Querido D. Carlos:
No nos conocemos y ni siquiera sé si nos conoceremos algún día en persona. Eso no impide que nuestras vidas se hayan cruzado y que, de alguna manera, haya un conocimiento mutuo, que da el Espíritu, que nos haga estar en comunión el uno con el otro.
¿Cómo ha vivido sus primeras horas en la capital de España? Supongo que no es ciudad desconocida ni ajena. España pasa por Madrid antes o después. Creo que usted sabe perfectamente dónde ha llegado. Viendo las fotos de su primera Eucaristía como pastor de Madrid, en la Catedral, lo primero que tengo que decirle es que me alegra la alegría que desprenden las fotografías. Nada puede comenzarse sin alegría, sin esperanza y sin confianza en Aquél que nos ha enviado ¿verdad? Ojalá esa alegría serena vaya empapando a todos los que formamos parte de esta comunidad cristiana: parroquias, escuelas, residencias, conventos, hogares…
Quiero decirle también que no tengo expectativas. ¿Se puede tener expectativas sobre un pastor, sobre un hombre de Dios? Las justas y necesarias, las que doy por hechas: que cuide a su rebaño, que lo ame y que lo guíe hacia Dios. No hay más ¿verdad? ¡Qué sencillo parece! ¡Y qué difícil! Como oveja del rebaño no espero más. No creo en las grandes revoluciones, en los visionarios (ni siquiera en la Iglesia), en los titulares. Creo en Jesús. Todo lo que usted pueda parecerse al Maestro será agua para una diócesis sedienta. Pero quiero también, desde aquí, hoy, darle lo que tengo. D. Carlos, cuenta usted con mi oración, con mis dones puestos al servicio de la Iglesia, de la Iglesia de Madrid. Usted no camina solo. Solo, desfallecería. Solo, no podría. Ni yo. Ni nadie. Las ovejas tenemos también tarea y misión. ¡Qué fácil es todo siempre para los españoles, que miramos para arriba esperando que el que manda resuelva nuestros problemas! ¡También en la Iglesia! Y yo digo no. No quiero ser así. Tengo un ministerio distinto al suyo pero estoy enraizado en el mismo tronco, soy parte del mismo Cuerpo. Si yo me dejo ir, el Cuerpo enfermará. Por eso cuente con una familia dispuesta a seguir dándose por el Evangelio, una familia dispuesta a seguir siendo Buena Noticia en su entorno, una familia que rezará junto a usted, por la noches, al pie de la cama de los niños. Cuente con una familia que le quiere porque sí, sin más, a fondo perdido. Cuente con una familia que se sabe, ya, abrazada por usted. Aunque parezca una osadía, las puertas de nuestra casa están abiertas para recibirle siempre que a usted le apetezca. Nuestro salón no es muy grande pero procuramos que sea lugar de encuentro, pozo, oasis, para todo aquel que necesite de una Betania donde descansar y conversar con amigos. Así que ya lo sabe monseñor, le esperamos en Carabanchel.
Omito hacer comentarios sobre la diócesis, sobre mi opinión del estado de las cosas, sobre su predecesor, sobre primaveras y otoños… Estoy bastante cansado de tertulianos eclesiales y no voy a jugar yo al juego que tanto me agota. En la Iglesia sobran opinadores y faltan santos. ¡Y mira que tenemos lleno el santoral! ¡Pues faltan! ¡Necesitamos más, muchos más! Así que pongámonos todos manos a la obra y sigamos pidiéndole al Señor fuerza y fe para amar más y mejor al prójimo.
Poco más monseñor. Bienvenido. Que el Espíritu le asista y, como diría el maestro Yoda, que la fuerza le acompañe ;-).
Un fuerte abrazo fraterno
@scasanovam
Hoy celebramos a...