La fundadora de los “Hogares de Caridad” tenía una admirable manera de afrontar su enfermedad, pero también algo más. Mira sus consejos
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Marta Robin es una destacada figura espiritual del siglo XX, una laica mística francesa cuya vida estuvo marcada por la enfermedad y la parálisis, fundadora de los Foyers de Charité (Hogares de caridad).
Nacida en 1902 en Châteauneuf-de-Galaure (Drôme), un pueblito situado al sur de Lyon (Francia), en una familia de sencillos campesinos, se vio afectada a los 16 años por una enfermedad que le fue paralizando progresivamente.
Desde los 18 años hasta su muerte en 1981, Marta Robin permaneció en la cama de su habitación. Pero en el corazón de su sufrimiento, experimentó el amor y la bondad de Dios, beneficiándose de intensas gracias místicas.
La influencia de su vida atrajo a ella a más de cien mil visitantes de todos los orígenes, entre ellos personalidades de la Iglesia y del mundo intelectual. Ella les escuchaba, les aconsejaba, les reconfortaba y rezaba por ellos.
Aquí, detalles de algunos de los encuentros:
Adopción
Una pareja viene a visitar a Marta. Después de hablarle de su sufrimiento por no poder tener un hijo y de todos los tratamientos intentados sin resultados, le piden que interceda ante María para obtener un hijo.
Marta les invita a ponerse de rodillas. Rezan juntos un Avemaría y les dice: “Todos estos niños que no tienen madre, que no tienen padre, ¿no os parece que sería bonito, que sería un adelantamiento para vosotros? Id a pensar esto ante la Santísima Virgen, yo pensaré en vosotros, yo os llevaré, veréis que todo irá bien, yo estaré con vosotros. Ahora podéis iros”.
Desde ese instante, cayeron los miedos de esta pareja respecto al tema de la adopción: “Sabíamos en lo más profundo de nosotros mismos que debíamos adoptar. Hoy tenemos dos pequeños coreanos que nos llenan y que, parece, son felices, ellos también, por haber encontrado una mamá y un papá”.
Problemas familiares
La señora V acompaña a su hermana a ver a Marta en 1978. Ella está muy inquieta porque su marido sufre una profunda depresión, pero no ha previsto hablarle de ello a Marta.
Cuando su hermana sale de la habitación, esta última le dice: “Marta te espera”. Muy sorprendida, entra y se deshace en lágrimas. Marta le hace hablar, le tranquiliza sobre su marido, después le pide noticias de sus seis hijos.
Su hija María, de 14 años, no trabaja. Marta le dice: “¿Si la metes en nuestra escuela?”. “Mi marido no querría nunca”. “¡Oh!, las cosas pueden cambiar”.
En el momento de partir, Marta le dice: “Rezaré por ti y por toda vuestra familia”. El marido se curó, la hija entró en Châteauneuf ; y ella tuvo en la escuela “una columna vertebral intelectual y espiritual”.
Aborto
A una persona de los Hogares de Caridad que le ha hablado de dos parejas que se habían casado pero que esperaban un hijo antes de su matrimonio, Marta responde: “Mucho mejor que lo hayan protegido. Aceptan asumir las consecuencias de su acto. La misericordia de Dios es grande”.
“Mucho peor las que se someten a un aborto o toman la píldora –añade-. Una mujer que ha abortado siempre lo sufre. Siempre está atada en su cuerpo, su sensibilidad, su espíritu, su corazón. Lo resiente en todo su ser, todo el tiempo”.
Dulzura
Una persona de los Hogares debe ir a Inglaterra a pesar de una gran fatiga. Marta le dice: “El primer trayecto, en tren: toma un primera clase. Después el avión. No te preocupes por el precio”.
Consuelo a una viuda de guerra
Marcelle G. está casada con un militar en Argelia. En el momento de la independencia, en 1962, su marido, preocupado por la evolución de la situación, la envía a Francia con sus hijos. Él debe unirse a ella, pero desaparece, ella no tiene ninguna noticia suya.
Unas religiosas le proponen una plaza de supervisora en un colegio de niñas, en Bourg-en-Bresse. En la Navidad de 1962, ella va a hacer un retiro a Châteauneuf y va a ver a Marta.
Antes de confiarle nada, Marta le dice: “Bueno, usted tiene hijas, tiene hermanitas. Sobre todo no llore por su marido, él ha subido directo al cielo. Es un mártir, él le pisa los talones y suplica a la Virgen María que os envíe gracias y bendiciones”.
Diablo
A un sacerdote, sobre el tema de los acosos del demonio, Marta le dice con voz fuerte: “Con él no hay discusión, hay que ser claros y expulsarlo brutalmente diciéndole: ¡Maldito!”.
Oración, misa y confesión
A niños que le preguntan: “Cuando alguien reza por ti, ¿eso te ayuda?”, Marta responde: “Seguro, y es mejor que la amistad, es más profundo rezar por alguien, eso va mucho más lejos”.
Marta les da consignas para las vacaciones: “La misa no es obligatoria, es necesaria. ¿Os vais a encontrar con Jesús en vacaciones? Habrá que recibir regularmente el sacramento de la penitencia”.
Claridad sobre un alma
Una niña (···) muy independiente, de hablar franco, original, bastante desenvuelta, va a ver a Marta. En el primer encuentro con ella, se sorprende por la primera palabra de Marta: “¿Y tu alma?”.
A ello la visitante responde: “Yo no he venido para hablarte de mi alma”. Marta le dice entonces: “Entonces, ¿qué has venido a hacer?”. La niña responde: “Estoy aquí únicamente por curiosidad, quería ver de cerca una estigmatizada, es todo. No estoy aquí para hablar de mi alma”.
Marta calla. La niña quiere irse pero Marta la retiene. Después de unos minutos de silencio –que le parecen un siglo-, Marta le dice: “Se me acaba de aclarar tu caso… ¿por qué tanto ofender al Buen Dios?”.
La niña continúa el relato: “Desde ese momento, Marta lee en mi alma como en un libro abierto. No había nada oculto para ella. Me reprocha mi ligereza, mi falta de fe, de piedad. Hecha mi confesión general, y varias veces, me pregunta: “¿Es esto verdad?”. Tras un signo de aprobación, me dice: “¿Por qué ofender tanto al Buen Dios?”.
“Nuestro Señor te ama mucho. Él te ama más especialmente que a otra, pero está cansado de esperar. Impacientas a Nuestro Señor –prosigue-. Él te quiere y para tenerte está dispuesto a esperarte lo que muy cruelmente tú consideres. No hay que reírse de su amor. ¡Oh, no! No hay que reírse de su amor… Hay que cambiar de vida, para ello vas a ir a ver al padre”.
Crisis de la Iglesia en Francia
A un sacerdote que le dijo que al Concilio le seguiría una renovación inmediata de la Iglesia en Francia, le respondió: “No, padre mío. Pronto no habrá más que islas de fidelidad”.
Un padre misionero montfortiano informa de esta frase de Marta, en torno al 1975, que le impresionó: “Francia se convertirá en un desierto espiritual. Sólo sobrevivirán oasis fervientes”.
Al padre Finet, en 1936, le dice: “Francia volverá a ser la hija mayor de la Iglesia y la luz de las naciones”.
A un joven universitario que le preguntó en 1980: “¿Marta, crees que Francia todavía tiene un futuro espiritual?”, ella le respondió con una especie de grito: “¡Ah! ¡Eso! ¡Lo creo mucho!”.
Los hijos sacerdotes de Marta
Una joven pareja no podía tener hijos. Ellos hicieron uno de los últimos retratos en los que se puede ver a Marta, en 1980. Subieron a la Plana pensando ver a una gran mística que les haría declaraciones eminentemente espirituales.
Tras las presentaciones, Marta les planteó sencillamente la siguiente pregunta: “¿Tenéis un buen ginecólogo?”. Estas son las palabras que recuerdan de este encuentro. La mujer cambió de ginecólogo y poco después tuvo un hijo. Nació un viernes, como todos los “hijos” de Marta, y ahora es sacerdote.
Homosexualidad
A un chico que le dijo que se sentía atraído por los chicos, que le parecían bellos: “La única belleza es Cristo”.
El futuro es Jesús
A Jean Guitton: “Respecto al futuro, sabes que se me presentan muchas ideas sobre el futuro. No sé nada salvo una cosa: que el futuro es Jesús”.
Islam
A un seminarista: “Es la Virgen María la que hará la unión entre los musulmanes y nosotros”.
Matrimonio
Una novia hizo a Marta un elogio muy místico del sacramento del matrimonio. Para ponerle los pies en el suelo, Marta le dijo: “No es un sacramento lo que tendrás en tu cama, es un hombre”.
Maternidad
Emmanuelle acababa de jubilarse con su marido cuando se rebeló por la venida de un cuarto hijo que no esperaba. Ella se lo confió a Marta Robin y recibió la siguiente respuesta:
“La maternidad no debe ser para ti un tormento sino un don de Dios”. El nacimiento de su hija, Alix, le hizo entender plenamente el sentido de estas palabras. Su maternidad y su vida entera fueron renovadas.
Muerte de un hijo
A una familia cuyo pequeño hijo de 18 meses acababa de fallecer: “Sí, el Señor os ha escogido para ser los padres de un santo y vosotros participáis así en la Redención del mundo”.
Avemaría
A una persona llegada para confiar, a su querida pequeña Marta, a su padre, que acababa de ser operado: “La Virgen quiere demasiado a tu papá, él no sufrirá porque desde su primera comunión, nunca ha olvidado decirle, antes de dormir, las palabras Dios te salve, María…”.
Sacerdote: discernimiento
A los padres de un seminarista que dudaban en proponer a un seminarista a la ordenación: “Para un sacerdote el juicio es todavía más importante que la piedad”.
Suicidio
Respecto a alguien que se había suicidado: “Creo que seguramente estaba enfermo, o que tenía una pena de corazón que no podía confiar a nadie. No quería matarse, pero esperar el mal que le obsesionaba lo atormentaba”.
“Creo que con estas almas tan dolorosas y que no se confían a nadie, Jesús interviene con toda su misericordia, y las salva en esta hora trágica en la que se cumplen todos los méritos de Jesús Salvador en su Pasión”.
Vida comunitaria y unidad
Una persona de la casa aporta esta frase de Marta a propósito de la vida en los Hogares de Caridad: “¡Pero mi pequeña! No se hace la unidad en torno a la responsable! Se hace la unidad en torno a la Santísima Virgen con la responsable. ¡Oh! ¡No es comparable”.
María
Alguien le dijo un día a Marta: “¿Cuál es la palabra que más le gusta a la Santísima Virgen? Ella respondió: “Es la de María Mediadora”.
Pequeñez
“Cuando el Señor quiere servirse de alguien, empieza a menudo por reducirlo a cero”.
A los 31 años recibió de Cristo la petición de crear una nueva obra, los Hogares de Caridad, que participará en la renovación de la Iglesia en el espíritu del futuro Concilio Vaticano II.
Se fundaron en 1936 con la ayuda de un sacerdote, el padre Georges Finet. Hoy, 76 Hogares de Caridad extendidos por 40 países reúnen a célibes, parejas y sacerdotes que viven en comunidad; su misión principal es la oración y la acogida para retiros espirituales.
Marta Robin también ayudó a la fundación de numerosas comunidades y movimientos muy importantes actualmente para la Iglesia en Francia.
En 2014, la Iglesia católica la declaró “venerable”. Su proceso de beatificación se inició cinco años después de su muerte, ocurrida el 6 de febrero de 1981.
Las palabras o consejos de esta “mujer de la Palabra” pueden continuar haciendo bien, según el padre Peyrous, postulador de su causa de beatificación, y Marie-Thérèse Gille, copostuladora.
Cada año, decenas de miles de personas visitan la habitación donde ella vivió en Châteauneuf-de-Galaure. Son muchos en distintos lugares del mundo los que encuentran en el ejemplo de su vida un modelo de fe y de esperanza.
Fuente: Web oficial de Marta Robin