El país vive una crisis a raíz del secuestro y desaparición de 43 estudiantes
Ayer miércoles, al finalizar la audiencia general, el Papa Francisco expresó su preocupación, e incluso su tristeza, por los acontecimientos que se están viviendo en México.
“Envío un saludo especial al pueblo mexicano que sufre la desaparición de sus estudiantes y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos, orando en este momento”, fueron, textualmente, las palabras que dijo el Pontífice al respecto de la violencia en México y, en especial, por el secuestro y desaparición de 43 estudiantes normalistas en la población de Ayotzinapa, en el Estado occidental de Guerrero, en México.
Todos los medios impresos, digitales y audiovisuales han dado a conocer las palabras del Papa Francisco, adhiriéndose a su mensaje, más no así al núcleo de su mensaje, que es la oración por la paz. La mayor parte de los medios seculares han tomado el texto del Pontífice como una alusión al “narco-Estado” que se vive en Guerrero y en muchos otros lugares del país.
¿Por qué? Porque los 43 jóvenes estudiantes –cuyas edades oscilan entre los 16 y los 23 años—fueron, presuntamente, secuestrados y desaparecidos por “fuerzas del orden” en acuerdo con grupos delincuenciales, especialmente por uno de ellos que opera en esa entidad y que se hace llamar “Guerreros Unidos”. Así mismo, con el alcalde de la ciudad de Iguala, José Luis Abarca, y su esposa, quienes permanecen en calidad de prófugos, a los que se señala como los autores intelectuales del secuestro y desaparición de los estudiantes.
Pero, como dice el Papa, esta situación, si bien es la más visible, no es la única que está sucediendo en México. Los migrantes centroamericanos siguen siendo sujeto de vejaciones sin par; el Estado de Michoacán todavía no puede deshacerse del asedio de otro grupo de delincuentes –los Caballeros Templarios–, a diario suceden 6 asesinatos de mujeres en el país; y la proximidad de las elecciones intermedias (en junio de 2015) hace temer lo peor a los mexicanos, en el sentido de la infiltración del narco en la política.
El metropolitano de la región donde se ha centrado los titulares de la prensa mundial, monseñor Carlos Garfias Merlos, arzobispo de Acapulco, ha dicho que “la crisis desatada por la acción violenta del 26 de septiembre en Iguala, merece toda la atención de la sociedad y de los gobiernos correspondientes. Esta crisis es una muestra de lo que puede seguir sucediendo en diversas regiones del Estado y reclama una necesidad de intervenir para que ya no se repitan. Es necesario generar y promover condiciones para que ya no haya más asesinados ni desaparecidos”.
Por su parte, el gobierno federal ha tomado a su cargo la seguridad de las regiones del Norte y de la Tierra Caliente del Estado de Guerrero, hecho que el propio arzobispo de Acapulco consideró “positivo, pero insuficiente”. Para el prelado “hay que asegurar que todos los municipios tengan condiciones propias para cumplir sus responsabilidades y que estén fuera del alcance de la delincuencia organizada, para ello, es indispensable acoger la participación de los ciudadanos y de toda la sociedad civil”.
En una reunión que se prolongó ayer por más de cuatro horas, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, se reunió con los familiares de los 43 muchachos desaparecidos. Tras cancelar una gira de trabajo por Asia, el presidente Peña Nieto ofreció a las familias acelerar el paso en las investigaciones sobre el paradero de sus hijos, pero los propios padres de los normalistas desaparecidos calificaron de “insuficiente” la respuesta del gobierno federal.
La reacción de los estudiantes de todo el país y del extranjero no se ha hecho esperar. Ayer miércoles, estudiantes de la principales universidades de la capital: la Universidad Autónoma Metropolitana, la Universidad Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional (UAM, UNAM, IPN) lograron transmitir mensajes en las radiodifusora UAM Radio (94.1 FM) y Radio UNAM (96.1 FM), luego de manifestarse afuera de estos medios de comunicación. A ellos se unieron estudiantes de Estados Unidos y de otros países del mundo. La consigna sigue siendo: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos de regreso”.