Hemos puesto el árbol y el belén en casa este pasado fin de semana y esta noche, mi hijo mayor y yo, hemos estado hablando, delante del mismo. El belén no es un adorno más, tiene una función. Yo pongo el belén para que me ayude a vivir la Navidad mejor, para prepararme mejor, para contemplar el misterio de la Encarnación del mismo Dios… El belén lo pongo, pese a todas las incomodidades de ponerlo, para que me acerque al corazón de la celebración, al núcleo del mayor acontecimiento en la historia de la humanidad.
Hay gente que espera a poner el niño Jesús hasta Nochebuena y mientras, el vacío cubre el espacio dejado por Él en el belén. Hay quienes ponen los Reyes Magos según llega su fiesta y otros los van moviendo según va pasando el tiempo. Cualquier cosa sirve para conseguir entender un poquito más lo que ha pasado aquí y lo que sigue pasando. El misterio de la Navidad tiene fecha de envasado pero no de caducidad. En mi belén todo gira en torno a la gruta, que ocupa un lugar central y algo más elevado que el resto. Las figuras guardan proporción y son del mismo tamaño. No hay playmobils ni latas de CocaCola, ni rollos de papel WC. Respeto toda opción pero yo, para esto soy un clásico. El conjunto final tiene sentido y guarda una serena belleza. Al ladito de la Sagrada Familia, una velita de té encendida.
Me gustaría pasar mucho más tiempo con los niños delante del belén. No lo consigo. Ya os contaré a ver cómo ha ido este año. Anteayer, mientras cenábamos, empezamos a contar la historia del "pescador", un personaje de nuestro belén que, a la vera del río, echa el rato pescando, ajeno a lo que sucede a su espalda. Un distraído que no saca su mirada de "lo suyo" y que está a punto de perderse algo grande… alguien le avisa y llega a tiempo. Así terminaba la historia que nos inventamos… Cada personaje tiene una historia, igual que cada uno de los que lo contemplamos desde afuera. Cada uno es distinto y distintos son sus quehaceres. Los caminos de cada uno hacia el Señor no miden lo mismo ni atraviesan las mismas sendas. Nuestras cargas son distintas y distintos nuestros trabajos y desvelos. Pero el Señor nos pone a todos a mirar hacia el mismo sitio, hacia Él.
El belén corre el mismo riesgo que el mismo Jesús en nuestras vidas: ser un plus, un adorno, algo que llena un espacio, que nos hace sentir bien, especiales, entrañable… y ya. Si no le dedicamos tiempo a contemplarlo, lejos de activismos y urgencias, no acabaremos de participar de su vida y sus misterios. Párate y mírale.
@scasanovam