La Nostra Aetate, el documento que hizo cambiar de rumbo la relación entre la Iglesia y las demás religiones
Nostra Aetate (NA) sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas fue publicada el 28 de octubre de 1965. Aun siendo el texto más breve de los documentos conciliares, es sin duda uno de los más relevantes.
Muchos han dicho de él que se encuentra en el corazón del Concilio. Originariamente se pensó como texto que se ocupaba de los judíos y terminó dirigiéndose a millones de personas no cristianas que Dios llamará a la salvación.
Resulta importante decir aquí que en el contexto de su elaboración influyeron decisivamente los viajes de Pablo VI a Oriente Medio, los Santos Lugares (4/6 de enero de 1964) y Bombay (2/5 de diciembre de 1964). También la creación del Secretariado para los no Cristianos (17 de mayo de 1964) y la encíclica
Ecclesiam Suam.
También fueron de especial valor las reacciones de las Iglesias cristianas en países de mayoría musulmana, las presiones de los gobiernos árabes y del Estado de Israel.
Nostra Aetate: un valor en alza
Valoración de las religiones no cristianas
“En nuestra época, en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no cristianas.” (punto 1)
"Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (punto 2)
Diálogo y colaboración con el Islam
El punto tercero expresa magistralmente la actitud cristiana respecto al Islam. En él recoge los ejes esenciales de la fe y culto musulmán:
"Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian además el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno”.
colaborar con los musulmanes para el bien de la humanidad. Como dos interlocutores, mirando en la misma dirección y trabajando juntos, en nombre de la común fe en Dios. Para el desarrollo del hombre y de la humanidad:
Apuesta decidida contra la discriminación
De un modo coherente, el punto 5 refuerza este principio inspirador de “fraternidad universal”, rechazando taxativamente cualquier forma de discriminación:
“No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios ‘el que no ama, no ha conocido a Dios’ (
1 Jn 4,8) (…) La Iglesia reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Por esto (…) ruega ardientemente a los fieles que, ‘observando en medio de las naciones una conducta ejemplar’" (…) tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos”.