Tras dimitir como ministro por defender la vida ofrece su testimonio en Católicos y Vida Pública
No es la primera vez que las esperanzas de regeneración social y política en este país se fraguan en las aulas de los propagandistas. Ocurrió en los años difíciles de la pre-transición política, como adalides de los valores democráticos. Y ocurrió ayer, como aulas de promoción de los verdaderos valores, en este caso, pre-democráticos.
Alberto Ruiz Galardón, en la ponencia inaugural del Congreso Católicos y Vida Pública, primera intervención pública tras su testimonial dimisión como ministro por defender el derecho a la vida, ha puesto los cimientos de un camino de renovación por el que hoy clama la sociedad más sensible con los débiles, con los más débiles entre los débiles, y con el único progresismo verdaderamente humano y objetivamente sostenible.
"Habló antes la persona que el político", decía al término de la ponencia un insigne propagandista. Habló, por tanto, el político cabal: el servidor denostado por no querer ser servil; el servidor honesto que ha pagado el precio de la verdadera libertad, la de la conciencia; el servidor público que no busca su interés, sino rendir las leyes y las instituciones ante la insoslayable impetración del rostro humano de los inocentes, a quienes no se les deja nacer, y del rostro humano de las familias a las que se las quiere reducir a una suerte de invención social en manos de los gobiernos, en lugar de algo connatural al ser humano; el servidor benéfico para el que nada ni nadie puede anteponerse ante el futuro de un ser humano con malformaciones que tiene derecho a ser cuidado con amor durante toda su vida; al servidor inteligente que no se deja manipular por la cultura de la muerte.
En medio de tanto descrédito de los políticos y de demagógicos intentos de arruinar el Estado de Derecho, en el Congreso Católicos y Vida Pública sobre la familia, desde la histórica intervención de Ruiz-Gallardón, queda marcado un camino de esperanza. No sólo a favor de los derechos humanos y familiares en juego, sino también a favor de la regeneración política.
Viendo a un político diciendo verdades como puños, con rigor intelectual, y con sensibilidad a flor de piel, se palpaba esta clarividente afirmación del beato Pablo VI: "La política puede llegar a ser la forma más perfecta de la caridad"