Él pensaba que podría tener relaciones y ella le pidió esperar hasta casarse, ¿cómo llegaron al amor?
Hemos decidido compartir con ustedes, jóvenes de La Opción V, nuestra historia, porque queremos alentarlos en el difícil camino de la castidad con la convicción —y con nuestro testimonio— de que ese es el camino seguro para encontrar el verdadero amor en sus vidas.
Esposo:
Soy alemán y conocí a mi esposa en España hace más de 6 años. Mi vida antes de conocerla era como la mayoría de los chicos de mi edad y de mi país, donde es completamente normal llevar a tu pareja a la casa de tus padres (cuando aun vives con ellos) a que pase la noche o el fin de semana contigo.
Mis padres me hicieron un cuarto en el sótano para que tuviera total privacidad y comodidad, para poder invitar a mis amigos y amigas cuando quisiera.
Mi primera enamorada la tuve a los 16 años. Con ella manteníamos relaciones sexuales como todos o casi todos los chicos de mi edad. No hacerlo habría sido algo raro, anormal. Nunca me cuestioné sobre las consecuencias de hacerlo o no. Simplemente era “lo normal”.
A los 25 años me mudé con una chica al poco tiempo de conocerla, y la convivencia hizo que todo acabase en solo 6 meses. Después de esa experiencia, lo que me quedaba claro es que sin amor verdadero no se puede trascender las “diferencias”.
Nunca tuve relaciones muy largas. Siempre estaba insatisfecho, hasta que conocí a mi esposa a los 26 años. Estudiábamos juntos y me llamaba la atención lo alegre que era.
Se le veía feliz, me gustaba como bailaba, su sonrisa, etc. Estábamos en clases distintas y para ese entonces yo no hablaba español, así que no entendía que significaba el apodo que le habían puesto entre su grupo de amigos. Le decían “monjita”, yo la llamaba igual sin imaginarme que era una persona de fe.
Empezamos a salir y al poco tiempo le dije para estar juntos y en ese momento ella me dijo que creía en la virginidad y que si empezábamos una relación formal no iba a pasar nada entre nosotros. Al escuchar eso me quedé en shock por unos segundos, no entendía bien lo que me estaba diciendo, pero en ese momento supe que era una persona especial y con eso me terminó de enamorar. Le dije que la iba a respetar, y como buen alemán, ¡cumplí mi palabra!
A los 6 meses le hablé de matrimonio, a los 10 meses nos hicimos novios, al año nos casamos por civil y a los 15 meses nos casamos por la Iglesia. Yo sabía que una mujer así no la iba a volver a encontrar y no la podía dejar ir, ya que nuestras nacionalidades eran diferentes.
Pero en estos 15 meses también recorrí un camino de fe. Pude conocer a Dios, entender cuán presente estaba en mi vida, cuánto lo necesitaba, y empecé a conocerme más a mí mismo y a cuestionarme qué quería realmente de la vida. Este proceso siguió y hace 2.5 años me hice católico, pues antes era evangélico luterano.
Esposa:
Nací en el Perú. Yo era una chica como tantas otras. A los 15 años empecé a hacer labor social con niños en barrios pobres y fue así que empecé a vivir una vida de fe. Al poco tiempo tuve inquietudes vocacionales y ante la sorpresa de mi familia y amigos, luego de terminar mis estudios universitarios, entré a vivir en una comunidad religiosa.
Luego de algunos años, y en discernimiento con mis consejeras, descubrí que mi vocación no era a la vida consagrada, sino que Dios me tenía preparada una vida fascinante en el matrimonio.
A mis 30 años viajé a España para estudiar una maestría, y es allí donde conocí a mi esposo. Al empezar a salir con él tenía fuertes dudas. No sabía si lo nuestro iba a funcionar, pues él era un chico europeo, ambos de diferentes religiones y encima menor que yo.
Recuerdo que cuando él me pidió para empezar una relación formal me armé de valor y le dije que si seguíamos juntos no íbamos a tener relaciones sexuales, para que ninguna miel endulce nuestra relación y podamos verla tal cual es. ¡Él abrió tanto sus ojos que pensé que todo iba a terminar allí mismo! Sin embargo me dijo que me iba a respetar y que no iba a intentar seducirme.
Cuando nuestros amigos se enteraban de mi opción por la virginidad me decían que “era importante conocerlo a nivel sexual”, que “si era generoso o no”, y yo les respondía: “¡qué mayor muestra de generosidad que la de renunciar a tener relaciones cuando para él era algo normal!”.
En los viajes en grupo yo trataba de hacer cuarto de chicas y de chicos, pero mis amigos no me dejaban, ellos querían dormir en parejas. Sin embargo eran personas maduras y no se reían de mis propuestas.
No siempre fue fácil mantener los límites. Habíamos hecho una opción, pero igual había momentos de lucha, ¡más aún cuando estábamos (y estamos) tan enamorados!
Ser consistentes en el tiempo no era fácil, había momentos de fragilidad, más aun en el tiempo de novios (es decir, luego de la pedida formal de mano), cuando ya teníamos más certeza de que nos íbamos a casar. Pero gracias a Dios, que siempre nos acompañaba de muchas formas, supimos superar esos momentos de fragilidad y esperar hasta el matrimonio religioso.
Él me decía que lo nuestro era del cielo. Pero más que sus palabras, el respeto que él me mostraba y cómo él mismo me apartaba de las situaciones que nos ponían en riesgo hacían que me enamorara cada vez mas de él.
Familia
El tiempo de enamoramiento fue como un entrenamiento de respeto, de amor, de dominio personal, que han florecido ahora en frutos de fidelidad, amor y respeto. Ahora somos más que felices, tenemos más de 5 años de casados y 2 hijos hermosos.
Si nos animamos a contarles nuestra historia es para alentarlos, chicas y chicos, a vivir esta aventura de la castidad, una aventura contracorriente que ciertamente es exigente pero que con el tiempo trae muchísimas recompensas a nivel personal, de pareja y de familia.
Un último consejo para todos: antes de buscar desesperadamente el amor en otros, es muy importante conocernos y amarnos primero a nosotros mismos. Sólo así vamos a tener claridad de qué queremos, qué buscamos, qué necesitamos y así encontrarnos con el amor verdadero.
IC&PD
Artículo originalmente publicado por La Opción V