La justicia, en muchas ocasiones no solamente es ciega, sino demasiado lenta. Tanto como 70 años… George Junius Stinney Jr. (21 de octubre de 1929-16 de junio de 1944) fue, a la edad de 14 años, la persona más joven ejecutada en Estados Unidos durante el siglo XX y el último menor de 16 años que se ejecutó en ese país. Cabe resaltar que George era un niño afroamericano.
Pero el pasado 17 de diciembre de 2014, siete décadas más tarde, la juez de Carolina del Sur, Carmen Tevis Mullen, decretó que George no tuvo un proceso justo. Aseguró que el proceso judicial había estado plagado de violaciones fundamentales y constitucionales propios de un juicio regular.
Juicio exprés, jurado de hombres blancos
George fue condenado por el asesinato de dos niñas blancas: Betty June Binnicker, de 11 años, y Mary Emma Thames, de 8 años de edad, en el Condado de Clarendon, Carolina del Sur, Estados Unidos, el 24 de marzo de 1944. Fue arrestado al día siguiente de los hechos, bajo cargos de asesinato de primer grado.
El juicio tuvo lugar el 24 de abril del mismo año, en el tribunal del Condado Clarendon. Una vez seleccionado el jurado, comenzó el juicio, a las 12:30 pm y terminó a las 17:30 pm. Del mismo día. Tras sólo diez minutos de deliberación, el jurado, que estaba compuesto en su totalidad por hombres blancos, dio el veredicto: culpable.
Bajo las leyes de Carolina del Sur en ese momento, toda persona de 14 años era tratada como adulto. George fue sentenciado a muerte en la silla eléctrica. La ejecución fue llevada a cabo en la Penitenciaria Estatal de Carolina del Sur, en Columbia, la mañana del 16 de junio de 1944, menos de tres meses después del crimen.
El caso, que ya ha sido llevado al cine y del cual se han escrito novelas y narraciones detalladas, ha mostrado que muy difícilmente George pudo haber sido el asesino de las niñas. El objeto con que fueron ultimadas era una viga de casi 20 kilos de peso, que un niño de 14 años no podría manejar y mucho menos imprimirle la fuerza necesaria para matar a las dos menores.
Ni la defensa ni la acusación cumplieron con los protocolos normales de un juicio de esta naturaleza, por lo que la juez Tevis Mullen, estimó que la policía la obtuvo de una "manera indebida, no conforme a los códigos y procedimientos penales".
La familia estuvo siempre a su lado
Muchas son las pruebas que, a lo largo de los años, se habían ido acumulando para resaltar, si no la inocencia de George, sí la dificultad de pensar que él había sido el asesino. Por lo pronto, su hermana Arnie –que aún vive—afirmó en repetidas ocasiones que ella estaba junto a su hermano el día del asesinato y que no hizo nada de lo que le imputaron.
Pero su testimonio jamás fue escuchado.
Ella misma, junto con su hermana Katherine, celebró el pasado 17 de diciembre la decisión de la justicia estadounidense de exonerar a su hermano. La familia sostuvo siempre que el juicio por el que fue sentenciado se basó en una confesión que supuestamente habría sido obtenida por la fuerza.
El argumento “más fuerte” que tenía la parte acusadora fue que George había sido visto cuando hablaba con las dos niñas el mismo día del crimen.
Katherine recuerda que su hermano era tan pequeño que tuvieron que agregarle a la silla eléctrica un directorio telefónico para que se sentara encima y alcanzaran las correas que lo ataron a la muerte.
"Es como si el cielo se hubiera aclarado", dijo a los medios de comunicación estadounidenses Katherine, una maestra de 80 años, ya retirada. "Cuando lo vimos en las noticias, estábamos sentados con amigos. Alcé mis manos y dije: Gracias, Jesús; alguien nos había escuchado. Es lo que esperamos por muchos años".
Y Katherine concluyó: "Estoy feliz porque haya llegado este día después de tanto tiempo, pero me estremezco cuando pienso en mi infancia y en George. No hubo nadie que lo ayudara. Me dan escalofríos cada vez que lo recuerdo".