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Mientras el presidente francés, François Hollande inauguraba en su país el Museo de la Historia de la Inmigración, y reconocía “las aportaciones de los extranjeros a Francia”, en Estados Unidos, a 115 kilómetros al sur de San Antonio (Texas), a la mitad del camino hacia Laredo y la frontera con Tamaulipas (México), en el poblado de Dilley, se abría el mayor centro de detención de inmigrantes indocumentados que se haya construido en la historia.
Se abre una mayor oportunidad de reforzar la frontera
La inauguración del que se llamará Centro Residencial Familiar del Sur de Texas, fue realizada por el secretario de Seguridad Nacional del gobierno de Barack Obama, Jeh Johnson, mismo a quien el presidente de Estados Unidos le había encargado hacer frente a la “crisis humanitaria” motivada por los miles de niñas, niños y adolescentes mexicanos y centroamericanos tratando de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.
En el acto de inauguración, Johnson también anunció un plan unificado de seguridad en el límite sur con México, en el que participarán los activos y el personal de las oficinas de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), así como de Inmigración y Aduanas (ICE) y de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) junto a la Guardia Costera.
El titular de la seguridad nacional de Estados Unidos puntualizó que la orden ejecutiva del presidente Barack Obama, para suspender durante tres años la deportación de casi cinco millones de inmigrantes, brinda a su dependencia “la oportunidad de reforzar la frontera con más recursos en lugar de rastrear a los indocumentados dentro del país”.
Respuesta a las presiones para no separar a las familias
La intención de este Centro Residencial Familiar es, justamente, albergar a adultos de los países del sur de Estados Unidos que crucen la frontera con sus hijos y que carezcan de papeles. Es, quizá, una respuesta del régimen de Obama a los continuos reclamos de parte de la Iglesia católica de Estados Unidos en el sentido de que las leyes migratorias fallidas de ese país, estaban destruyendo a miles de familias.
El centro diseñado para los indocumentados y sus familias puede llegar a albergar, al mismo tiempo, a 2,400 personas y contará, entre otras facilidades, con áreas de recreación para los inmigrantes sin papeles (en Estados Unidos les llaman “ilegales”), así como cuartos de juego, biblioteca y un campo de futbol. Una característica importante es que se trata de un centro menos parecido a un campo de concentración ya que no tendrá barda con alambre de púas para evitar que escapen los detenidos.
Según las estimaciones de las autoridades de Seguridad Nacional, este centro empleará a cerca de 600 personas, muchas de ellas alejadas del tema migratorio como son psicólogos, supervisores residentes, educadores y expertos en juegos y recreación. Con este complejo se pretende sustituir las instalaciones provisionales del que, hasta ahora, pasaba por ser el centro de detención más grande e inhumano de Estados Unidos, el de Artesia, en Nuevo México.