Cuánto les ayuda tener libertad de percibir, de pensar, de sentir, de hacer y de querer
Todos los valores físicos, psicológicos y espirituales se desarrollan por el significado que adquieren al vivirlos. Los hijos pequeños aprenderán actitudes sanas en las relaciones de familia, si se le respetan libertades básicas como:
LIBERTAD DE PERCIBIR: Los niños se dan cuenta de lo que sucede, de cómo son las personas mayores, con una clarividencia extraordinaria. No se debe sustraerlos de la realidad.
Y cuántas veces, por protegerlos de ella, se les niega absurdamente la evidencia, como por ejemplo: ante la actitud de un padre que proyecta fuerte preocupación por un problema económico, al notarlo y comentarlo el niño, su mamá le contesta: –No hijito, no pasa nada, a tu papá sólo le cayó mal la cena.
Con esto, el niño empieza a dudar de sus propias percepciones. En cambio, el dejar intacta su libertad de percepción, le permite enriquecerse con la información, pues obtiene datos que le ayudan a comprender mejor la realidad.
LIBERTAD DE PENSAR: Si un niño piensa por su cuenta, interpretando que no es justo que su hermanito les eche a perder todos los paseos, que todo funcionaria mejor sin él; y al expresarlo se le reprocha el pensar así, intentando defender la figura del hermano menor, sólo se conseguirá dañarla más y perjudicar al hermanito mayor, que empezará por ocultar sus pensamientos, y podría dejar de ejercitarlos para juzgar la realidad, lo que lo puede llevar a confundirse y a moverse en un mundo fantástico o insano.
Por su falta de experiencia, los niños no siempre piensan o interpretan correctamente la realidad, pero hay que respetarlos sin reprimirlos o engañarlos, deformándoles lo que sucede. Lo correcto será preguntarles ¿por qué piensas eso?, para luego ampliar, reforzar o corregir sus juicios, y no abolirlos de entrada. Eso les da la posibilidad de apreciar la realidad con mayor certeza.
LIBERTAD DE SENTIR: Cuando se bloquean los sentimientos de los niños, terminan sin autonomía. Hay padres que pretenden filtrar lo que sus hijos sienten: “tu sientes frio, porque yo siento frío”; “tú no tienes miedo”; “no sientes coraje, eso es de niños malos”.
Con el tiempo, estos niños pueden desarrollar extremos de inseguridad llegando a preguntarse a sí mismos: ¿me gusta ese muchacho?; ¿Cuáles son mis intereses?; ¿en realidad estoy enojado?
Una cosa es encauzar la afectividad, aprender a controlarla razonablemente, y otra, es negarle su voz, que es guía y contacto realista con la vida. Por ejemplo: si un niño siente miedo y ha aprendido a reconocerlo, no dejándose llevar por él, puede actuar con su inteligencia y su voluntad, logrando conducirse de la mejor manera.
Las emociones son espontaneas, no pueden negarse u obligarse, solamente reconocerlas y encauzarlas a través de la razón y la voluntad.
LIBERTAD DE HACER: Muchos padres, por temor de que sus hijos sufran algún daño o que se equivoquen, no los dejan hacer nada, o les dan instrucciones tan precisas y exigentes, que van minando la inventiva, la capacidad y la autoestima de sus hijos.
Por ejemplo: “No puedes ir a patinar con tus amigos, porque te puedes caer”; “no te excedas en el estudio, porque te puedes enfermar”; “no te metas a trabajar mientras estar en la universidad, porque es muy cansado”; “las cosas se hacen exactamente como yo digo, tú no sabes, el de la experiencia soy yo”; “como ya te he dicho, las cebolla se pica así, con el cuchillo de ladito”, etc.
Sobreprotegerlos, dudar de su capacidad, no dejarlos intentar o equivocarse, es aniquilarlos. El sano desarrollo exige poder equivocarse y aprender a rectificar.
LIBERTAD DE QUERER: No permitir a los pequeños “querer a quien quieran querer, como quieran”. Como cuando los padres no sienten simpatía por alguien y pretenden que a sus hijos les caiga mal también.
Unos ejemplos serían: si la madre aborrece a la suegra, quisiera que los niños también hicieran lo propio con la abuelita; o expresiones como: “tú no quieres a tu amigo, eso es pasajero, escucha a tu madre que ha querido a tanta gente, y ella te dirá lo que debe ser”.
A través de un dominio y una manipulación afectiva muy sutil y a veces no tanto, se intenta controlar los amores de los hijos, filtrarlos, terminando por bloquear su capacidad de amar.
Cuantas veces se confunde la educación de los hijos pequeños con la clausura de sus posibilidades, al reprimirlos e impedirles ser espontáneos por confiar.
La verdadera educación permite encauzar, ayudar a analizar, compartir; pero partiendo siempre del respeto a la realidad del niño, a lo que él es, siente, percibe, piensa, hace y quiere; lo contrario es enfermizo y lejos de desarrollar su personalidad, la anula, la enferma, la daña.
Por Orfa Astorga de Lira