Mostramos una de esas vidas “heroicas” de mujeres que hoy reivindicaba el Papa Francisco
El Martes se celebró el Día del Catequista Nativo y el Instituto Español de Misiones Extranjeras nos muestra la historia de Kru Kompong, campesina, casada y madre de tres hijas. Con ella quieren mostrar a tantas mujeres que lideran la vida cristiana en ámbitos misioneros de la región de Isaan, en Tailandia.
“Kru Somphong es como el fruto del lam-yai que crece en la parroquia de la que es catequista-líder, pequeña, quebradiza y frágil en su cáscara, pero su hueso interno le da una textura fuerte y armoniosa con un sabor dulce y delicado como la fe que genera en su gente de amor a Dios y a la Iglesia”, explican en ese artículo, en el que muestran su trabajo en la diócesis tailandesa de Udon Thani.
Nació en Huey Suam y era aún una joven recién casada cuando los ancianos de la comunidad se presentaron a hablar con y le pidieron que aceptara comenzar a prepararse para ser la catequista de la parroquia.
No fue nada fácil, puesto que la zona aún estaba recuperándose de la guerra de Indochina y faltaba de todo. No obstante Khru Somphong no dudó en acoger con alegría este requerimiento: "Desde aquel primer momento mi vida cambió”, explica: “De haber sido una vida marcada por el dolor de haber perdido a mis padres de niña, vivir la soledad de la falta de familia y amigos y ello en medio de la miseria que toda guerra genera, pasé a experimentar la “ALEGRÍA” de ser consciente de sentirme llamada a formar parte activa en la comunidad cristiana, compartiendo la experiencia de vida creyente al lado de otros líderes cristianos y junto a sacerdotes entregados en cuerpo y alma a los demás”.
Una niña solitaria, huérfana y despreciada por muchos se convirtió en referente de la comunidad y volvió a sentirse amada: “Encontré el Amor que Dios me tiene y ello me ha hecho encontrar la felicidad y tener la Fortaleza para anunciar desde entonces a niños y mayores la Verdad de Dios y el Amor que El nos tiene a cada uno de nosotros y que nos hace ser mejores cada día”.
Han pasado muchos años y la alegría de esta catequista nativa no ha desaparecido, aunque reconoce que la labor es cada vez más difícil. Ahora el trabajo es más injusto, el mundo de la droga se lleva a muchos jóvenes y los más pequeños se convierten, sin darse cuenta, en mano de obra del mercado de trabajo. Khru Somphong no cesa en su empeño y sigue compartiendo con los niños que reciben la catequesis, con los enfermos que visita por las casas y con los cristianos y aquellos pocos budistas que habitan este pueblo la alegría de vivir y proclamar la Buena Noticia de que somos hermanos e hijos de un mismo Dios Padre llamados a formar y fortalecer su familia.