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Fundador de una ONG: “Volver a la Iglesia me hizo comprender que solo Dios es justo”

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Enrique Chuvieco - publicado el 24/10/14

La ONG San Ricardo Pampuri, cuyos promotores son católicos, cuenta con voluntarios ateos y musulmanes

“La Iglesia nos educa a preguntarnos qué podemos hacer ante la necesidad”, advierte Ángel Misut, uno de los responsables de esta organización que última la apertura de la nueva vivienda para acoger a personas con riesgo de exclusión social. Alejados del objetivo del asistencialismo, pujan por integrar socialmente a las personas que acogen, muchos extranjeros.

Estos se comprometen “a respetar y cuidar a sus compañeros y las instalaciones”, afirma Misut, y a cumplir el itinerario que les conduzca “a responsabilizarse de su persona y ayudar a los demás”, como hicieron las musulmanas que prepararon dulces para los damnificados por los terremotos de Haití y Chile. Tras recalar unos años en el socialismo de Tierno Galván, período que Misut califica de “decepcionante”, asegura que solo “los años y el retorno a la Iglesia me han ayudado a comprender que sólo Dios es justo”.

-¿Cómo surgió el proyecto de crear la asociación san Ricardo Pámpuri para atender a personas en riesgo de exclusión social?

La asociación se creó porque necesitábamos un sujeto jurídico que fuera el soporte de las actividades de atención a este colectivo. Estas actividades constituyen la respuesta que un grupo de amigos, pertenecientes a una parroquia, deciden poner en marcha para responder a las necesidades que día a día se ponían de manifiesto. Día a día acudían personas con necesidades en petición de ayuda. Algunas comenzaban a ser atendidas con los recursos disponibles y con otras nos limitábamos a pagarles el billete de tren para que pudieran ir a Madrid a dormir en alguno de los albergues existentes. La Iglesia nos educa a preguntarnos qué podemos hacer nosotros ante esta necesidad, antes de reclamar la intervención del municipio o el Estado. Así decidimos comenzar a dar pasos y abrir la primera casa de acogida.

-Actualmente, gestionan tres viviendas de acogida, ¿qué método llevan a cabo para atender a los asistidos? ¿a cuántos dan cabida?

Tenemos tres viviendas y estamos a punto de abrir la cuarta. La capacidad de atención se situará, con esta cuarta, en más de 30 personas cada día, lo que vendrá a suponer en torno a diez mil estancias/día en cada anualidad. La atención es realizada por voluntarios, que compaginan sus actividades laborales habituales con la atención y acompañamiento a estas personas. En este año 2014, más de cuarenta personas han utilizado este recurso. Personas que en un determinado momento de su vida se han visto sin un lugar donde poder dormir.

-¿Cuáles son las características principales de las personas acogidas?

Las personas que vienen a nosotros llegan con un alto nivel de deterioro personal, y muchas veces también físico. Nuestras casas deben constituirse en una plataforma donde “puedan hacer pie y salir de nuevo a flote”. Nuestra primera preocupación es la contención de la situación, que se tranquilicen, comprobando que tienen un techo seguro y el alimento necesaria. Después comenzamos a dar pasos, siempre dirigidos hacia un segundo objetivo que es entrar en una dinámica de normalidad.

Este segundo objetivo determina el modo de actuación, puesto que desde un primer momento nos invita a descartar cualquier modelo de asistencialismo. Así, las personas que acogemos deben implicarse en este camino a la normalidad. Por esta razón, nuestras casas son autogestionadas. Desde el minuto uno de su llegada, las personas acogidas en ellas deben comenzar a responsabilizarse sobre su situación en ellas. Siempre con la atenta mirada y la compañía de los voluntarios implicados.

Cuando ya están involucrados en el camino para alcanzar este segundo objetivo, les planteamos el tercero, que es preocuparse por ayudar a otros que están sufriendo como ellos. Este es uno de los resultados de los que nos sentimos más orgullosos. Una buena parte de las personas acogidas en nuestras casas, están participando en actividades de ayuda a terceros. Y es que participar de la respuesta a las necesidades de otros, les hace tomar una dimensión más realista de su propia necesidad.

-Me adelanta que el tiempo de permanencia en las casas depende de la implicación de la persona en el itinerario, ¿a qué se comprometen los que acceden a los pisos de acogida?

Siempre se establece un tiempo de estancia, que puede ampliarse. El usuario firma un compromiso cuando llega en el que se le da a conocer las normas de las casas, las conoce y las acepta, estableciéndose un tiempo determinado de estancia. Este tiempo se podrá renovar a criterio del equipo de voluntarios que sigue cada casa. El usuario se compromete a respetar y cuidar a sus compañeros, a respetar y cuidar sus instalaciones, y a “apostar por su vida” involucrándose en el camino que trazamos de forma consensuada con él, y que no persigue otro fin que su normalización social, para que pueda vivir independientemente y sin necesitar de un recurso como el nuestro.

-Las viviendas las atienden profesionales de día y de noche, ¿cuáles son sus funciones?

Nuestro método de trabajo no contempla la existencia de profesionales que atiendan las casas. Esta atención es realizada por voluntarios que no residen en ellas. Nuestro trabajo se preocupa más de acompañar a la persona que de atender la vivienda. Este trabajo lo asumen los usuarios, entre los que siempre tenemos uno que realiza las tareas de coordinador, y que suele coincidir con alguien que ya lleva tiempo residiendo en la casa y ha demostrado haber dado pasos importantes en el camino propuesto.

-Donde están estos centros, ¿han recibido quejas o malestar de los vecinos en algún momento?

Las casas están todas en Fuenlabrada, aunque los ambientes son diferentes. Curiosamente, cuanto más humilde es el barrio, menos quejas tenemos por parte de los vecinos. Todos estamos de acuerdo en que estas casas de acogida son necesarias, pero nos gustaría que estuvieran lejos de nuestras viviendas. De cualquier forma, el nivel de quejas es muy inferior al que esperábamos cuando iniciamos este trabajo.

-Aparte de las subvenciones, que ahora habrán disminuido, ¿qué ayudas reciben de organizaciones públicas y privadas de Fuenlabrada?

Tenemos ayudas del Ayuntamiento de Fuenlabrada, y son numerosas las empresas que se implican en la búsqueda de empleo para las personas que atendemos o en conseguir alimentos para nuestros programas de sostenimiento alimentario. A título de ejemplo, el Club de Paddel de Fuenlabrada nos ha anunciado la organización de un segundo torneo (el año pasado ya hicieron uno) a beneficio de nuestras casas de acogida.

-Además de las casas, desarrollan otras actividades que han atendido a más de 700 personas en riesgo de exclusión, ¿podría hablarnos de ellas?

Nuestro programa de sostenimiento alimentario suministra semanalmente viandas para muchísimas familias de nuestro entorno que están en una situación muy difícil. Este programa, junto a las casas de acogida, constituyen una respuesta primaria a una gran necesidad, pero debajo de esto subyace casi siempre la ausencia de empleo, por eso trabajamos muchísimo la formación para desarrollar habilidades personales que les permitan tener algo que ofrecer de forma eficaz, así como las actividades de búsqueda activa de empleo.

-Como dijo antes, tienen una red de voluntarios entre las personas que atienden, ¿cuáles son las razones que dan estas personas para implicarse?

El 90 por ciento de nuestras actividades son sostenidas por voluntarios. Nuestra organización surge de nuestra condición de creyentes, es un modo de implicar nuestra fe en lo cotidiano. Sin embargo, en nuestro equipo de voluntarios hay no creyentes e incluso fieles de otras religiones, como musulmanes. La razón fundamental es compartir una serie de valores que ellos reconocen en nuestra labor. Recuerdo cuando, hace varios años, una mujer musulmana solicito incorporarse a nuestro equipo de voluntarios y yo le pregunté por qué quería hacerlo. Me respondió: “Necesito aprender todo el bien que vosotros sois capaces de hacer”

-Como ha dicho, ustedes, católicos, atienden, entre otros, a musulmanes. ¿Es un ejemplo de convivencia dentro de cada una de las identidades?

La convivencia es perfectamente posible, y en nuestro caso es una realidad. Después de varios años de trabajo, existe una verdadera y sincera amistad con muchos musulmanes. En el cuerpo a cuerpo es más sencillo, y en nuestras casas conviven musulmanes con cristianos sin ningún tipo de problema. En el ámbito del voluntariado también, porque cualquier persona de bien comparte los valores que la Iglesia pone en juego en relación con el necesitado. Y aquí entra en juego otra de nuestras líneas de trabajo, como es el plano cultural. No nos conformamos con que todo nuestro entorno esté de acuerdo con lo que hacemos, necesitamos que conozcan cual es la razón que nos permite hacerlo, cual es el motivo que nos sostiene en una actividad tan compleja y, muchas veces, tan dura, porque te encuentras ante dramas humanos.

-Incluso mujeres musulmanas han cocinado para los damnificados de los terremotos de Haití y Chile que vendían a las salidas de Misa. ¿Han tenido que convencerlas o salió de ellas algo que parece inaudito?

No tiene nada de inaudito. El corazón del hombre necesita hacer el bien y, por tanto, el corazón de cristianos, musulmanes y ateos ha sido hecho por Dios, por lo que esta necesidad es común. Estas actividades comenzaron como consecuencia del terremoto de Haití. Todos conocían el alcance de la tragedia. Estábamos desarrollando un encuentro que llamamos “Café con migrantes” y ellas se lamentaban de no poder dar nada porque no tenían nada. Se entabló un diálogo muy bello entre ellas. Nosotros dejamos que lo fueran realimentando conscientes de que allí sucedería algo.

En un determinado momento, una de ellas dijo: “Es verdad que no tenemos nada que dar a esta pobre gente, pero si tenemos unas capacidades que podemos poner en acción, sabemos hacer dulces”. Y así empezó a tomar cuerpo la idea. Estuvieron todo un sábado cocinando unos dulces marroquíes extraordinarios, que ellas mismas, con ayuda de algunos voluntarios, pusieron a la venta el domingo a la salida de las misas. Los feligreses, sorprendidos y agradecidos, agotaron todas las existencias, y entregamos el producto de la venta a una ONG de Cooperación al Desarrollo que actuaba en Haití. Fue una experiencia preciosa que después se ha podido repetir con otras variantes.

-Hace años militó en el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, ¿en qué medida aquella circunstancia le ha conducido a la actual o entró en su horizonte otras consideraciones para atender a las personas con menos recursos?

Ha llovido mucho desde entonces. Han pasado casi cuarenta años. Aquella experiencia creo que no ha contribuido directamente en mi dedicación a estas actividades, aunque puede que sí indirectamente. En aquella época yo buscaba la justicia, la experiencia política y sindical, porque también estuve muy implicado en uno de los llamados sindicatos de clase. Fue bastante decepcionante. Los años y el retorno a la Iglesia me han ayudado a comprender que sólo Dios es justo y que resulta mucho más eficaz y gratificante dejarte llevar por Él, colaborando en su obra, que intentar salvar el mundo por tus propios medios.

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