El obispo de San Francisco, Sergio Osvaldo Buenanueva, invita a reflexionar sobre una lectura del libro del profeta Isaías en que el profeta expresa el pesar del pueblo judío por el exilio, reconoce su pecado y pide el auxilio del Señor.
“¿Seguimos pensando que tenemos que conquistar a Dios a base de nuestros logros y méritos personales?”, pregunta. “Fijémonos en el camino espiritual que nos sugiere la lectura de Isaías”.
El profeta Isaías expresa:
“¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro Redentor” es tu nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti!Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en Él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos.Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. Pero tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!“.
“Se trata de una oración no sólo muy bella, sino de una gran finura y delicadeza espiritual. Refleja aquel momento de crisis que sacudió hasta los cimientos la vida de Israel, cual fue el exilio. Todas las seguridades se desvanecieron”.
“Precisamente entonces y así, el pueblo de Dios alcanzó una de las cumbres de la historia de la salvación. Maduró una experiencia de Dios que aún hoy nos sigue hablando”, reflexionó el obispo.
“Somos pecadores y Él es justo. Pero somos obra de sus manos. Apelamos a su poder que hace nuevas todas las cosas. Ese es nuestro futuro”.
“Cansados, perplejos y hasta abatidos, pero su poder es nuestra esperanza -concluyó-. Nosotros hemos conocido la más grande manifestación de este poder del Dios Padre, Redentor y Alfarero: la encarnación de su Hijo”.
Texto completo de la reflexión
Artículo originalmente publicado por AICA