Los católicos de Bosnia y Herzegovina esperan al Papa Francisco
Desde hace 500 años su corona espera en el Vaticano que Bosnia vuelva a ser un reino católico. La historia de la bella y noble Catalina Kosaca Kotromanic, la última reina católica de Bosnia, ha reaparecido hoy en la mesa de la biblioteca del Papa Francisco bajo la forma de una estatuilla de barro.
La efigie de la reina, venerada como beata, fue un regalo al pontífice por Dragan Covic, miembro croata de la presidencia colegial de Bosnia y Herzegovina, en una visita oficial al Vaticano.
Catalina, hija de Stefano Vukčić Kosača, duque de San Sava y uno de los nobles bosnios más poderosos, fue concedida como esposa al rey de Bosnia, Esteban Tomás, en tiempos difíciles para el reino. Los otomanos estaban a las puertas y el trono de Esteban estaba en dificultad a causa de las reivindicaciones del hermano instigado por los mismos otomanos.
El rey necesitaba rápidamente la legitimación que podía ofrecerle en dote una esposa noble, puesto que la nobleza de la ciudad desaprobaba el matrimonio con la plebeya Vojača. De este modo, Esteban mandó anular el primer matrimonio y el 26 de mayo de 1446 se casó con Catalina que fue reina consorte hasta 1461, año de la muerte del marido.
Dos años después, en 1463, los otomanos arrollaron la ciudad y el trono de Esteban Tomašević, hijo de Esteban Tomás y de Vojača, que había reconocido a Catalina como reina madre. La familia real fue obligada a convertirse al Islam.
Catalina buscó entonces la protección del Papa y se refugió en Roma, donde gozó de la estima y amistad de Pío II (Enea Silvio Piccolomini), Pablo II (Pietro Barbo) y Sixto IV (Francesco della Rovere).
La reina destronada abrió con generosidad sus manos a los pobres y dejó en testamento muchos bienes a las instituciones de la Iglesia, sobretodo en el Capitolio de los canónicos de San Jerónimo, en el Hospicio de San Jerónimo y en la contigua iglesia dedicada al mismo santo, conocido también como “de los Ilíricos” porque ahí se encontraba la colonia de los prófugos croatas que huían de los turcos en las regiones balcánicas de Iliria y Eslavonia.
Catalina murió con fama de santidad el 25 de octubre de 1478. En el ínterin se había vuelto terciaria franciscana y en el Orden de los Frailes Menores Franciscanos es venerada como beata. Al mismo orden se confió la Basílica de Santa María en Arcoeli donde está sepultada.
La desafortunada reina dejó a los pontífices la corona de Bosnia hasta el día en que su tierra fuera restituida a los soberanos católicos. No podía imaginar cuántos dramáticos acontecimientos habrían sacudido su patria y cuánta sangre se habría derramado hasta nuestros días. Hoy, se estima que los católicos en Bosnia son el 10%, contra el 40% de musulmanes y el 31% de ortodoxos. Las consecuencias del conflicto de los años 90 y las dificultades de la organización política y administrativa contemporánea impuesta por los Acuerdos de Dayton, provocan, sin embargo, una continua hemorragia sobretodo del componente católico, desaventajada por la búsqueda de trabajo y el acceso a los cargos políticos.
Lo que se sabe de fuentes croatas bosnias, Covic, durante el encuentro en el Vaticano invitó al Papa Francisco a visitar la ciudad en nombre de todo el colegio de presidencia. La efigie de Catalina servirá para recordarle a Bergoglio que los católicos de Bosnia lo esperan.