El Padre Gregorio López Gorostieta, conocido como el Padre Goyo
Tras de una tensa espera, marchas y exhortos por parte de la Iglesia católica mexicana, el cuerpo del sacerdote Gregorio López Gorostieta fue localizado con un impacto de bala en la cabeza la tarde de ayer jueves 25 de diciembre, en un tramo de la carretera que conecta a Ciudad Altamirano con el municipio de Arcelia, en el cada día más conflictivo Estado de Guerrero, de por sí ya convulsionado con la desaparición de 43 jóvenes estudiantes de magisterio, de la vecina población de Ayotzinapa.
El sacerdote incardinado en la diócesis de Ciudad Altamirano, conocido como “Padre Goyo”, fue secuestrado, el pasado 21 de diciembre, por personas armadas que ingresaron al seminario diocesano de esta demarcación, que se encuentra en las faldas del cerro Chuperio, alejado de la zona urbana. Los restos del sacerdote serán velados hoy viernes su parroquia en Nanchititla.
La desaparición del Padre Gregorio había causado consternación en la Iglesia católica de todo el país. Por la mañana de ayer jueves, en medio de un mensaje de esperanza por la Navidad, la arquidiócesis primada de México se había sumado al reclamo contra la violencia e inseguridad en este país por la desaparición del sacerdote.
Y había exigido su presentación con vida a quienes lo privaron de su libertad. Finalmente, esto no pudo ser así, confirmando que México es el país más peligroso de América Latina para ejercer el ministerio sacerdotal.
En un comunicado previo al hallazgo del cadáver del Padre Gregorio, el obispo de Ciudad Altamirano, monseñor Maximino Martínez Miranda, había denunciando la desaparición del sacerdote desde la noche del pasado 21 de diciembre y había descrito cómo personas ajenas al seminario habrían obligado al sacerdote a subir en su camioneta y partir con rumbo desconocido.
Durante una marcha celebrada el pasado miércoles en Ciudad Altamirano, el obispo Martínez Miranda dijo: “Basta ya, es el grito de todos los obispos de México y de esta diócesis, basta ya de los que provocan iniquidad, corrupción, impunidad de complicidad y a la vez de indiferencia que lo único que han hecho es provocar violencia, temor y desapariciones”.
En esta diócesis van ya varios sacerdotes asesinados en los últimos años. Primero fue el sacerdote de Arcelia Habacuc Hernández Benítez, quien fue asesinado junto con dos seminaristas Eduardo Oregón Benítez y Silvestre González; y posteriormente los sacerdotes Cambrón Ascensión Acuña Osorio, de Arcelia y Joel Román Salazar.