Empecé a rezar el Padrenuestro y sentí como si Dios me respondiera
Hoy me volvió a ocurrir. Estaba en misa y nuevamente pensé en Su silencio.
—¿Por qué parece que callas? — le pregunté.
Llegamos al Padre Nuestro y empecé a rezar. Pero algo me interrumpió. Sentí como si Dios me respondiera…
—Padre.
—Hijo.
—Padre.
Otra vez:
— Hijo.
Me he sonreído por esta ocurrencia suya.
—Señor, debo continuar.
Y volví a empezar…
—Padre Nuestro
— Hijo mío.
— Que estás en el cielo.
—Que estás en la tierra.
—Santificado sea tu nombre.
— Yo te bendigo.
—Venga a nosotros tu reino
—Quiero verlos a todos conmigo.
—Hágase tu voluntad, en la Tierra como en el cielo.
—Es mi voluntad que te esfuerces, que ames, y seas santo. ¡Quiero que seas feliz!
—Danos hoy nuestro pan de cada día.
—Te daré todo si confías, amas, y te abandonas en Mi amor.
—Perdona nuestras ofensas.
—Yo perdono y olvido, una y otra vez. Es lo que hace el Amor. Cuando amas, eres capaz de perdonar miles de veces, como el corazón de una Madre que perdona y abraza a su pequeño.
—Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
—¿En verdad perdonas? Piensa en aquél que tanto daño te hizo. ¿Quieres que te ayude a perdonarlo?
— No nos dejes caer en la tentación.
— Ten presente que la tentación no es un pecado. A veces la permito porque te fortalece. El pecado es caer, no apartarse de ella. Quiero preguntarte: ¿Qué haces cuando tienes una gran tentación? ¿Oras? ¿Te abandonas en Mí? Grandes tesoros celestiales esperan a los que perseveran y triunfan, los que no caen en la tentación.
— Y líbranos del mal.
— Yo siempre estoy con ustedes. Los cuido, consiento y protejo. Tengo un plan maravilloso para cada uno. A cambio es tan poco lo que pido. “Quédate cerca, camina conmigo, confía, obedece mis Mandatos, sé Misericordioso, justo, santo”.
Ustedes se alejan de Mí. Me olvidan y me sacan de sus vidas. Dejan a un lado lo fundamental: “El amor”. Eres como el hijo pródigo. Mi hijo.
Te estoy esperando, con los brazos abiertos, con el Amor de un Padre.