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¿Cómo cantar o tocar música litúrgica que ayude a conectar con Dios?

A musical group singing in a mass with an organ – es

© Chris Gent

Henry Vargas Holguín - publicado el 03/01/15

El canto más apropiado es el gregoriano y como instrumento destaca el órgano

Empecemos por decir que la música sacra y el canto son signos litúrgicos. Y “el fin de la música sacra es la gloria de Dios y la santificación de los fieles" (Sacrosanctum Concilium, 112).

La Iglesia tiene una larga tradición musical, que viene incluso desde el Antiguo Testamento y "la tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1156).

La música y/o el canto, tienen su razón de ser en la vida eclesial al ser también un ministerio; un ministerio como cualquier otro y por tanto de vital importancia para la fe cuando se hace oración.

Cuando acompañamos la fe con la música lo que se busca son esencialmente tres cosas: dar relieve al misterio que se celebra con palabras y gestos; reforzar el mensaje contenido en los textos bíblicos y litúrgicos; facilitar la participación y mejorar la unidad de la asamblea.

Obviamente que no hay música sin instrumentos y éstos se emplean con ciertas condiciones:

Primero que todo no deben causar distracción ni extrañeza en la asamblea sino ayudarle a compenetrarse en la celebración y en cada momento de la misma.

Y en segundo lugar no deben llamar la atención hacia sí mismos, ni por una mala ejecución, ni por un excesivo virtuosismo del intérprete. El sonido de los instrumentos jamás debe cubrir las voces ni dificultar la comprensión del texto.

Ya hemos visto la razón de ser de la música y del canto y las condiciones para su correcto uso en la liturgia. Ahora veamos en detalle cómo debe intervenir la música y/o el canto:

– La música, como acompañamiento para los cantos, debe ayudar a sostener las voces, dándoles cuerpo y ayudando a no perder el ritmo y el tono. Por tanto hay una primacía del texto frente a la música. La música está al servicio del texto y no al revés.

– La calidad musical. El canto y su acompañamiento instrumental han de ser artísticamente bien ejecutados, de buen gusto y en armonía con el carácter sagrado de lo que celebramos.

– Es muy importante la adaptación a la celebración. El canto y la música litúrgica no tienen una función concertística sino que están al servicio de la celebración del Misterio y de la Palabra, en donde radica el único protagonismo de nuestra liturgia.

Para que el canto y la música sean litúrgicos, los textos han de estar inspirados en la Sagrada Escritura y en los textos de la propia liturgia y no han de tener como base, por ejemplo poemas o textos románticos.

Los textos han de ser capaces de interpretar el sentido auténtico, el sensus del rito, hacerlo comprensible y, por tanto, permitir y conducir a la implicación y a la "participación activa".

– Hay diversidad de celebraciones y de tiempos litúrgicos por lo que en cada caso se procure que la música y el canto se adapten en los textos y en las melodías y ritmos a cada momento celebrativo.

– La adecuación a las comunidades ya sean religiosas, ya sean parroquiales. No es lo mismo celebrar la liturgia en una cultura que en otra, como tampoco es lo mismo celebrar una liturgia en un grupo reducido que en una celebración multitudinaria, o en una comunidad de religiosos que en una asamblea dominical en parroquia.

Evitar el sonido solo de los instrumentos durante el Adviento, Cuaresma, Triduo Sacro y en los Oficios y Misas de Difuntos.

– Es importante que los músicos posean no sólo determinada pericia para tocar los instrumentos sino que además conozcan y respeten las normas litúrgicas y su espíritu

; a fin de que consigan embellecer la sagrada celebración.

– Pero siempre la música y el canto, en cualquier lugar en que se celebre una liturgia cristiana, han de conducir a hacer visible y audible la experiencia de Cristo resucitado en medio de una asamblea que expresa al unísono su fe.

¿Qué cantos e instrumentos van mejor?

Ahora bien, ¿qué cantamos y qué instrumentos utilizamos para nuestras celebraciones liturgias? Estas preguntas tienen una respuesta que no debe estar en manos de cualquiera que, aun con buena voluntad, trate de “amenizar” nuestras celebraciones.

La respuesta a estas preguntas le corresponde darla en primer lugar a la conferencia episcopal del país y vigilada por el ordinario del lugar (el obispo) y los responsables de las comunidades.

Se debe velar para que la música y el canto sean un verdadero “ministerio” al servicio de la fe y de la oración del Pueblo de Dios.

Dentro del canto la primacía la tiene el canto gregoriano, como modelo supremo de música sacra. En este sentido hay que recordar la importancia de la schola cantorum, en particular en las iglesias catedrales.

Y dentro de los instrumentos musicales sobresale el órgano; éste instrumento es, de larga tradición, el más privilegiado y significativo.

Por tanto “téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales” (Constitución Sacrosanctum Concilium, n.120).

Hay una gran variedad de instrumentos que se pueden utilizar en las liturgias, no sólo el órgano, pero han de respetar el criterio de adecuación, armonía y necesaria participación de la asamblea.

“En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, a tenor de los arts. 22 § 2; 37 y 40, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles” (SC 120).

Varios instrumentos de viento y de cuerda se han introducido ya habitualmente en muchas asambleas para dignificar la celebración; entre ellos destaca la guitarra.

Ahora bien, ¿hay algún instrumento prohibido? Pues mientras la Iglesia no diga, con un documento oficial, que prohíbe explícita y concretamente algún instrumento musical en particular durante la misa o en cualquier otra celebración litúrgica, de consecuencia cualquiera está permitido.

Obviamente unos son más apropiados que otros para usarse en uno u otro momento de la misa, en uno u otro tiempo litúrgico, en una u otra cultura. No conozco ningún documento que desautorice el uso de algún instrumento musical en la liturgia.

La liturgia y, en consecuencia, la música sacra, al ser realidades vivas, nunca deben excluir ni la traditio ni la progressio ni una relación equilibrada y constante entre los instrumentos tradicionales y la legítima apertura a la innovación con nuevos instrumentos.

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