Estamos ante el desmoronamiento de una sociedad
La operación púnica de la Policía Nacional que ha desmontado esta semana en España una trama de corruptelas perpetradas por un grupo de políticos escribe un nuevo capítulo de la historia reciente de miserias morales muy graves: injusticia en el ámbito de la competitividad empresarias, robo al heraldo público, degeneración de la democracia.
La primera miseria moral es la injusticia en el ámbito de la competitividad empresarial. Ya bastantes trampas morales existen en el libre mercado con respecto a la competencia entre las empresas (en su financiación, en la actuación desleal, y en la desigualdad de oportunidades) para que se de la mas burda de ellas: el pago de comisiones a los adjudicatarios de las administraciones públicas. Se trata de la miseria política de promover injustamente a las peores empresas, por corruptas y corruptibles.
La segunda miseria moral en juego consiste en robar del heraldo público. Evidentemente esos cientos de miles de euros que los políticos corruptos reciben de las empresas agraciadas por las adjudicaciones públicas no son en realidad de las empresas, sino del heraldo público, porque en las contabilidades de esas empresas ese dinero cuenta como gasto de la adjudicación, que lo hace una entidad pública (ayuntamiento, comunidad autónoma, etc…). Por tanto ese dinero es en realidad de la caja común, de todos nosotros, que nos lo habríamos ahorrado en una adjudicación justa.
Y por último la miseria moral que adjetiva la corrupción. Es una corrupción política, que daña al bien común, a la polis, a la gestión pública, al sistema político y al Estado de Derecho. Es decir, socava nuestro sistema básico de convivencia, y nos precipita a su descrédito con consecuencias inimaginables. Da la razón a quienes sostienen que estamos bajo el poder de una casta de impresentables, lo que favorece un clima de opinión favorable a las posiciones antisistema que, como la historia demuestra, devienen en dictaduras.
No estamos por tanto sólo ante una pandilla de ladronzuelos y sinvergüenzas, sino ante el desmoronamiento de una sociedad. Y también la historia de los pueblos nos enseña que ninguna sociedad aguanta su sistema básico de convivencia si el porcentaje de corrupción de sus servidores públicos es superior al de sus conciudadanos en general, porque esto significa descabezarla.