España celebra el domingo la fiesta de la Sagrada Familia
La catedral de la Almudena en Madrid, como el resto de la mayoría de las catedrales de toda España, será el lugar donde las familias cristianas son convocadas para, junto a su pastor, celebrar la fiesta de la Sagrada Familia, este domingo 28 de diciembre.
Se subraya este año, respecto a los siete años consecutivos en los que ha habido una convocatoria nacional en una plaza madrileña, tanto su carácter diocesano como su carácter estrictamente litúrgico y testimonial.
En primer lugar, se trata de devolver la fiesta de las familias a las Iglesias particulares. Una fiesta como la de la Sagrada Familia es una ocasión privilegiada para la pastoral familiar diocesana, para que el obispo pueda estar con sus familias y las familias con su obispo.
Así lo han querido no sólo el arzobispo de la capital de España, sino la mayoría de los obispos en su discernimiento y comunión.
En sintonía con el Papa Francisco, se antepone la pastoral de la cercanía personal, del crecimiento de la comunidad cristiana, y de que la dimensión social y púbica de la Iglesia sea más que de masas, de periferias, más que del testimonio de las certezas, del testimonio de las vidas.
En segundo lugar, se trata de devolver la fiesta de las familias a su ámbito celebrativo más propio, que no es como se ha dicho despreciando esta decisión el de las sacristías, sino el de los templos. La calle puede ser un especio litúrgico para celebraciones excepcionales, pero no debe ser el espacio habitual y permanente para la escucha de la Palabra y la celebración de los misterios de la fe.
En tercer lugar, con esta decisión también se subraya la auténtica dimensión testimonial de la familia cristiana. Una cosa es la celebración y otra cosa es la manifestación. Las justas reivindicaciones políticas de defensa de los derechos de la familia merecen el libre apoyo de las familias cristianas, pero a través de la sociedad civil.
No sólo en la opinión publica sino también en el seno de la comunidad cristiana se había llegado en los últimos años a hablar de la “misa-manifestación”, lo cual es una aberración. O se participa en una celebración litúrgica, o se participa en una manifestación política. Las dos cosas a la vez es imposible.
Con la primera se da un testimonio de fe libre de connotaciones políticas. Con la segunda, un testimonio de defensa de los derechos humanos en coherencia con la doctrina social de la Iglesia. En las dos se da testimonio, pero en cada una de un modo distinto, sin confusión ni manipulación.