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“¡Basta ya! No queremos más sangre”, exclaman los obispos de México

 

Jaime Septién - publicado el 13/11/14

Mensaje especial de los obispos mexicanos al finalizar su 98 asamblea plenaria
Consternados por la situación, y en sintonía con el mensaje del Papa Francisco tras la audiencia general de ayer miércoles sobre la situación que vive México, los obispos de este país, reunidos en la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) han emitido un vibrante mensaje especial en el que piden detener –de una vez por todas—la ola de violencia que amenaza con desbordar al país entero.

En su mensaje, los obispos de México, encabezados por el cardenal de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega, expresaron su reclamo y su tristeza: “¡Basta ya!, exclaman en su comunicado. No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos más desparecidos. No queremos más dolor ni más vergüenza. Compartimos como mexicanos la pena y el sufrimiento de las familias cuyos hijos están muertos o están desaparecidos en Iguala, en Tlatlaya y que se suman a los miles de víctimas anónimas en diversas regiones de nuestro país”.

El caso de los muchachos normalistas presuntamente asesinados (los 43 muchachos siguen en calidad de desaparecidos) ha recorrido el mundo, no así el de Tlatlaya (en el Estado de México), donde un comando militar dio muerte a cerca de 18 personas, todas ellas presumiblemente pertenecientes al narcotráfico, que ya se habían rendido.  

En este sentido, los obispos se unieron “al clamor generalizado por un México en el que la verdad y la justicia provoquen una profunda transformación del orden institucional, judicial y político, que asegure que jamás hechos como estos vuelvan a repetirse”.

La situación del país va a peor

Reunidos para reflexionar sobre los desafíos actuales que enfrenta la Iglesia en México, los prelados de este país ven en esta crisis “un llamado para construir un país que valore la vida, dignidad y derechos de cada persona, haciéndonos capaces de encontrarnos como hermanos”. 

En su comunicado recordaron el año 2010, en la exhortación pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” advirtieron sobre el efecto destructor de la violencia, que daña las relaciones humanas, genera desconfianza, lastima a las personas, las envenena con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza; afecta la economía, la calidad de nuestra democracia y altera la paz.

“Con tristeza reconocemos que la situación del país ha empeorado, desatando una verdadera crisis nacional. Muchas personas viven sometidas por el miedo, la desconfianza al encontrarse indefensas ante la amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, la lamentable corrupción de las autoridades. Queda al descubierto una situación dolorosa que nos preocupa y que tiene que ser atendida por todos los mexicanos, cada uno desde su propio lugar y en su propia comunidad”, añaden en su mensaje al pueblo mexicano.

Y agregan que en la visión de la fe, estos hechos hacen evidente que nos hemos alejado de Dios; lo vemos en el olvido de la verdad, el desprecio de la dignidad humana, la miseria y la inequidad crecientes, la pérdida del sentido de la vida, de la credibilidad y confianza necesarias para establecer relaciones sociales estables y duraderas.

Una luz de esperanza

En medio de esta crisis –desatada sobre todo por el caso Ayotzinapa—los obispos mexicanos observan “con esperanza” lo que ellos llaman “el despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades”.

Para los purpurados “es necesario pasar de las protestas a las propuestas. Que nadie esté como buitre esperando los despojos del país para quedar satisfecho. La vía pacífica, que privilegia el diálogo y los acuerdos transparentes, sin intereses ocultos, es la que asegura la participación de todos para edificar un país para todos”.

Tras reconocer que México se encuentra “en un momento crítico”, los obispos se comprometieron, junto con los actores y responsables de la vida nacional “a colaborar para superar las causas de esta crisis”. En su mensaje afirman que e necesita un orden institucional, leyes y administración de justicia que generen confianza.

“Es indispensable la participación de la ciudadanía para el bien común. Sin el acompañamiento y la vigilancia por parte de la sociedad civil, el poder se queda en manos de pocos”.

Finalmente, los obispos mexicanos mostraron su intención decidida de unirse “a todos los habitantes de nuestra nación, en particular a aquellos que más sufren las consecuencias de la violencia, acompañándoles, en su dolor, a encontrar consuelo y a recuperar la esperanza”.

“Con esta certeza, redoblaremos nuestro compromiso de formar, animar y motivar a nuestras comunidades diocesanas para acompañar espiritual y solidariamente a las víctimas de la violencia en todo el país. A colaborar con los procesos de reconciliación y búsqueda de paz. A respaldar los esfuerzos de la sociedad y sus instituciones a favor de un auténtico Estado de Derecho en México. A seguir comunicando el Evangelio a las familias y acompañar a sus miembros para que se alejen de la violencia y sean escuelas de reconciliación y justicia”, terminaron diciendo.

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