El librito casi profético que el hoy Papa Francisco escribió en 1998Cuando el hoy Papa Francisco era neo-arzobispo de Buenos Aires, cátedra en la que sucedió al Primado cardenal Antonio Quarracino el 28 de febrero de 1998, escribió un pequeño libro (julio de 1998), dividido en varios capítulos, dedicado a la visita histórica de Juan Pablo II a Cuba entre el 21 y el 26 de enero de ese año.
El pequeño volumen, sólo en venta en papel en lengua española, es citado periódicamente desde hace un año, sobre todo por periodistas y escritores que han escrito biografías sobre Jorge Mario Bergoglio.
Elogio a la amplitud de miras de Juan Pablo II
El texto de Bergoglio se centra casi todo en el magisterio de Juan Pablo II en Cuba (homilías, discursos, saludos) y se propone subrayar dos aspectos: el dialogo no solo es posible sino también necesario, y si este diálogo es sincero y honrado dará frutos relevantes para todos.
El ex arzobispo de Buenos Aires elogia la amplitud de miras y el valor del Papa Wojtyla, y anticipa que antes o después estos frutos llegarán. Al mismo tiempo, Bergoglio defiende con firmeza la misión y el papel de la Iglesia católica en Cuba, recordando no sólo sus muchos sufrimientos, sino manifestando cuánto puede hacer esta Iglesia por el pueblo y la nación cubana, donde peregrina por voluntad de Cristo.
Al mismo tiempo, en varios momentos del escrito de Bergoglio se leen críticas a algunos aspectos importantes de la Revolución cubana y al sistema socialista, en particular a todo aquello que por elección ideológica, programa político o disposición administrativa obstaculiza “la dignidad trascendente de la persona humana”.
Críticas al aislamiento económico a la isla
Están también en el texto, en línea con el Papa Juan Pablo II y los obispos cubanos y estadounidenses, duras críticas al embargo y al aislamiento económico que Washington impone a la isla, críticas que se concluyen con un aliento a luchar para acabar con esta situación que causa sólo daño al pueblo, en particular a los más débiles.
En todo caso, la conclusión principal, “la lección” del viaje apostólico del Papa Wojtyla, es perentoria para Jorge Mario Bergoglio: en sus diferencias, Juan Pablo II y F. Castro se encontraron, hablaron, se escucharon mutuamente con afecto y respeto, abrieron un dialogo, el único camino verdadero y duradero para vivir juntos en armonía y colaboración, incluso cuando hay entre las partes opiniones o puntos de vista distintos.
Un buen augurio del pensamiento del Papa
En otras palabras, Jorge Mario Bergoglio ya hace 16 años pensaba como hoy. En Buenos Aires su pensamiento y su análisis eran un augurio. Ahora, en el Vaticano, el augurio se ha convertido en exhortación y acción diplomática.
El “libro” de mons. Bergoglio dedicado al viaje del Papa Wojtyla a Cuba (21 – 26 enero 1998) en realidad es un breve ensayo (35 apartados, cada uno de 40 líneas en formato prensa) elaborado por el “Grupo de reflexión Centesimus Annus, dirigido y coordinado por el arzobispo de Buenos Aires, mons. Jorge Mario Bergoglio”.
El texto por tanto es también el fruto de una elaboración colectiva que, como se lee en las primeras líneas, se propone, a partir de la visita de Juan Pablo II a Cuba, recorrer “el itinerario misionero” del Papa polaco con el fin de descubrir algunas constantes. La principal según el texto – en el Capítulo I, “El valor del dialogo” – es una acción pastoral del Pontífice muy precisa: “la crisis de valores que él ha revelado” a la conciencia humana.
Búsqueda del diálogo
“Por este motivo, prosigue el librito, y desde el inicio de su ministerio pastoral (el Papa) ha demostrado una disposición plena a abrir la Iglesia al diálogo considerándolo fértil pues la humanidad – en el diálogo – se abre a la Iglesia en una incesante búsqueda de la verdad. La importancia y el valor del diálogo residen en el hecho, precisamente, de que su práctica hace posible llegar a la verdad fundada en el Evangelio. El diálogo se opone al monólogo y conduce el espíritu en la búsqueda de la verdad”.
Después de varias consideraciones sobre la verdad revelada, para subrayar que “el dialogo entre el hombre y la Iglesia es posible a través del Evangelio”, prosigue el texto: “El Papa no sólo es un portavoz, una persona que transmite la palabra de Cristo, sino que es aquel que recibe la voz del mundo, de la sociedad humana. El papel de la Iglesia, en particular del Vicario de Cristo, es el de liberar, dialogar y participar, para construir comunión entre los hombres y la Iglesia”. (…) “El diálogo entendido como canal de comunicación entre la Iglesia y los pueblos, se convierte en un instrumento base para construir la paz, promover la conversión y crear fraternidad”.
“Así, en el diálogo entre ausentes, entre Juan Pablo II y Fidel Castro – prosigue el librito – el Papa reafirma con firmeza su petición de libertad, dignidad y democracia para el pueblo cubano, mientras que Fidel Castro mantiene en alto la bandera de la igualdad de trato para Cuba en el escenario internacional, en el ámbito de las relaciones económica.