La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!
Comienza el Adviento. Comienza este tiempo de espera y anhelo. Son pocos días. Corremos el riesgo de dormirnos y dejar que el tiempo se nos escape como arena entre los dedos.
Al escuchar las palabras de Jesús pensaba en que tenemos que vivir la vida despiertos y vigilando.
Nos dice: “Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: !Velad!”. Marcos 13, 33-37.
No quiere que vivamos dormidos. Me parece que a veces vivimos dormidos. Nos dejamos llevar por la corriente y no hacemos lo que de verdad queremos hacer.
Así nos lo recuerda el Padre José Kentenich: “Yo creo que el hombre actual, en el fondo, es el hombre colectivizado, que ya no piensa por sí mismo, sino que, de antemano, otros piensan por él”[6].
El ideal puede dejar de brillar ante nuestros ojos. El mensaje de este primer domingo es claro: vigilar y velar. Estar atentos a la propia vida. Queremos estar alerta. Porque cuando nos dormimos, nos aburguesamos y dejamos de soñar.
Es necesario vivir cuidando, denunciando, pidiendo. Es un tiempo para vigilar nuestra vida. Revisar cómo vivimos. Preguntarnos en qué podemos mejorar y crecer.
Somos esos porteros encargados de velar. Mirar desde la atalaya y tomar distancia para ver dónde podemos trabajar. Observar los peligros que nos acechan. Comprender que Jesús sale a nuestro encuentro una vez más.
Nuestra misión es estar despiertos. Atentos. Dispuestos a la acción. Esa actitud es la que nos hace proactivos en la vida. No queremos caer en la pereza y en el sueño.
Cuando vivimos centrados en nosotros mismos, en lo que nos hace falta, dejamos de observar la vida y las necesidades de los que nos rodean.
El Adviento es una invitación a salir, a mirar al que va a nuestro lado, a indicarle el camino a seguir. Es una oportunidad para crecer y mejorar, para ver dónde podemos dar un paso adelante.
Queremos señalar las metas, redescubrir los ideales que nos mueven. No queremos conformarnos con una vida mediocre. Hoy velamos, estamos despiertos.