“Niños adultos” para uso y consumoKristina Pimenova es fotomodelo. Apareció en la portada de Vogue y prestó su rostro angelical a estilistas del calibre de Armani, Roberto Cavalli y Dolce & Gabbana. Todo aparentemente normal si no fuera porque Kristina tiene sólo 9 años y trabaja de modelo desde que tenía 3.
2 millones de seguidores
Es inútil decir que la niña-modelo tiene mucho éxito en las redes sociales: su página de Facebook tiene más de 2 millones de seguidores y la de Instagram, 315.000; no pasa un día sin que aparezcan fotos, profesionales o “robadas” de momentos de su vida cotidiana.
Críticas y preocupaciones
Dada su ultra exposición “social y mediática”, su caso no ha pasado inadvertido: a pesar de que su perfil en Facebook declara que la niña no sube autónomamente las fotos y que los contenidos son cuidadosamente filtrados y gestionados por su entorno, no faltan las críticas.
Algunos cuestionan las actitudes que la niña modelo debe asumir frente a los objetivos fotográficos: miradas intensas y poses sutilmente provocativas.
Hay quien se pregunta si todo esto no le habrá quitado la alegría de la infancia. Hay quien en cambio argumenta que los comentarios sexistas que recogen algunas de sus fotos corren el riesgo de provocarle a la pequeña traumas a largo plazo.
Sin olvidar a quienes afrontan sin pelos en la lengua el tema de la pedopornografía on line: ¿la sobre exposición de Kristina no corre el riesgo de alimentar pulsiones, a menudo oscuras, que se mueven en la web?
Tranquilidad de los padres
Los padres no parecen preocupados. “Kristie comenzó su carrera a los tres años –explica su madre, Glikeriya, en Facebook–; dondequiera que íbamos la gente me decía que era adorable y me sugería hacerla modelo. Decidí intentarlo y ella en ese momento se dio cuenta de que era divertido, sobretodo las pasarelas y los espectáculos de moda. Desde entonces para ella es una diversión y adora cada minuto que lo que hace”.
Valor de la infancia
El tema de los “niños adultos” está al orden del día y la asociación de espectadores AIART ofrece una interesante contribución al respecto en un comentario como conclusión de la última edición de Te dejo una canción:
“Si el desafío es entre canciones y no entre cantantes, queda el triste espectáculo de “niños travestidos de cantantes” al citar al crítico de televisión Aldo Grasso y comprometidos en “grotescas imitaciones de los adultos” como escribió también Antonio Marziale, presidente del Observatorio de los derechos de los menores y consultor de la comisión parlamentaria de la infancia.
¿Si los valores típicos de la infancia son la ingenuidad y la espontaneidad – continúa el comentario – cómo conciliarlos con el reto de vivir como famosos, bajo los reflectores, observados por todos, criticados y juzgados, expresando ciertas actitudes, posturas y modulaciones de la voz y con un maquillaje que no pertenecen a su edad?
La diferencia entre los niños y los adultos se disuelve en el mar de la homologación en el mundo adulto con sus emociones y tensiones amorosas, y para uso y consumo de esto se buscan audiencias con una total ausencia de este aspecto lúdico y relajado tan característico del mundo de los niños”.
Huyendo de la edad
“Asistimos a una creciente carrera hacia una ‘adultización’ de la infancia, equivalente casi a la regresión hacia las formas exhibidas de la juventud, alentadas y recreadas artificialmente por los cincuentones y sesentones. Estamos en un periodo histórico en que “se huye de la edad”.