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¿Sabes cuántos tipos de santuario existen?

Marie lourdes – es

Paul Malo / Aleteia

Juan Ávila Estrada - publicado el 14/11/14

El hombre siempre ha buscado o construido lugares donde encontrarse con Dios...

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En lo más íntimo del corazón el hombre tiene sed de trascendencia, de eternidad, tiene sed de Dios. Y ante  esa búsqueda, a veces inconsciente, elabora medios por los cuales pueda “ascender” a lo divino. Cuando conoce la Revelación y se adentra en la Sagrada Escritura entiende que ese deseo de ascenso a lo divino no es posible si no acepta que ha sido el mismo Dios quien desciende al hombre para encontrarse con él.

Con esa apetencia ha establecido lugares de encuentro privilegiado con Dios  y  ha delimitado lo que hemos llamado “lugares santos” (santuarios o lugares de encuentro). En un principio eran lugares simbólicos como una enorme roca, un árbol, una montaña; posteriormente fueron tiendas de campaña móviles hasta llegar a elaborar templos de madera evolucionando hasta los materiales que hoy día poseemos para ello.  

Lo que en el camino se olvida es que antes que nosotros tuviéramos el primer santuario, hechura de manos humanas, él mismo había creado con amor sitios especialísimos para ello.

Cuatro son los santuarios para el encuentro:

Santuarios públicos: estos son aquellos que con tiempo, dedicación, esfuerzo y enormes sumas de dinero hemos levantado para convertirlos en lugares de peregrinación y de culto público al Creador. Aquí están ubicados todos nuestros templos parroquiales donde nos reunimos familiares y amigos, desconocidos y vecinos para compartir la oración y el afecto, la alegría de la vida y la tristeza de la despedida de los que marchan a la casa del Padre.

Santuarios privados: de estos hacen parte todos los hogares cristianos. Aquellos en donde mediante la experiencia de la fe y del amor compartido, los miembros de una misma casa sienten que son verdaderas iglesias domésticas, aman a Dios y se educan en la santidad por medio del perdón y la ayuda mutua. Son privados porque de él hacen parte sólo los miembros de casa y de modo ocasional los amigos con quienes se comparte el fuego del hogar.

Santuarios íntimos: estos corresponden a la habitación de los esposos, en los que por el encuentro donativo y generativo hacen de Dios el garante de su amor y de su entrega mutua. Es un santuario compartido de modo exclusivo por los cónyuges donde ni siquiera los hijos hacen presencia pues es sólo el espacio de tres: Esposo-Dios-Esposa. Es un lugar tan íntimo y tan sagrado que en él se gesta la vida humana y el ejercicio de la sexualidad hace que ambos se dignifiquen y expresen la plenitud de un amor que se perfecciona con el tiempo.

Santuarios secretos: aquí hacen presencia los corazones humanos. Ese espacio que ni siquiera con el cónyuge llega a compartirse y donde sólo Dios puede ser Señor y restaurador. Es aquí donde recordamos a Jesús cuando nos dice: “Cuando quieras orar entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo escondido y tu Padre que está en lo escondido te recompensará”.

Estos tres últimos han sido los santuarios en los que Dios ha querido manifestarse antes que a nosotros se nos ocurriera construir elaborados y preciosos templos para congregar multitudes. Pero es esencialmente el santuario secreto donde se gestó el primer encuentro de amor entre Dios y el hombre, el primer Arca de la Alianza donde el Creador quiso guardar en las tablas del corazón su ley de misericordia y de salvación.  

La vida humana, expresada mediante un cuerpo es el prototipo de  santuario existente sobre la tierra y ha sido el mismo Señor quien quiso que fuera de esta manera. El pecado, la desobediencia, la egolatría nos llevaron a obnubilar lo que Dios había querido de nuestro cuerpo y de la santidad que debemos vivir con él.

Este último santuario no ha tenido precio de oro ni de plata sino que ha costado sudor, lágrimas, pero sobre todo sangre del Salvador, sangre del mismo Dios, que la derramó para rescatarla de la condenación.

Por todo esto en la Iglesia defendemos la vida humana desde su gestación natural hasta su muerte natural como un santuario de la divinidad y lugar de encuentro con el Creador del universo. En los espacios secretos de ella, donde nadie más puede entrar, donde ni siquiera el cónyuge tiene acceso es precisamente donde Jesús quiere entrar para ser Señor de todo, para que no haya ningún espacio que le sea vedado sino que le podamos establecer como guardián, custodio y restaurador del hombre que Dios pensó desde los inicios de la creación.

Finalmente: los cuatro santuarios deben tener como fundamento a Cristo resucitado, él debe ser quien sostenga a cada uno de ellos para que todo sea edificado sobre roca firme. 

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