas de Santa Marta: “Cuando doy limosna, ¿dejo caer la moneda sin tocar la mano? Y si por casualidad la toco, ¿la retiro de inmediato? Cuando doy limosna, ¿miro a los ojos de mi hermano, de mi hermana? Cuando sé que una persona está enferma, ¿voy a encontrarla? ¿La saludo con ternura? Hay una señal que tal vez nos ayudará, es una pregunta: ¿sé acariciar a los enfermos, los ancianos, los niños o he perdido el sentido de la caricia? ¡Aquellos hipócritas no sabían acariciar! Se habían olvidado…”

La limosna y la caridad bien entendida

El Papa Francisco ha tenido numerosos encuentros con mendigos, a los que ha invitado a su casa en Santa Marta y a quienes ha ayudado a través de su limosnero. También ha mandado instalar duchas para los mendigos que duermen cerca del Vaticano. El Pontífice no escatima en esfuerzos para ayudar a los más necesitados, pero esta ayuda debe tener una estructura, debe tener un conocimiento previo. "Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele", afirmaba en su mensaje de Cuaresma.

La labor caritativa de la Iglesia esta bien organizada en Caritas y en las estructuras parroquiales, por ello el mensaje que hace unos días mandaba la diócesis de Bilbao no es un mensaje contra dar limosna a quienes piden, sino en la forma que esta caridad debe ser utilizada. Las puertas de las Iglesias están siempre abiertas para quien quiera solicitar la ayuda y los despachos parroquiales siempre están llenos de quienes lo están pasando mal.

Esperar a la salida de las parroquias para pedir una limosna se está convirtiendo en una fotografía cotidiana de la crisis económica en España. Pero esta limosna, muchas veces no ayuda a quien la solicita y sólo sirve para limpiar por un segundo la conciencia de quien la da. De este cargo de conciencia algunos “desalmados” se están aprovechando y consiguen que una caridad mal entendida esté propiciando un negocio donde muchos se siente esclavos y explotados.

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