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Carlos de Foucauld, el tuareg de Dios

Charles de foucauld – es

© DR

Jose Luis Vázquez Borau - publicado el 30/11/14

El 1 de diciembre se cumple el 98 aniversario de su asesinato

Cada 1º de diciembre, aniversario de la muerte del padre Foucauld, los seguidores de su carisma nos reunimos para orar, dar gracias a Dios por el don del hermano Carlos y renovar nuestro compromiso de seguir la propuesta evangélica que él nos propone: Vivir Nazaret como la Sagrada Familia hoy.

Para intentar describir de una manera sucinta la vida de este “hermano universal” hecho tuareg, por los que dio su vida, sigo el librito de las Hermanitas de Jesús del padre Foucauld, titulado Hermano Carlos de Jesús,  en tres apartados: 1. Llamada; 2. Seguimiento; y, 3. Realización.

1. Llamada: Del nacimiento hasta Benni-Abbés (Argelia)

Carlos de Foucauld nació en Estrasburgo el 15 de septiembre de 1858 en el seno de una familia rica y cristiana. Desde los seis años conoce lo que es ser huérfano de padre y madre. Como consecuencia de esto tiene que ir a vivir con su abuelo, el coronel Morlet, que lo quiere con ternura. De él recibirá los dones de la simpatía y de la generosidad, el amor por su familia, el país y también el amor por el estudio, el silencio y la naturaleza.

Conoce el sufrimiento de la guerra de 1870 y la invasión de su ciudad. Con su familia se refugia en Nancy, donde prosigue sus estudios. Es allí donde, con gran fervor realiza su primera comunión. Le sostiene la fe de su familia, sobre todo de su abuelo y su prima María, a quien admira mucho.

En 1874 se matricula en Santa Genoveva de París para realizar su formación, viviendo en régimen de pensionado en los Jesuitas. Como quiere ser militar entra en la escuela de Saint Cyr. Son años de despreocupación. No trabaja, lleva una vida solitaria, pierde el tiempo, anda vagando, se entretiene con obras literarias y no encuentra sentido a la vida.

Con gran pesar, a los diecinueve años pierde a su abuelo, a quien admiraba mucho por su inteligencia y su ternura. Algo se rompe en él y su vida va a la deriva. De desesperación se abandona, se deja estar, va de fiesta en fiesta, derrochando la herencia de su abuelo. Su familia está muy triste.

Pese a todo, termina sus estudios en la escuela de Caballería de Saumur. Tiene veinte años y hace una carrera corta en el ejército, pues a los veinticuatro años renuncia a éste para ir a explorar Marruecos.

Para este viaje se prepara estudiando el árabe en Argel (Argelia) y aprende todo lo que debe utilizar para este proyecto. Se pone en contacto con el rabino Mardoqueo, que acepta guiarlo aparentando ser judío. Realiza una verdadera expedición científica con mucho éxito, y la Sociedad de Geografía de Francia le concede la medalla de oro.

Durante este viaje, Marruecos lo conquista. Le conmueve la acogida de la gente, su fe en Dios sin vergüenzas y su oración. Pero interiormente no se siente satisfecho. De regreso en París, comienza a entrar en la Iglesia donde pasa largas horas repitiendo esta oración: "Dios mío, si existes, haz que te conozca"[1].

Su prima le aconseja ir a visitar al padre Huvelin, vicario de la parroquia de San Agustín, que resultó un encuentro decisivo en la vida de Foucauld. Éste le pedía lecciones de religión y Huvelin le hizo arrodillar y confesar, para después darle la comunión.

Unas palabras del padre Huvelin, pronunciadas durante uno de sus sermones, le impactaron: "Nuestro Señor, tomó de tal modo el último lugar, que nadie se lo puede quitar"[2]. A partir de entonces tan sólo piensa en seguir a Jesús pobre.

Huvelin le aconseja una peregrinación a Tierra Santa, que le ayude a descubrir el rostro concreto de Jesús. Lo encuentra en Belén, en Jerusalén y en el Calvario. Pero en Nazaret toma conciencia de la importancia de la vida oculta de Jesús que vivió la mayor parte de su vida como un pobre artesano de pueblo. A partir de entonces, Nazaret permanecerá como una búsqueda constante de la imitación de Jesús que lo llevará siempre más lejos. En una carta a su amigo Henry de Casties afirma: "

Enseguida que creí que había un Dios, entendí que no podía hacer otra cosa que vivir para Él: mi vocación religiosa nace en el mismo momento que mi fe: Dios es tan grande. Hay tanta diferencia entre Dios y todo lo que no es Él…"[3]

Como no se sentía hecho para imitar la vida pública de Jesús en la predicación, intenta imitar la vida escondida del humilde y pobre obrero de Nazaret. Por eso escogió la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves en Francia, donde entró el 15 de enero de 1890, tomando el nombre de María Alberico. Meses más tarde, al desear una vida más ruda, fue enviado a la Trapa de Akbés, en Siria. Allí se encuentra muy bien y ama el trabajo manual que le acerca a Jesús de Nazaret. Quienes le conocieron en este momento recuerdan que nunca negó ningún servicio.

Deja la Trapa en febrero de 1897. Empujado por la búsqueda apasionada por imitar a Jesús de Nazaret y animado por el padre Huvelin, se va a Tierra Santa y en el lugar donde Jesús vivió, intenta llevar una vida de oración y trabajo humilde. En  pocas palabras: una vida escondida.

Durante tres años fue servidor en el Monasterio de las Clarisas de Nazaret, viviendo pobremente en una cabaña. Allí pasó muchas horas de adoración silenciosa meditando las Escrituras.

Poco a poco va comprendiendo que amar a Jesús es entrar en su trabajo salvador y siguiéndolo, convertirse en hermano de todos, principalmente de aquellos que no conocen el Amor de Jesucristo.

Hasta ahora no había querido ser sacerdote, porque temía alejarse de la pobreza y del último lugar. Pero acepta ser ordenado a los cuarenta y tres años, para llevar a Jesús a los más abandonados.

¿Cómo va a vivir ahora la imitación de Jesús de Nazaret? En una carta escrita a Henry de Castries le dice: "No se trata, por ahora, de convento, mucho menos de predicación, ni de idas y venidas, sino de establecerme en un puesto francés del Sahara sin sacerdote, vivir allí sin título oficial de ninguna clase, como sacerdote libre, yendo cada día a la enfermería a consolar a los enfermos, llevarles los sacramentos, velarlos y enterrarlos cristianamente si mueren”[4].

Va al Sahara y se instala en Beni Abbés (Argelia), cerca de la frontera con Marruecos, país al que quiso tanto y en el que pensaba instalarse cuando las circunstancias fuesen propicias. En una carta a Monseñor Guerin cuenta como transcurren allí sus días: "Los pobres soldados vienen siempre a mí. Los esclavos llenan la casita que se les pudo construir. Los viajeros vienen derechos a la ‘Fraternidad’. Los pobres abundan… Todos los días hay huéspedes para comer, dormir, desayunar…"[5].

Durante el año 1902 no cesa de denunciar ante las autoridades la injusticia de la esclavitud. En una carta al padre Martin afirma: "Hay que amar la justicia y odiar la iniquidad, y cuando el gobierno comete una gran injusticia contra aquellos que tenemos a nuestro cargo, hay que decírselo… no tenemos derecho a ser ‘centinelas dormidos’ o ‘perros mudos’ o ‘pastores indiferentes”.

2. Seguimiento: Parte hacia el país tuareg del Hoggar en 1904

En junio de 1903, su amigo el coronel Laperrine, después de una batalla, le cuenta el hermoso testimonio de Tarichat Ouit Ibdakane, mujer tuareg que se opuso a que mataran a los soldados heridos, cuidándolos ella misma, haciendo que los repatriaran a Trípoli. Carlos de Foucauld, sorprendido por este gesto y pese a que le cuesta dejar Beni-Abbés, siente la llamada hacia los tuareg, que para él son los más abandonados. Parte hacia el Hoggar, sur de Argelia, el 13 de enero de 1904. Después de un largo viaje por el desierto, descubre a los tuaregs y es aceptado por Moussa Ag Amastane, jefe del Hoggar, instalándose en Tamanrasset, creciendo la amistad entre ambos a lo largo de los años.

Hace grandes recorridos conociendo a la gente en su vida y participando en ella. Aprende su idioma e inicia un gran trabajo lingüístico por respeto y amor a su cultura. Poco a poco el hermano Carlos transcribe los poemas que se cantan durante la noche alrededor del fuego, donde se transmite el alma del pueblo tuareg..

Mira a todos como hermanos, conviviendo con ellos y formando parte de su familia. De todas partes vienen a pedirle consejo. Comprende que sus amigos aspiren a tener mejores condiciones de vida y trata de ayudarlos. Durante la hambruna de 1906/1907, comparte todo lo que tiene y cae muy enfermo. Los tuaregs lo cuidan ofreciéndole un poco de leche de cabra, que tienen que ir a buscar muy lejos. A partir de ese cambio de situación, la amistad entre los tuaregs y el hermano Carlos se profundiza.

Quisiera, desde hace tiempo, fundar una familia religiosa, pero está sólo. En su diario de 1909 encontramos este texto: “Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Viéndome deben decirse: ‘Ya que este hombre es tan bueno, su religión debe ser buena’. Y si me preguntan por qué  soy manso y bueno, debo decir: ’porque soy el servidor de alguien que es más bueno que yo. Si supieran que bueno es mi maestro Jesús!… Quisiera ser bastante bueno para que se diga: si así es el servidor, ¿cómo debe ser el Maestro?”

El hermano Carlos va a Francia tres veces. Ve a su familia y constituye una especie de cofradía denominada Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón, que tenía   los siguientes objetivos, tal y como puede verse en el texto que Carlos de Foucauld nos dejó con el nombre de Consejos Espirituales (Directorio): 1. Vida evangélica imitando al ‘Modelo Único’; 2. Vida Eucarística, desarrollando el sentido del sacramento del amor; 3. Vida apostólica, por medio de la bondad en medio de los más necesitados.

3. Realización: Muerte violenta el 1º de diciembre de 1916

Las repercusiones de la primera guerra mundial llegan al Hoggar. La violencia y la inseguridad dominan esas regiones. Durante la mañana del 1º de diciembre de 1916 escribe a su prima: “Nuestro empequeñecimiento es el hecho más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer bien a las almas”. Al atardecer del mismo día, durante una operación de los rebeldes senusitas, se deja agarrar sin resistir y lo matan al ver llegar a soldados franceses que traían el correo.

En contra de la propia voluntad del hermano Carlos, que quería ser enterrado en el Hoggar, algunos años después, el 18 de abril de 1929, sus restos, excepto el corazón que quedó en Tamanrasset depositado en un cofre, fueron trasladados a El Golea, a más de mil kilómetros de distancia, hacia el norte, y a 950 kilómetros de Argel. El lugar que acoge al ‘tuareg universal’ es austero, y se encuentra junto a la primera iglesia construida por los Padres Blancos en el Sahara.


[1] C. DE FOUCAULD, 
Écrits spirituels, París 1923, 80-82.

[2]
Ibid., 83

[3] C. DE FOUCAULD,
Carta a Henry de Castries, 14 de agosto de 1901

[4] C. DE FOUCAULD,
Carta a Henry de Castries, 11 de septiembre de 1901

[5] C. DE FOUCAULD,
Lettres à Monseigneur Guérin, 4 de febrero 1902.

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