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México y la revolución silenciada: nunca los cristianos fueron tratados de un modo más cruel

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Jaime Septién - publicado el 04/11/14
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El padre González Morfín analiza el conflicto religioso de México, desde las páginas de entonces de L’Osservatore Romano
Durante los años veinte L’Osservatore Romano fue quizá la única fuente de información que se tuvo en Europa sobre una serie de acontecimientos que marcarían la segunda mitad de la década de los veinte en México como una época de ataques repetitivos contra la libertad religiosa y que culminarían con la llamada “guerra cristera”.

Este diario, quizá no sin un interés personal del Papa Pío XI, se convirtió en uno de los principales canales que permitieron a los extranjeros enterarse de los atropellos contra los derechos humanos bajo el régimen del general Plutarco Elías Calles. 

Ahora el padre Juan González Morfín, uno de los especialistas más reconocidos en México sobre la persecución religiosa y la Cristiada, ha escrito un nuevo libro que recoge esta experiencia periodística.  El título es elocuente: “1926-1929  Revolución Silenciada”.  Y el subtítulo da a conocer de qué trata su contenido: “El conflicto religioso en México a través de las páginas de L’ Osservatore Romano”.

¿Qué "novedades" encontró usted en las páginas del periódico del Papa durante la guerra cristera?

Quizá la mayor “novedad” fue darme cuenta la cantidad de tinta que invirtió L’Osservatore Romano en los asuntos de México y, especialmente, en el de la persecución religiosa: más de doscientas ediciones del diario contienen noticias sobre México. En algunas ocasiones, prácticamente toda la primera plana dedicada a poner de relieve lo que estaba ocurriendo en este país.

Por otro lado, algunos asuntos que en buena parte de México ni se llegaron a conocer, como las reconcentraciones, gracias al diario vaticano tuvieron difusión en otros muchos periódicos y ocasionaron protestas internacionales. Justamente el número de protestas que se llevaron a cabo en los más diversos países es una de las “novedades” que descubrí en L’Osservatore Romano: manifestaciones de hasta 40 mil personas en Brasil reclamando al gobierno que cesara la persecución; desplegados en los periódicos firmados por la mayor parte de la intelectualidad europea, por ejemplo, Bernard Shaw, Hilaire Belloc, Gilbert K. Chesterton, Helène Vacarescu, André Maurois, también exigiendo detener la barbarie que se estaba perpetrando en contra de los católicos de México.

¿Fue, para la mayor parte de los europeos una "revolución silenciosa" la Cristiada?  ¿Sigue siendo?

En mi libro utilizo el término “silenciada”, más que silenciosa, en el sentido de “acallada” porque, efectivamente, el gobierno consiguió, al menos parcialmente, ocultar mucho de lo que estaba ocurriendo en México. Sin embargo, gracias a la labor de L’Osservatore Romano, muchos europeos siguieron muy de cerca los acontecimientos que incluso en México eran poco conocidos.

En su libro usted señala la posibilidad de que el Papa Pío XI estuviera interesado en realzar el conflicto a través de las páginas de L’Osservatore Romano, ¿hay indicios de que esto haya sido así?

Desde luego, por ejemplo, la edición del 21 de noviembre de 1926 contiene en la primera página la versión oficial en latín de la encíclica Iniquis afflictisque, de Su Santidad Pío XI e, inmediatamente después, utilizando lo que quedaba de la primera plana y casi toda la segunda, una traducción al italiano del mismo documento, es decir, la mitad del periódico empleado para dar a conocer la encíclica que había hecho pública el Papa tres días antes.

En esta encíclica el Papa Pío XI denunciaba que «ni en los primeros tiempos de la Iglesia ni en los tiempos sucesivos los cristianos fueron tratados en un modo más cruel, ni sucedió nunca en lugar alguno que, conculcando y violando los derechos de Dios y de la Iglesia, un restringido número de hombres, sin ningún respeto por su propio honor, sin ningún sentimiento de piedad hacia sus propios conciudadanos, sofocara de manera absoluta la libertad de la mayoría con argucias tan premeditadas, añadiéndole una apariencia de legislación para disfrazar la arbitrariedad».

Usted ha emprendido una labor titánica, si me lo permite, para rescatar del olvido la epopeya cristera: ¿siente que ha tenido eco?

Gracias a Dios, es un tema cada vez más abordado por los historiadores y, con ello, también cada vez más conocido. Por otro lado, con la apertura a los investigadores en el 2006 de los documentos del pontificado de Pío XI, cada vez se profundiza más en diversos aspectos. A esto se suman los también numerosos textos de historia regional que permiten rescatar muchos acontecimientos de lo que se suele llamar la microhistoria. Lo que yo he venido haciendo es solamente aportar un granito de arena a la exploración de un tema que todavía tiene muchos aspectos a profundizar.

¿Qué nos falta por entender, a los católicos, de la guerra cristera?

Quizá, en  primer lugar, que costó muchísimas vidas y que la libertad religiosa que ahora gozamos tuvo un costo muy alto. En segundo, que quienes lucharon en defensa de la libertad religiosa, lo hacían pensando no sólo en ellos, sino quizá más aún en las generaciones venideras y que, en ese sentido, sí que podríamos tener más a la vista la necesidad de defendernos contra las leyes injustas, de pensar también en el país que le estamos dejando a quienes nos van a suceder, pues no pocas de las leyes que en algunas legislaturas se están aprobando son, de alguna manera, contrarias a la vida y la dignidad de las personas.
 

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