¡Yo y mi familia somos importantes para la Iglesia!
Los católicos de a pie, y muchos no católicos, hemos seguido con gran curiosidad la evolución de este Sínodo, en parte por el propio tema, la familia, en parte por las expectativas creadas por la imagen de un Papa comunicador, también por la influencia de los medios de comunicación y, muy especialmente, el protagonismo de las redes sociales.
Hemos aprendido que se llama III Asamblea General Extraordinaria sobre "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización" y que se trata de la preparación de la XIV Asamblea General Ordinaria que se celebrará en octubre de 2015 sobre "Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia¨.
Eso de que la familia merezca un Sínodo y otro de preparación nos ha confirmado la importancia de la realidad de la familia y, el hecho de que estén distanciados de casi un año nos lleva a pensar que la familia es una realidad muy necesaria para la humanidad y para la Iglesia que requiere mucha atención. Por eso nos parece coherente que la Iglesia ante una realidad tan importante y urgente reaccione con serenidad y prudencia porque no se trata de salir del paso sino, de ser luz del mundo.
Por sentido común, los de a pie sabemos que la familia y el matrimonio son verdades naturales que abrazan a la persona durante toda su existencia y por eso nos parece lógico, por sentido de la fe (Sensus fidei), que la revelación de Cristo reafirme esas verdades naturales.
Por eso sabemos que ningún Sínodo va a cambiar la naturaleza de realidades como la familia o el matrimonio, aunque haya mucha presión por parte de los medios de comunicación para influir en la cultura y por necesidad de noticias, de novedades.
También sabemos que el gobierno en la Iglesia es colegiado y que el Papa actual, por ser comunicativo, sabe escuchar a las grandes cabezas y corazones episcopales y al sentido de la fe (Sensus fidei) de los católicos de a pie, Por ello se recogieron opiniones previas al Sínodo y se empleará más de una año para la asimilación, aplicación, reflexión y redacción de un documento final, después del Sínodo Ordinario del año próximo.
Hemos aprendido que no debemos juzgar y, mucho menos condenar, a las personas y parejas que se encuentran en situaciones complicadas de convivencia, separación o divorcio. Que tampoco debemos juzgar ni condenar a las personas con alguna disfunción sexual.
Todo lo contrario, la Iglesia nos recuerda que debemos acoger a todos y acompañarles.
Las familias de a pie nos sentimos esperanzadas porque el Sínodo ha expresado “admiración” y “gratitud” a las familias cristiana por “el testimonio cotidiano que ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor”, se nos recuerda el Sacramento en el que Dios pone su gracia y se nos recuerda que “las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes”.
Por eso, los de a pie, queremos abrir el corazón y los brazos a todos porque Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie.