La encíclica Lumen Gentium toca por primera vez el tema en el punto 16El 25 de enero de 1959, Juan XXIII anunció en la basílica de San Pablo Extramuros, durante la fiesta de la Conversión de San Pablo, su intención de convocar un Concilio ecuménico. Dos años más tarde, él miso la describió como “la menuda semilla que echamos en tierra con ánimo y mano trémula” (Humanae Salutis, 25-XII-61).
Los trabajos conciliares se desarrollaron entre 1962 y 1965, en que fueron clausurados por Pablo VI. En ellos participaron 2.500 obispos de todo el mundo. Peritos, auditores, teólogos y observadores de otras confesiones cristianas elevaron esa cifra a 3.500 personas. Una vez finalizado, los trabajos se condensaron en 16 documentos: 4 constituciones, 9 decretos y 3 declaraciones.
Se buscaba una renovación de las formas desde la fidelidad al mensaje de Cristo, apuesta por la unidad de los hermanos cristianos separados (ecumenismo) y tender puentes de entendimiento y evangelización hacia el mundo contemporáneo, lo cual incluía abrir las puertas al diálogo con otras religiones.
Como punto de partida, debemos tener en cuenta que el magisterio de la Iglesia Católica hasta el Concilio Vaticano II, no había recogido directrices respecto al diálogo con otras religiones.
Por tanto, la inclusión del tema en el debate conciliar "no iba en el programa", sino que responde a la necesidad concreta de los obispos que debían afrontar el reto de la convivencia en sus propias diócesis, cuando la globalización aún no había comenzado, y con ella, el reto de la convivencia entre distintas culturas y religiones.
Presentamos aquí el primero de los textos que aluden al diálogo con el Islam: la Constitución dogmática sobre la Iglesia,
Lumen Gentium (21-IX-1964).
La Lumen Gentium (LG)
De un modo sintético, podemos decir que la LG se centró en dos líneas de trabajo. Una, hacia dentro, que trataba de profundizar en la naturaleza y vida interna de la Iglesia. Otra, hacia fuera, quería ocuparse de sus relaciones con el mundo que la rodeaba y que se encontraba en una encrucijada. Un mundo que deseaba más que nunca conocer, comprender y servir. Y en esta tarea de renovación, evangelización y paz justa y libre, la Iglesia tiende puentes hacia los no cristianos.
El punto nº 16 de la LG reconocerá al Islam como uno de los grandes monoteísmos no bíblicos. Especialmente al compartir con cristianos y judíos una raíz común: la figura de Abraham. Un argumento que concluye valorando todo lo que de “bueno y verdadero” hay en esta creencia y que sin duda constituye el punto de partida para el diálogo entre creyentes:
“Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día postrero (…) Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida”.
Hay que destacar que la LG coloca al Islam como la primera de las religiones no cristianas, pues reserva al judaísmo un papel especial ("hermanos mayores"). Por otro lado, establece que la clave del diálogo con el Islam es el monoteísmo, reconociendo a los musulmanes su vinculación a la figura de Abraham, y por tanto, una cierta relación con la historia de la Salvación.