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Navidad: Espero

Pesebre blanco

© Tony Alter / Flickr / CC

Pesebre

Carlos Padilla Esteban - publicado el 20/12/14

Esa noche en la que esperamos que ocurra lo que soñamos, que todo cambie, que algo nuevo comience

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La noche está quieta en Navidad. Será una noche inmóvil, callada. Miro, pienso y detengo mis pasos. Si tuviera un pincel me gustaría pintar esta noche de estrellas, o de luces que caen y suben. De estrellas. Así, con un pincel.

Pero a veces los pinceles mienten. Vagamente recogen en colores una mínima parte de la verdad. Sólo un pequeño esbozo, un retazo de la belleza más profunda, una mínima parte de toda la vida. Los pinceles mienten. O mejor dicho, no dicen toda la verdad.

Porque la verdad, toda la verdad, no se puede recoger en un cuadro, con un pincel. Los pinceles tan sólo detienen el tiempo por un instante en el discurrir de la vida. Retratan lo que sucede queriendo inmortalizarlo. Lo logran torpemente. Intentan guardar en un lienzo todo el misterio que no se explica con palabras.

La vida no puede retenerse con pinceles. No vale de nada. La vida es un vagón silencioso, escondido en el tiempo, dibujado por Dios. Un vagón en movimiento.

Un vagón lleno de misterios que no se dejan pintar. De miradas que no hablan y no se pueden retener. De miradas llenas de palabras y emociones. De miradas profundas y de lágrimas. Lágrimas llenas de alegría o de pena. Porque las lágrimas no siempre contienen tristeza. Muchas veces destilan gozo, esperanza, emoción. Son las paradojas que encierran las lágrimas.

Esta noche santa es un vagón cargado de silencios. De estrellas y de vida. Un vagón que vuelve a detenerse en nuestra vida. Porque la vida siempre transcurre en un vagón. ¿Cuál es el mío? ¿De primera? ¿De segunda?

Tal vez importa más con quién vamos en el vagón, antes que su ubicación en el tren. Al fin y al cabo todos llegan a su meta. Primero los primeros, más tarde los últimos, pero todos llegan.

Tal vez sea importante el silencio de mi vagón. Porque es verdad que las palabras a veces rompen el misterio sagrado de las miradas.

El silencio de la noche santa de Belén. Sí, especialmente el silencio de aquella noche. María callaba mirando a Jesús. José callaba mirando a María. El niño dormido. Silencios. Estrellas. Paz. Sonrisas.

No quiero negar que la palabra tiene la belleza de una semilla sembrada en el desierto, o en el campo. Lleva en su pecho oculto un mundo entero, una vida entera, un milagro a punto de nacer. Es verdad, las palabras son también importantes. Escritas o pronunciadas. Dichas en voz baja o gritadas al viento.

Juan pronunciaba sus palabras en el desierto, era un grito que rompía el silencio. Surgía la vida. Jesús pasó diciendo palabras. A veces con voz queda, otras con voz profunda.

Mantuvo también silencios. Esos silencios misteriosos escribiendo en la arena, recibiendo ofensas. Una mirada basta a veces, tan sólo un silencio. Un gesto claro y un silencio, para comprender lo importante.

En la vida hay muchos encuentros llenos de silencios. Cuando me conmuevo guardo silencio. Miro el horizonte y guardo silencio. Sorprendido. Atónito, lleno de vida, esperando.

Como en esta noche santa. Esta noche en la que esperamos que ocurra lo que soñamos, que todo cambie, que algo nuevo comience. Es el silencio santo de Dios delante de mis ojos. De rodillas ante un establo. Siempre me emociona.

Me arrodillaré de nuevo. No por costumbre, sino porque no quiero dejar de ser niño. Me arrodillaré sorprendido. ¿Qué espero? ¿Qué temo? Silencio. El silencio de Dios cargado de respuestas.

Dios pronuncia una palabra y vivo. Nace el Niño en mis brazos. Callo y vivo. Me mira y vivo. Espero callado en mi vagón lleno de silencios. Nace de nuevo para decirme que me quiere. Y yo le quiero. La vida misteriosa de Dios entre los hombres.


La vida cotidiana de los hombres sin Dios. ¿Cómo encontrarle oculto en la violencia, en la división, en el odio? ¿Cómo descubrir su rastro esquivo entre las vidas que buscan un sentido? Callo.

Me vuelvo hacia tantas vidas misteriosas que no buscan respuestas. Miran pasar el tiempo. Tienen muchas preguntas. El tren de la vida avanza.

Espero con los ojos entreabiertos. Me emociono de nuevo al mirar las estrellas de esta noche. ¿Estaré preparado? ¿Le diré que sí a Jesús en medio de mi silencio? ¿Lo romperé con esa palabra que marca nuestra vida?

Octavio Paz decía: "La libertad es simplemente la diferencia entre dos monosílabos: sí y no". Yo elijo de nuevo la libertad. Sí, quiero seguir sus pasos.

Me arrodillaré como un niño. Confío. Espero. Sueño. De rodillas es más fácil estar a la altura del niño. Y de su madre. ¿Estaré preparado? Nunca lo estoy. Siempre me pilla de improviso. Cuando menos lo espero nace de nuevo. Rompe mis rutinas. Me rompe por dentro.

Quiero que venga ya a poner orden en mi vida. Parece fácil. Al menos para Él que todo lo puede. Espero. Quiero. 

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